Hay montañas a un lado y al otro de la ruta, y el viento desde el cercano Adriático no logra apaciguar el calor que sofoca, el sol que golpea intensamente. El autobús avanza esquivando los pozos de una carretera que ha conocido tiempos mejores. Dentro del vehículo hay un grupo de cuarentaytantos italianos. La mayoría ha pasado la barrera de los 60 años, y, entre entusiasmados e indiferentes, miran el árido paisaje a través de las ventanillas. El rabioso aire acondicionado ayuda. Cuando por fin el autobús se detiene, los hombres y mujeres se untan pantalla solar, colocan lentes de sol, infaltable sombrero o gorra, y se aprestan a enfrentar al clima junto a miles de aliados: casi al unísono se han detenido en el mismo lugar decenas de autobuses, todos cargados de pasajeros de similares características. Y muévanse pronto que ya llegan aún más turistas al pueblo bosnio de Medjugorje. Y seguirán llegando a lo largo de todo el día. Intervención divina mediante.
No es una postal famosa de Europa pero Medjugorje es un lugar sorprendentemente turístico en Bosnia Herzegovina. Hasta 1981 esta pequeña aldea rodeada de montañas no era más que un conjunto de casitas, plantaciones de tabaco y viñedos. Pero el 24 de junio el destino de este lugar cambió para siempre. Ese día, seis niños de entre 10 y 16 años declararon haber presenciado la aparición de una figura femenina luminosa, blanquecina, que levitaba sobre una pequeña nube y les invitaba en silencio a acercársele. Llevaba un bebé en sus brazos.
Los supuestos encuentros entre la Virgen María y los seis niños se repitieron diariamente durante años en diversos rincones de la ciudad, y lentamente Medjugorje ganó popularidad como destino de peregrinaje católico. La iglesia principal sumó desde entonces un altar exterior para cinco mil personas, una nueva capilla, fuentes y monumentos; mientras que en la llamada "Colina de las Apariciones" se instaló una cruz de madera y una estatua de unos dos metros de altura de la Virgen. Pero el cambio más radical no sucedió en los sitios de peregrinaje sino en todo lo que los rodea. Más de un millón y medio de personas al año visitan Medjugorje, por lo que se han construido numerosos hoteles, spas, restaurantes, tiendas: todo lo que el turista pueda necesitar. La ciudad suma constantemente nuevos edificios y los precios son mucho más altos que el promedio del resto de Bosnia Herzegovina. De hecho, hoy en día las inversiones son tan redituables que la pequeña ciudad se constituye como uno de los rincones más caros de los Balcanes. Y todo esto rodeado de colinas áridas y pastizales secos. Como las luces de Las Vegas en medio del desierto.
Para el mediodía las calles están abarrotadas, no sólo de gente sino también de objetos, de souvenirs, estatuillas, santos, vírgenes, cruces, cuadros, rosarios, estampitas y todo tipo de disparatados recuerdos con imágenes eclesiásticas o evangélicas. Las tiendas exhiben su mercadería sobre las veredas y los turistas compran, compran, compran. Los productos son siempre los mismos, los infladísimos precios también, y a nadie le importa porque los recuerdos también son parte del viaje, incluso tal vez una de las más importantes. Pero hay una tienda en particular que es diferente a todas las demás: la de Vicka Ivankovic.
Quizás no sea adecuado llamarle "tienda" pese a que allí se venden libros, recuerdos y se aceptan donaciones. Es en realidad la casa de Vicka, la mayor de los seis que afirmaron haberse topado con la Virgen en 1981. Tenía entonces 16 años. Hoy con 52 está casada, tiene dos hijas y dice que aún es visitada todos los días por María, de quien recibe consejos, advertencias e historias. Ivankovic luego comparte algunas de sus experiencias con visitantes que, por supuesto, creen que los encuentros efectivamente suceden, que lo que cuenta la visionaria es incuestionablemente real. Palabra santa.
Pero no todos creen en estas historias. El Vaticano ha cuestionado desde 1981 las supuestas apariciones y no aprueba la organización oficial de peregrinajes a Medjugorje. En 1991 la Conferencia Episcopal Yugoslava descartó que se tratase de un fenómeno sobrenatural y recién 19 años después la Santa Sede tomó cartas en el asunto. Se estableció entonces una comisión para analizar el caso que trabajó hasta principios de 2014, pero aún no ha habido una decisión final. Los resultados de la investigación proponen diferenciar las primeras apariciones, en los tempranos años 80, de las que aún ocurren.
En el avión de regreso a Roma tras su reciente visita a Portugal, el Papa Francisco explicó a la prensa que el informe llama a seguir investigando la autenticidad de las primeras apariciones en Medjugorje pero plantea ciertas dudas sobre las actuales. Luego opinó al respecto, distanciándose de aquella comisión investigadora: "Yo, personalmente soy más malo. Prefiero a la Virgen Madre, nuestra madre, y no a la Virgen jefa de una oficina de correos que todos los días envía un mensaje a tal hora… Esta no es la madre de Jesús. Y estas presuntas apariciones no tienen tanto valor. Esto lo digo como opinión personal".
Más allá de lo que opine el Sumo Pontífice, cada año son más los turistas que visitan Medjugorje con la esperanza de acercarse, quizás compartir palabras, quizás recibir bendiciones, de parte de alguno de aquellos seis hoy adultos cuya vida cambió en 1981. El Vaticano por ahora no aprueba y el obispo local, Ratko Peric, vas más allás: niega rotundamente el supuesto milagro y afirma a viva voz que las apariciones no son reales, que las contradicciones de los niños en los años 80 son muy evidentes.
Bogdan es musulmán y viaja todos los días desde Mostar, a unos 28 kilómetros, hasta Medjugorje, en donde tiene una pizzería. Para él no importa si las apariciones son reales, si el Vaticano las cuestiona o las acepta. "Los turistas creen que son reales, por eso vienen, rezan y se van contentos. Y nosotros tenemos trabajo gracias a ellos. Ellos son felices y nosotros también, así que es una situación win-win. Quizás para algunos esto sea ridículo, pero acá funciona", dice. Las abarrotadas tiendas parecen darle la razón: Medjugorje es una mina de oro para los bosnios.
Constantemente llegan nuevos autobuses con más turistas que no necesitan cambiar moneda porque todos los negocios aceptan euros. Algunos se encaminarán a la iglesia principal, otros ascenderán por la colina hasta el sitio de las primeras apariciones, algunos se quedarán por una o dos noches y la mayoría probablemente regrese a Dubrovnik, en Croacia, o a Mostar, desde donde es común escaparse por un día para visitar Medjugorje. De la misma forma muchos se sentirán emocionados y rezarán por sus seres queridos, mientras que otros encontrarán aquí una curiosa y divertida trampa para turistas. A fin de cuentas, es tan sólo una cuestión de fe.
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