La semana pasada Amnistía Internacional publicó un extenso reporte multimedia sobre la cárcel Saydnay del régimen de Bashar al Assad, en Siria, donde al menos 13.000 personas ha muerto en una "política de exterminio" comenzada en 2011 tras las primeras revueltas que llevaron a la guerra civil.
Torturas inimaginables, privaciones de todo tipo y ejecuciones sumarias se realizaron en silencio durante casi seis años en ésta y otras cárceles y hospitales contra personas consideradas opositoras al brutal gobierno en Damasco, con la connivencia de los aliados regionales de la dictadura: Irán y el grupo terrorista Hezbollah.
El periódico británico The Daily Mail pudo hablar con un médico sirio obligado a participar de la masacre firmando certificados de muerte falsos o atendiendo a víctimas de tortura que eran luego vueltas a torturar.
Los cadáveres desnutridos, golpeados y mutilados que pueden verse en fotos filtradas que describen lo vivido por este doctor provocaron comparaciones con el Holocausto perpetrado por el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial contra judíos, gitanos, homosexuales y cualquier persona considerada opositora.
"Era como una escena del infierno. Ni siquiera teníamos el tiempo para chequear si estaban muertos", dijo Nemer Hassan, un doctor obligado a participar de la masacre y que logró escapar a Alemania, donde aceptó la entrevista del Daily Mail. "He visto cosas tan terribles", agregó.
Así como sucedió hace más de 70 años en Europa, la tortura y el asesinato se realizaron en Siria a escala industrial y la burocracia estatal se ocupó de ocultarlos, según comparó un informe de las Naciones Unidas que revisó la evidencia fotográfica. Esta semana, Al Assad volvió a negar las acusaciones.
Para Sir Desmond de Silva, co autor de ese reporte, las fotografías son "reminiscentes de imágenes de las personas que salían de Belsen y Auschwitz", en referencia a dos campos de concentración que los nazis operaban en Alemania y Polonia.
En tanto la antropóloga Sue Black, quien también revisó la evidencia, dijo que "en estos días y en esta época uno no espera ser testigo de esas cosas a esta escala".
El régimen de al Assad, quien posee un título en medicina, utilizó los hospitales para llevar curar a los torturados y ocultar la matanza y Hassan fue uno de los doctores forzados a participar.
"El sueño de todo sirio es ser doctor, porque es una posición respetada, segura y bien paga. Y me gustaba la idea de ayudar a la gente", contó el hombre de unos 30 años que en 2011 se encontraba formándose como cirujano en el hospital militar en Tishreen, en las afueras de Damasco.
Un día Hassan vio llegar cuatro vehículos cargados de personas que habían sufrido heridas en la represión del régimen a las protestas del 2011.
"Fue horrible verlos, tenían heridas de bala en las piernas y espaldas pero lo militares los golpeaban", recordó Hassan.
Los soldados, miembros de la secta gobernante alauita, creían que los opositores, en su mayoría sunitas, estaban "contaminados" y desconectaban sus respiradores, echaban agua sucia en sus heridas o apagan los cigarrillos en su piel.
"Hubo veces en las que operaba a alguien usando anestesia, cubría sus heridas, le daba antibióticos y atornillaba un brazo o una pierna rota a un fijación metálica para mantener el hueso unido. Pero luego llegaba un oficial de inteligencia y arrancaba todo. ¿Puedes imaginar el dolor que causaba?", contó.
Además de atender a víctimas de tortura y heridos graves, que luego eran maltratados por los militares, Hassan debía también firmar certificados de fallecimiento por causas naturales sin constatar señales evidentes de tortura y desnutrición severa.
Cuando se negó, le apuntaron un AK-47 en la cabeza y ese fue el fin de la discusión.
Desde ese momento trató de debilitar al régimen a su manera y desde su posición, falsificando reportes de enfermedad para numerosos soldados que utilizaban el pretexto para salirse de las filas del ejército sirio y escapar del país. Algunos estaban tan desesperados que llegaban a Hassan con heridas autoinflingidas.
Pero un amigo le advirtió que la inteligencia de al Assad estaba a punto de arrestarlo por estas actividades y entonces escapó a fuerza de sobornos hasta un sector de Damasco controlado por rebeldes. Desde allí pudo llegar a Turquía y finalmente a Alemania, desde donde ofreció su testimonio sobre la brutalidad del régimen sirio.
En tanto la vasta colección de fotografías sobre el terror que presenciaron Hassan y muchos otros doctores fueron filtradas en 2015 por un fotógrafo de la policía siria conocido como "César". En total son más de 53.000 imágenes, en su mayoría no develadas aún al público, que fueron analizadas por ONGs dedicadas a la defensa de los Derechos Humanos y por la ONU.
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