En los días previos a la Revolución Francesa, el gran economista D'Alembert legó una frase que los franceses siempre recuerdan: "Recomponer el orden perdido es siempre más costoso que desbaratar el orden original". Nada de qué extrañarse, es lo que también ocurre en la naturaleza tal y como se explica en la segunda ley de la termodinámica: siempre hace falta mucha más energía para volver al equilibrio primigenio que la necesaria para destruirlo. El mundo y la política internacional, guste o no, se rigen por los mismos principios.
Emmanuel Macron ha vencido a su contendiente Marine Le Pen. El candidato europeísta, que tras el último ataque islamista en París reafirmó a Le Figaro la frase del presidente saliente François Hollande "los franceses deben acostumbrarse a convivir con ello", es el nuevo presidente de Francia.
Le Parisien también entrevistó en su tiempo a Macron sobre los mismos hechos. El presidente electo se limitó a culpar a los jóvenes franceses por los procesos de radicalización que muchos musulmanes sufren en Francia. Macron no dijo una palabra sobre el islam, ni acerca de las mezquitas wahabistas o los barrios periféricos donde la sharia se ha convertido en la verdadera ley. ¿Los culpables? Los jóvenes franceses que, curiosamente, se decantaron en su mayoría por las propuestas del Frente Nacional.
El candidato globalista, que recibió el apoyo de los principales dirigentes de Bruselas y de buena parte de la clase dirigente europea, aseguró que la sociedad francesa "maltrata" a los jóvenes que viven en los barrios periféricos y son fácilmente influenciables por el islam radical. Resulta extraño que a más de dos años de violencia islamista en suelo francés, el presidente electo no tenga ni un sólo plan contra la amenaza que se cierne sobre Francia.
Hay noticias que se entienden mejor acompañadas y esta es una de ellas. Antes del último debate entre Macron y Le Pen del pasado miércoles, la Gran Mezquita de Paris defendió a Macron por "encarnar la vía de la esperanza y la confianza en las fuerzas espirituales y ciudadanas de la nación dentro del respeto de los valores republicanos y de la aplicación estricta de los principios del laicismo".
El rector de la Gran Mezquita, Dalil Boubakeur, señaló en un comunicado que la victoria de Macron es "decisiva para el destino de Francia y sus minorías religiosas". Esa es la razón, a su juicio, por la que "los franceses debían darle la espalda a Le Pen frente a la amenaza encarnada por sus ideas islamófobas y peligrosas para la cohesión nacional". Boubakeur, señaló que "ante la amenaza de división y fragmentación de la sociedad francesa, la Gran Mezquita felicita a los musulmanes franceses que asumen su deber de votar por Macron".
El novel presidente francés agradeció públicamente a Boubakeur y a la comunidad islámica por su apoyo y prometió una política de puertas abiertas. "Francia debe adaptarse a la inmigración masiva en vez de resistirse a ella", declaró a la agencia AP. La sinceridad de Macron al pronunciarse sobre la crisis migratoria sorprendió a muchos, aunque el presidente nunca ocultó las líneas de su programa.
"Macron no dijo nada que no se haya dicho antes. Todo lo contrario. Desde septiembre de 2015, las élites globalistas han basado sus discursos en ensalzar las virtudes de la inmigración masiva y su necesidad para el futuro europeo", publicó el tabloide británico Daily Mail.
Según Associated Press, "Naciones Unidas aseguró que Francia deberá recibir a 12 millones de inmigrantes -unos 240.000 al año- hasta 2050 para mantener su actual fuerza de trabajo". Las estimaciones de la División de Población indican que junto al resto de países de la UE, Francia deberá recurrir a mano de obra extranjera para conservar sus cifras de población.
Lo concreto es que en algunos barrios de París la restricciones en la vestimenta, la discriminación de la mujer y los lugares sólo para hombres puede parecerse a cualquier ciudad perdida al oeste de Mosul. Esa es la realidad que viven muchos barrios periféricos parisinos donde grupos de musulmanes radicales han tomado las calles y recomiendan a los vecinos que "ciertas prácticas no son aconsejables". Todo ello con la connivencia de las autoridades galas, que han abandonado estas áreas a su suerte.
En los cafés y las calles de esos barrios hay un aspecto común que se repite: las mujeres desaparecen. Dos activistas de la llamada Brigada de las Madres denunciaron los hechos a Human Right y han mostrado la reacción de los musulmanes gracias a una grabación con cámara oculta. Cuando Maadia y Aziza ingresan a un café, los hombres se sorprenden. Las mujeres tienen prohibido "de facto" entrar en esos sitios y su presencia incomoda a muchos musulmanes que admiten sin reparo que "no deberían estar allí ni reclamar al gobierno por la seguridad de sus hijos".
El presidente Macron ha dicho que no derogará la Ley de 1905, que prevé la prohibición de portar símbolos religiosos y promueve la laicidad. A través de ella, la comunidad musulmana goza de innumerables ventajas fiscales y de la capacidad de recibir donaciones con una reducción de impuestos equivalente al 66%.
"Es complicado controlar el dinero que reciben los centros islámicos en Francia, la mayor parte de las donaciones se hacen a mano y en dinero efectivo", publicó Le Parisien en una nota donde explicó el caso de Gennevilliers. Allí, la mezquita local logró recaudar más de un millón de euros sólo durante el mes de Ramadán. Una cantidad que denota el poder económico de los mecenas radicales del islam.
Nada une más que un enemigo común. Y de eso se trató la segunda vuelta de las presidenciales francesas. El "todos" contra Le Pen comenzó minutos después del cierre de las urnas de la primera vuelta, cuando el socialista Benoit Hamon reconocía su estrepitosa derrota y no dudó en llamar a Marine Le Pen "enemiga de la República" antes de pedir claramente el voto para la centro-izquierda de Emmanuel Macron. Lo mismo, pero con adjetivos menos graves, hizo el conservador -y presunto enemigo del proyecto político de la izquierda- François Fillon.
Ganó Macron. Bruselas respira tranquila y comienza a allanar el camino para la administración de su delfín: el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, se refirió a Macron como "el candidato de todos los demócratas y pro-europeos". El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se felicitaba en una inusual valoración de las presidenciales. Desde Bruselas lo explican así: "Era una elección entre la defensa de lo que Europa encarna y la opción que busca la destrucción de Europa".
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