Los humanos tienen que hacer fila para que les revisen los bolsos de mano, sacarse los zapatos, verificar que no llevan electrónicos o metales en los bolsillos, poner sus computadoras portátiles en una bandeja, pasar por una máquina que escanea sus cuerpos. Los caballos, en cambio, esperarán su vuelo en casillas climatizadas. Los perros chapotearán en una piscina con forma de hueso. Y los gatos recibirán una sesión de paticuría.
La diferencia entre las terminales para personas y la Terminal ARK (Arca, como la de Noé), para animales, en el aeropuerto internacional de Nueva York John F. Kennedy hace que quienes envidiaban a los viajeros de primera ahora extiendan sus suspiros en dirección a la zona cerca de las pistas donde se recibe a las mascotas (con tarifas desde USD 100) que vuelan. Los dueños que llevan a sus perros y sus gatos en los aviones se sienten aliviados: en todos los demás aeropuertos del mundo los animales suelen tener que estar en la terminal seis horas antes, recibir gotas sedantes, viajar en la bodega en un sector presurizado pero frío y, si la suerte es mala, pasar horas de terror con su jaula frente a la de una fiera hostil.
Desde que las aerolíneas comenzaron a cobrar por las maletas, los refrigerios y unos centímetros más de espacio en la cabina económica, el negocio de ventas a bordo se sofisticó al punto que en marzo se inaugurará esta "primera terminal aeroportuaria para animales de propiedad privada y funcionamiento 24/7". John y Beth Cuticelli comenzaron el emprendimiento que costó 65 millones de dólares y ocupa 16.500 metros cuadrados, por donde el matrimonio espera ver pasar cada año 5.000 caballos (cuyo costo de estadía puede llegar a USD 10.000), 10.000 perros y gatos y cientos de miles de aves.
"En la bodega vemos pequeñas jaulas con carteles que dicen 'Fido come a las 2 y a las 5, y aquí está su comida', y que el personal maletero ignora por completo", dijo Cuticelli a The New Yorker. "No están entrenados para eso".
En 2013 consiguió el permiso, y sólo este año logrará abrir las puertas de Ark, un edificio gris con ventanas enormes cerca de la zona Cargo D. Cuticelli tiene menos amor por los animales que por los desafíos de "negocios con barreras muy altas que superar para poder entrar": viene del campo del capital de riesgo. "El ARK reemplazará a Vetport, una instalación obsoleta que abrió en 1951 y que no ha sido amable con los animales", dijo el dueño del lugar a The New York Post.
En el Pet Oasis las mascotas en tránsito pueden esperar su conexión. Hay también un servicio de veterinaria de 24 horas, con laboratorio propio, supervisado por la Universidad de Cornell. Para los gatos hay cajas de piedras sanitarias y para los perros un patio de verdes; todos tienen distintos alimentos para animales de la marca Royal Canin. Algunos sectores tienen paredes cubiertas con materiales antimicrobiales y sistemas de filtración para que dos animales no respiren el mismo aire, con el fin de prevenir contagio de enfermedades.
"El ARK en JFK brinda cuidado animal y servicios veterinarios pre y post viaje para mascotas, caballos, aves, ganado y animales exóticos, de manera competente y compasiva", dice la web del lugar. "El ARK brinda un ambiente eficiente, seguro y de bajo estrés para nuestros clientes humanos y animales". Un collie, que pertenece a la administradora de ARK, Joanne O'Connell, y un grupo de cachorritos coreanos que viajaban de Atlanta a Bangor, pasaron ya por la terminal, durante sus pruebas.
Para los equinos que se importan y deben pasar por cuarentena hay 48 cabinas, y 24 para los que se exportan o se mueven dentro del país. Los perros tienen 47 casetas y los gatos, 12. Las zonas para aves son menos lujosas, porque su objeto principal es la bioseguridad ya que los pájaros transmiten muchas enfermedades.
Aun cuando comience a operar en marzo, ARK continuará agregando servicios. El primero que se proponen los Cuticelli es una suerte de resort, Paraíso para Patas: aquellos animales que deban esperar, como una maleta en un locker, tendrán trato VIP. En las suites para perros habrá camas de tamaño de humanos, pantallas de plasma para que los bichos puedan comunicarse via FaceTime con sus dueños y un servicio de abrigo nocturno.
El único problema radica en que cuando ARK entrega la mascota a la aerolínea, el lujo y la malacrianza se desvanecen, y la bodega ofrece a auténtica vida de perros durante el viaje. Pero acaso el emprendimiento de esta terminal le dé ideas comerciales a los operadores aéreos que transportan dueños de animales.