La noche había sido tranquila. Se acercaba el amanecer cuando un hombre muy corpulento entró al bar, en Ucrania. Estaba visiblemente ebrio.
Con cierta vehemencia, pidió a las empleadas que lo atendieran. Por algún motivo, no le gustó la respuesta que le dieron, así que empezó a insistir. Cuando un cliente se acercó para pedirle que se calmara, comenzó a increparlo.
A partir de ese momento, la situación descontroló. Un par de empujones fueron suficientes para que el establecimiento se convirtiera en un campo de batalla.
El hombre que inició todo quedó en el centro de la escena. Para escapar de los golpes, saltó del otro lado de la barra. Luego trató de esconderse debajo de un lavabo, pero lo rompió en el proceso. Cuando salió empezaron a arrojarle copas y botellas.
Dos veces se interrumpió la pelea. Primero por la intervención de un empleado de seguridad, luego por un pedido del encargado del bar. Pero en ambos casos pudo más el deseo de golpear al hombre.
Finalmente, cuando se dieron cuenta de que no iban a poder doblegarlo, los atacantes desistieron. El protagonista de la noche se quedó sin camisa y con cortes en la espalda y en el pecho.
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