*Desde Skopje, Macedonia
El sol se refleja en el dorado rostro de Alejandro Magno. Allá arriba, bien alto, vigila y controla todo lo que sucede a su alrededor, héroe militar que vino, vio y venció. Su enorme y gordo caballo parece suspendido en el aire, como si se tratara de una nube refulgente 22 metros por sobre las cabezas de los transeúntes, entre las montañas y el río, entre la plaza y el anuncio de cerveza local. Abajo, una pesada columna blanca con imágenes de guerra, con los héroes de un pasado glorioso que ya no volverá. Y una fuente. Y un mástil con bandera. Todos saben que es Alejandro Magno el que mira al horizonte levantando su espada en gesto triunfal, con corcel fuerte, brioso, y el sol reflejándose en su rostro dorado. Y sin embargo un letrero anuncia que la gigantesca estatua enclavada en el centro de Skopje, capital de Macedonia, es tan sólo un "Guerrero Ecuestre" cualquiera ¿Alejandro quién? No, oficialmente es tan sólo un héroe anónimo. Aunque todos sepan que no lo es.
Junto al río y no demasiado lejos del monumento a un alguien que aparentemente no es quien todos saben que es, se levanta el estadio Filipo II. El martes 8 de agosto se enfrentarán Real Madrid y Manchester United por la Supercopa Europea. Seguramente la pequeña Skopje, con su poco más de medio millón de habitantes, se verá revolucionada con la llegada de superestrellas deportivas como Cristiano Ronaldo, acompañados por miles de fanáticos que quizás escucharon por primera vez nombrar a esta ciudad cuando compraron las entradas. Es sin dudas el evento deportivo más importante en la historia de un país que en 2016 celebró sus primeros 25 años de independencia. Pero el cuarto de siglo no ha bastado para crear una identidad, una cultura única, propia en un territorio que siempre fue gobernado por algún extranjero.
Hasta 1991, Macedonia era una de las seis repúblicas de Yugoslavia y, a diferencia de Croacia o Bosnia Herzegovina, logró su independencia en forma pacífica: no hubo guerra, muertos, balas o destrucción, no hubo cámaras mostrándole al planeta las ruinas interminables o los tanques avanzando. Skopje nunca fue Sarajevo. El nuevo país conservó el nombre que tenía como república dentro de la federación yugoslava, pero esto no gustó nada al sur de la frontera.
Para Grecia, "Macedonia" es una región histórica que le pertenece, cuna de héroes helénicos como el rey Filipo II y su hijo, Alejandro Magno, ambos nacidos en el cuarto siglo antes de Cristo, mucho antes de que los eslavos, hoy mayoría en los Balcanes, llegaran a la zona. El gobierno griego, con el apoyo de distintas comunidades griegas de todo el mundo, presionó para que la menor cantidad de países posible reconocieran a la recientemente formada República de Macedonia, y su ingreso a las Naciones Unidas se demoró más de un año. Grecia considera que ese nombre es suyo, es su historia, su identidad, y sus vecinos se la están robando. Finalmente, la República de Macedonia se vio obligada a cambiar oficialmente su denominación ante la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones internacionales: pasó a llamarse Antigua República Yugoslava de Macedonia, o FYROM, por sus siglas en inglés. Aún así, más de 130 países aún aceptan el nombre constitucional "República de Macedonia", y entre ellos aparece casi toda Sudamérica, Europa oriental, Asia oriental, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Pero esto no termina con la confusión entre país, región actual griega, región histórica y antiguo reino: todos con el mismo nombre.
Llegar a Skopje de noche es lo más parecido a ver Las Vegas en los Balcanes. El centro de la ciudad está completamente iluminado, radiante en la forma más bizarra y ridícula posible. Pero incluso de día resulta pomposo y ridículo, demasiado dorado y demasiado falso. Es estrafalario, extravagante: lisa y llanamente, es demasiado. Hay luces con los colores rojo y amarillo de la bandera iluminando enormes y novísimos edificios blancos de columnas altas y anchas, hay pesadas estatuas de leones vigilando relucientes puentes, hay una especie de Arco del Triunfo tan nuevo y brillante que parece una escenografía teatral. Pero lo que más hay en el centro de Skopje son estatuas. Una tras otra, a veces sobre edificios, a veces sobre puentes, a veces sobre otras estatuas. Hay monumentos a zares eslavos, emperadores bizantinos, revolucionarios búlgaros, príncipes albaneses, héroes griegos y hasta a Teresa de Calcuta, nacida en esta ciudad cuando era parte del Imperio Otomano. La exagerada cúspide del delirio monumental es el Puente de las Artes: 83 metros sobre el río Vardar con 29 estatuas que honran a artistas nacionales. Una estatua cada menos de tres metros. Como si todo esto fuera poco, hay fuentes de aguas danzantes y tres sauces plantados en macetas metálicas en medio de las aguas del río. Y se encuentra en construcción una vuelta al mundo al estilo del London Eye. Y una de las cruces cristianas más altas del mundo. Todo esto y más en la pequeña pero fabulosamente incandescente Skopje.
