La noticia parecería sólo de interés para vacas y vegetarianos, pero en realidad es un hecho tan fantástico que cualquier curioso por lo que traerá el futuro querrá saber que se puede crear cuero a partir de un producto que genera un microbio al que se le ha alterado el ADN. Ningún animal sufrirá ya para que se fabriquen las chaquetas de piel y las carteras del porvenir cercano.
Lo que hace cuero al cuero, explicó Bryan Walsh en Newsweek, no es la vaca, sino el colágeno: una proteína dura y fibrosa del tejido conectivo de los animales. Y es colágeno lo que producen, felices, en la fábrica microbiológica de la empresa Modern Meadow, en Nueva York, unos microbios a los que se les ha editado el código genético a tal fin. La cosecha se procesa y se tiñe y, voilà, resulta un material imposible de distinguir del cuero de vaca.
"En realidad, este cuero biofabricado puede ser mejor que el animal: los microbios de Modern Meadow pueden producir colágeno a mucho más rápido que lo que llevaría criar una vaca o una oveja desde su nacimiento", agregó Walsh. "La biología se cruza con la ingeniería", le explicó Andras Forgacs, cofundador y CEO de la start-up de 60 personas. "Nos desviamos de lo que hace la naturaleza y podemos diseñarlo para que sea lo que querramos".
La tecnología se llama biología sintética y es uno de los nombres más fuertes del porvenir cercano. Porque no sirve sólo para hacer accesorios.
"Está a punto de cambiar el modo en que nos alimentamos, nos vestimos, creamos energía, y probablemente, incluso nuestro propio ser", según Newsweek.
Si durante décadas se practicó una ingeniería genética básica, hace poco se descubrió la manera de editar el genoma y hasta de escribir completamente el ADN. "Eso les da a los científicos un control increíble sobre el código fundamental que mueve toda la vida en la Tierra, desde la bacteria más básica hasta, en fin, nosotros", sintetizó el autor del texto, y dio ejemplos sobre cómo la biología sintética podría terminar con los problemas de sustentabilidad:
♦ La carne para alimentación se crea a partir de células en laboratorio, lo cual eliminaría la necesidad de la ganadería intensiva que daña el medioambiente.
♦ Se hace combustible de bacterias manipuladas para generar aceite, lo cual sería una fuente de energía completamente renovable.
♦ Con levadura de cerveza alterada se producen sabores y fragancias que hasta ahora provienen de las plantas, como el perfume de rosa.
♦ También la levadura se puede alterar para que produzca artemisinina, una droga crucial para tratar la malaria, que antes se obtenía de una hierba cuyas cantidades son limitadas.
"Lo que está en juego aquí es hallar una forma de hacer todo lo que los humanos necesitamos sin arruinar nuestra civilización", dijo Drew Endy, pionero del campo, de la Universidad de Stanford. "Podemos pasar de vivir en la Tierra a vivir con la Tierra". Este área de investigación ha crecido desde USD 1.800 millones en 2012 —y atrajo a inversores como Peter Thiel, Eric Schmidt y Exxon Mobil— y se estima que en 2019 llegará a USD 13.400 millones.
Sobre todo porque la biología sintética parece avanzar desde imitar a la naturaleza en el laboratorio a rediseñarlo, a juzgar por algunas ideas que se hallan en investigación:
♦ Plantas que detectan explosivos: cambian de color ante su presencia.
♦ Microbios que emiten las fragancias de flores ya extintas.
♦ Una línea celular que resulte inmune a todas las bacterias y los virus conocidos.
♦ Recuperación de plantas perdidas, como la nesiota, que se extinguió en 1994.
♦ Y eventualmente, la síntesis de los 3.000 millones de bases de pares de ADN del genoma humano.
"Todos esos proyectos están en progreso actualmente en distintas etapas, y el último objetivo —escribir un genoma humano completo— sería un logro histórico para la ciencia, que potencialmente abriría la puerta a rediseñar el propio cuerpo humano para volvernos más sanos, más inteligentes y más fuertes", explicó Newsweek.
Desde luego, el punto genera gran preocupación ética. Si bien los investigadores han aclarado que no existe la intención de crear gente artificial, sino que se aspira a comprender mejor el genoma humano para que sea más eficaz, el impacto potencial de la biología sintética es difícil de predecir.
Si una planta o un animal de diseño se integran sin control a la naturaleza, es difícil medir lo que puede pasar. Y con respecto a las personas, será al menos polémico todo lo que vaya más allá de eliminar enfermedades genéticas mortales: por ejemplo, dónde termina el tratamiento y dónde comienza la eugenesia comercial.
Del mismo modo que en la década de 1960 hacía falta una serie de computadoras enormes para cumplir las funciones de un microchip, también hubo una reducción de costos intensa en este campo. "En 2002, 2003, apretar una vez el botón de síntesis de ADN me costaba USD 4 por una letra", dijo Endy a Walsh. Y ahora, citó el autor a Emily Leproust, la CEO de la start-up Twist Bioscience, "su compañía puede sintetizar una base de par —los ladrillos fundamentales de la hélice de ADN— por sólo 9 centavos".
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