En noviembre pasado e inmediatamente luego del fallecimiento del dictador Fidel Castro, Infobae entrevistaba desde La Habana – entre a otros "cubanos de a pié" – a Eddie, un taxista de la capital que trabaja en promedio ocho horas diarias a bordo de su Chevrolet modelo 54, adaptado a las exigencias actuales con un motor y transmisión Hyundai de procedencia dudosa.
El hombre que declaraba que "si no fuera por nosotros los taxistas la mitad de La Habana quedaría parada", depende en gran parte de los repuestos que son traídos por miles de cubanos que hoy día viajan a Rusia, en busca de piezas que resultan vitales para que personas como "Eddie" puedan trabajar e intentar llevar una vida digna en la isla.
Lo que durante muchos años fue el destino elegido por los pocos cubanos habilitados para dejar la isla – restringidos tanto a nivel migratorio como económico – en busca de bienes que no podían siquiera soñar conseguir en suelo comunista, Miami hoy día ha pasado a ser casi ignorado más allá de estar convenientemente ubicado a menos de 400 kilómetros de distancia de la capital declarada "Ciudad Maravilla Moderna".
El periódico Wall Street Journal le otorgó un espacio en su portada al artículo firmado por Anatoly Kurmanaev y Siranush Sharoyan que explora el recalentamiento de relaciones comerciales entre La Habana y Moscú.
Independientemente de que la administración Obama decidiera – como una de sus últimas medidas de gobierno – restablecer relaciones diplomáticas con el régimen de Raúl Castro, el embargo económico continúa vigente mientras se espera que el Presidente Trump tome acciones en contra de la dictadura que ahoga a la isla hace décadas, lo que expertos aseguran podría ser una de las causas detrás del resurgimiento de relaciones entre Cuba y Rusia que hace recordar a la era de la Guerra Fría.
Esto, sumado al aumento del ingreso de remesas provenientes de cubanos radicados principalmente en los EEUU y Europa, permite que más residentes de la isla ahora puedan viajar al exterior para abastecerse de insumos que no consiguen en su propia tierra.
Ubicada a casi 9.700 kilómetros de distancia y a 13 horas de viaje, a primera vista la gélida Moscú no parecería ser un destino ideal para salir de compras, sobre todo si se la compara con la cálida y reconocida por sus ofertas imposibles de superar "Capital de las Américas" ubicada al norte, pero la combinación de beneficios como el hecho de que los cubanos no requieran visa para entrar a Rusia; sumado al largo historial de cooperación por cuestiones ideológicas ha hecho que la ciudad sede del Kremlin atraiga a cada vez más cubanos.
"Los cubanos están llegando en cantidad para poder acumular lo que necesitan, sin siquiera hablar una sola palabra de ruso" dijo al Wall Street Journal Ricardo Trieto, un ingeniero cubano educado en Rusia que ahora trabaja como traductor para sus compatriotas en suelo moscovita. "Resulta muy buen negocio, todo lo que compran acá puede ser vendido por mucho más dinero de regreso a casa".
Uno de los rubros más buscados por cubanos en Rusia es el de las autopartes para modelos Lada y Niva que abundan en las calles de La Habana y el interior, reliquias de uno de los parques automotores más singulares del mundo, compuesto también por modelos norteamericanos de la década del cincuenta y en menor medida por modernos vehículos europeos y asiáticos que son vendidos a precios exorbitantes en la isla para llenar los bolsillos de amigos del régimen.
Gracias al embargo los cubanos han sido obligados a convertirse en verdaderos maestros del reciclaje llevándolos hasta Moscú para recorrer los mercados de pulgas en busca de repuestos para modelos como el tradicional Moskvich y el Lada 1500, los cuales serían chatarra en cualquier ciudad del mundo pero pueden superar tranquilamente los 15.000 dólares de valor en la isla.
Timur Muradian, un vendedor de autopartes recicladas del mercado de Yuznii Port ubicado al sur de Moscú consultado por el WSJ, aseguró que el 40 por ciento de sus ventas provienen de compradores cubanos.
"Estaríamos quebrados si no fuese por ellos" aseguró el comerciante quien compartió que estos compran por peso, sin siquiera fijarse en qué partes son ni para qué modelos servirán.
El artículo asegura que los cubanos gastan en los mercados de pulgas por grupo un promedio de entre 3.000 y 7.000 dólares, una cifra que resulta astronómica si se considera que el salario promedio mensual en la isla no supera los 25 dólares para alguien con un título universitario.
La mayoría de los compradores viajan a Moscú por una semana y pasan días hurgando entre la chatarra de los distintos mercados de la ciudad acumulando un total de 117 kilogramos de mercadería, el total que se les permite transportar en los vuelos de Aeroflot de 13 horas de duración en su regreso a casa, previo pago de una significativa tarifa.
Una comunidad de expatriados cubanos residentes a tiempo completo en Rusia desde hace años hace de la visita de sus compatriotas – usualmente delatados por el excesivo uso de abrigo y una calidez poco usual en territorio ruso – una oportunidad para ganar un dinero extra oficiando de guías y traductores improvisados, reflejo del ingenio de un pueblo que al día de hoy debe seguir luchando contra la adversidad para poder subsistir.
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