Claro que alejarse del área central significa rodearse de un poco más de normalidad, donde hay más bloques de departamentos grises de tiempos socialistas que coloridos monumentos a casi todo lo imaginable. Pero el centro, el rabioso y brillante centro de la ciudad, surcado por el río y la imponencia que hace recordar a aquel glorioso pasado, sí, el centro sí ¿Para qué alejarse entonces?
Toda la parafernalia fue concebida en 2010 como parte del llamado Proyecto Skopje 2014. El partido gobernante por entonces decidió darle a la ciudad una nueva imagen, crearle al país una identidad que no tenía tomando como referencia un poco de todos los que dominaron la zona en algún momento de la historia. Si el nombre "Macedonia" estaba emparentado con Grecia, ese era un buen comienzo para mostrar la nueva versión de la antigua solemnidad: columnas dóricas, jónicas, corintias, muchas columnas para los nuevos edificios gubernamentales y museos. Además, Alejandro Magno era de la región de Macedonia así que podía incluirse. Y su padre también, entonces bien merecía un estadio en su honor. Lo importante era eliminar la arquitectura socialista, desyugoslavizar la capital rápidamente. En muchos casos lo hicieron tan rápidamente que les bastó apenas con recubrir los viejos edificios. De esta forma las supuestamente pesadas columnas están en realidad casi completamente huecas, alcanza con golpear para notarlo.
No importaba si los honrados eran griegos en la capital de un país mayoritariamente eslavo. No importaban las discusiones estéticas o históricas. Tampoco importaban entonces ni ahora los más de 700 millones de euros que ya ha demandado el proyecto en un pequeño país que está lejos de poder considerarse rico. Sólo importa la imponencia.
Todor Talevski forma parte de SDSM, partido que se opuso a Skopje 2014 y que gobierna el país desde hace poco más de dos meses. Afirma que el proyecto no tiene ningún significado social o histórico, sino que, por el contrario, muestra una suerte de complejo de inferioridad. "La arquitectura grotesca y kitsch cerca de la plaza central eclipsa la tradicional arquitectura otomana en el antiguo bazar. En concreto, se puede decir que el proyecto Skopje 2014 tiene el propósito de acabar con la arquitectura de estilo turco y socialista de la ciudad", dice y agrega que "el proyecto es tan sólo un pretexto por parte de un partido nacionalista para cambiar la identidad de los macedonios".
A lo largo de los últimos años Macedonia se ha visto sumida en importantes conflictos políticos, y las principales víctimas de las protestas antigobierno fueron justamente los monumentos. En 2016, numerosos manifestantes arrojaron pintura a casi todos los edificios y construcciones ligadas a Skopje 2014, así fue que las protestas pasaron a ser conocidas internacionalmente como "la revolución colorida". Aún pueden verse esas marcas al caminar por la ciudad, como un cable a tierra, la única realidad en el delirante circo de estatuas y monumentos por doquier. Circo que, por cierto, parece interminable. El proyecto llevaba incluido en su nombre el año 2014 como fecha de culminación, pero el área central de Skopje aún está en obra, repleta de maquinarias, de grúas, de montículos de tierra y arena.
Ivana Atanasovska, del partido Levica ("La Izquierda"), cree que la crítica más obvia al proyecto es la enorme suma de dinero que podría utilizarse para cosas más necesarias que monumentos. Pero agrega que "la intención de Skopje 2014 es borrar una parte de la historia de Macedonia, que es una política devastadora. E indudablemente también ha causado daños en la comunicación con nuestros países vecinos".
La disputa con Grecia por el nombre "Macedonia" continúa al día de hoy y, en ese contexto, el delirio monumental en Skopje no aporta nada para resolverla. Que el monumento a Alejandro Magno sea tan sólo un "Guerrero Ecuestre" es como quien tira una piedra y esconde la mano. Es nuestro, pero no es él. Probablemente fue algo exagerada la presión internacional que ejerció Grecia sobre el pequeño país apenas independizad: le impuso un bloqueo económico y le obligó a modificar su bandera y Constitución Nacional. Pero la idea de tomar por héroe propio a alguien que evidentemente no tiene relación con la moderna y mayoritariamente eslava República de Macedonia, es ridículo. Tan ridículo que el gobierno necesitó para argumentar más de 700 millones de euros. Y no ha bastado para convencer a nadie. Aún así seguramente los aficionados de Madrid y Manchester disfruten esta semana de tomarse muchas fotos frente a las estatuas de la disparatada capital. Pero atención, con cuidado de que no lo tomen a Cristiano Ronaldo por nuevo héroe macedonio y termine como el próximo monumento ecuestre. A esta altura, no parece tan descabellado.
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