La actriz Kristina Söderbaum contó con el favor de Adolf Hitler. Se definía como 100 por ciento aria.
Protagonizó la película más antisemita de la historia, El judío Süss: la filmó su marido, Veit Harlan, para el Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels. Fue un éxito que vieron 20 millones de personas en Europa, y Heinrich Himmler se entusiasmó tanto con ella que ordenó que los miembros de las SS y la policía la vieran. "Uno dice: '¡Por Dios, yo colaboré con esto!' Pero cuando una actuó en ella, o fue forzada a actuar, no pensábamos así. No sabíamos para qué se iba a usar", se justificó Kristina Söderbaum, la sex symbol de la Alemania nazi, poco antes de morir, en 2001.
"Cuando uno la mira hoy, se ve muy distinto. Hoy sabemos tanto sobre la guerra. Entonces no sabíamos nada", le dijo a la historiadora británica Karen Liebreich, quien incluyó el testimonio en su libro The Black Page: Interviews With Nazi Film-Makers (La página negra: entrevistas con gente del cine nazi). "Hoy sabemos por las películas que vimos, por las fotos terribles de los campos de concentración".
Liebreich definió a Söderbaum —nacida en Suecia y nacionalizada alemana— como "la chica de calendario nazi, el símbolo sexual ario cuyas películas encendieron a las SS". Tenía 80 años en el momento de la entrevista y era hermosa. "Un folleto de 1942 señaló: 'Sus lecciones de actuación consistían mayormente en refinar su pronunciación en alemán'. En un cuestionario de dos páginas, se describió como 100% aria: 75% sueca, 22% danesa y 3% rusa".
La actriz le dijo que Goebbels no le mostraba simpatía. "Me dijo que no era sexy, sino erótica", le explicó. "Goebbels tenía ojos muy bonitos pero ¡era un demonio!". Adolf Hitler, en cambio, siempre fue muy amable con ella, recordó.
Goebbels concentraba poder en extremo: podía intervenir en todos los aspectos de una película, dijo. Acaso defendía a su esposo: según ella, Harlan no había querido filmar El judío Süss, pero Goebbels insistió. Su marido le encomendó el protagónico —"querían una chica rubia, no muy inteligente, linda, aria"— y con el suicidio del personaje comenzó su carrera como "el cadáver oficial ahogado del Reich": en muchos otros papeles le tocó salir de escena del mismo modo.
Inclusive cuando ni siquiera era el desenlace previsto por el guión: el final feliz de La ciudad de oro desagradó a Goebbels, quien ordenó que vistieran a un maniquí con la ropa de la protagonista y lo arrojaran a una ciénaga.
"Cuando le pregunté a Söderbaum por qué siguió adelante, dijo que no tuvo elección", escribió Liebreich sobre el papel en la película más antisemita de la historia. "En su autobiografía, dijo que había fingido que estaba enferma, pero Goebbels le señaló que había estado disponible para otros papeles".
Por El judío Süss, Harlan fue acusado de crímenes contra la humanidad: su obra difamatoria provocó pogroms. Sin embargo, fue exonerado, ya que no se pudo probar la relación directa entre la película y la muerte de personas.
"Se podría describir a Söderbaum como la arquetípica pesadilla de las feministas", la caracterizó la autora británica. "Una mujer hermosa, una actriz muy convincente, totalmente obediente y dedicada a su enérgico marido, me dijo que había vivido 'en una jaula de oro' y que había ido 'a todos lados en una limo'".
Entre las historias más extrañas de la actriz, se destacó la filmación de Kolberg, un drama sobre el sitio napoleónico de esa ciudad: tanta era la escasez que debió cargar agua hasta el set de filmación, y los tocados de los soldados se hacían con papel sanitario. "Me parecía ridículo estar filmando cuando el enemigo se acercaba cada vez más", recordó. "Sabía sobre la guerra y todo lo que pasaba. Y entonces, delante de la cámara, me sentía como una idiota".
LEA MÁS: