Cercado por las fuerzas de la coalición internacional, el Estado Islámico pierde territorio. Tras entregar el control sobre Mosul en Irak y ante la inminente retirada de su capital auto proclamada en Raqqa – convertida en la última gran ciudad bajo control del grupo terrorista – expertos aseguran que ISIS enfrenta su momento más critico.
Pero coinciden en que, a pesar de la pérdida de poderío a nivel bélico, existe un negocio paralelo que continuará en funcionamiento y sobre todo financiando las arcas del grupo yihadista por décadas. Al parecer, la práctica organizada que consta en el saqueo de reliquias para su posterior venta en el mercado negro continuará operando de manera aceitada, a pesar de las constantes acciones del Departamento de Estado de Estados Unidos para impedir la venta de dichos artículos en suelo norteamericano, convertido en el principal mercado para los objetos hurtados.
Según consigna el periódico financiero The Wall Street Journal en su sección dedicada al mundo del arte, una infinidad de estatuas antiguas, piezas de joyería y otros artefactos invaluables apropiados por el Estado Islámico en territorio sirio e iraquí se encuentran en la oscuridad, siendo trasladadas de país en país y muy probablemente no salgan a la superficie por décadas.
La publicación traza un paralelismo con una situación similar ya vivida en el pasado, vinculada a los saqueos perpetrados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial; con innumerables obras de arte robadas a familias prominentes que continuaron apareciendo en subastas y el mercado negro aun hasta el día de hoy, setenta años luego de la caída del régimen de Adolf Hitler.
El periódico asegura que aún tras la erradicación del Estado Islámico, las piezas saqueadas en los territorios que estuvieron en algún momento bajo su control, quedarán perdidas en el submundo del contrabando de arte. El engranaje de comercialización de las antigüedades sustraídas continúa completamente operativo al día de hoy. Una vez perpetrado el saqueo por parte de ISIS en sitios arqueológicos de Irak y Siria, los objetos, que en muchos casos son sustraídos de sitios declarados como patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO, cruzan la frontera hacia Turquía y Líbano para luego ser transportados a depósitos en Europa y Asia, a la espera de ser vendidos a marchantes especializados en contrabando.
A su vez, el Estado Islámico otorga licencias a residentes en Siria e Irak para que trabajen en determinadas áreas todavía bajo su control, como en su momento lo estuvo la ciudad de Palmira, para excavar la zona en busca de artefactos que puedan ser vendidos en el mercado negro. Las operaciones son controladas por yihadistas leales a la organización, quienes no cobran a los locales por los permisos para trabajar pero sí esperan recibir alrededor del 20 por ciento del valor del objeto excavado como adelanto.
Además, dada la complicada situación actual del grupo terrorista, sus funcionarios demandan a los saqueadores que les vendan con un 20 por ciento de descuento los artefactos encontrados, todo calculado en base al supuesto valor de mercado que luego obtendrán en Occidente.
Posteriormente, una verdadera red de intermediarios independientes dedicados a la compra de las antigüedades directamente a ISIS, se encarga de moverlos fuera de Siria, en muchos casos ocultos entre convoyes humanitarios, donde gracias a la presencia de refugiados, las cargas no suelen ser revisadas por las autoridades migratorias. Cargamentos de algodón, frutas y vegetales también suelen ser elegidos por los contrabandistas para ocultar los invaluables artefactos.
Una vez llegados a territorio turco y libanés, conocidos como polos de contrabandeo en la región, estos son luego trasladados a países de Europa del Este como Bulgaria y Rumania y luego al oeste del continente, particularmente Alemania y Suiza, donde son vendidos en el mercado negro.
A su vez muchos artefactos son enviados a naciones del sudeste asiático como Singapur y Tailandia, desde donde luego parten hacia Europa, lo que les permite un menor monitoreo por parte de autoridades aduaneras al ocultar su verdadero origen de Medio Oriente.
Muhammad hajj Al-Hassan, un ciudadano sirio de 28 años que comenzó a vender antigüedades en 2015 luego de ser contactado por oficiales de ISIS, interesados en utilizar sus conocimientos arqueológicos para encontrar compradores en Occidente, habló con el Wall Street Journal sobre los detalles de una operación de contrabando que expertos aseguran le representa al Estado Islámico alrededor de USD 100 millones al año en ingresos.
"Están destruyendo nuestra historia, pero los traficantes aman a ISIS dado que les permiten tener un ingreso", aseguró Al-Hassan, quien antes del estallido de la guerra civil era un estudiante de inglés que en su tiempo libre se dedicaba a aprender todo lo que podía sobre arqueología. Una vez que ISIS tomó control de Siria en junio de 2014, sus conocimientos sobre antigüedades se convirtieron en su mejor arma para poder continuar viviendo.
Un reciente reporte elaborado por la Unidad de Crimen Organizado del Ministerio de Interior de Bulgaria citado por el Wall Street Journal asegura que al menos una veintena de galerías de arte de primer nivel con base en ciudades de Europa occidental ofrecen a la venta artefactos producto del contrabando, aunque las autoridades se negaron a ofrecer los nombres de dichas firmas.
Irónicamente, son los acaudalados entusiastas del mundo del arte provenientes de los EEUU y Europa los principales compradores de las piezas saqueadas por ISIS, organización que financia parcialmente su operación hoy día, gracias al dinero que le ingresa indirectamente de ciudadanos de naciones que representan los valores de Occidente con los que buscan acabar.
"El comercio ilegal no sirve sólo para financiar al grupo terrorista, sino que también representa una fuente de ingresos para su población subyugada, cuyos corazones y mentes el Estado Islámico intenta ganar" dijo al jornal financiero Yaya Fanusie, director del think-tank contra el terrorismo basado en Washington, DC; Defensa para las Democracias.
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