La convención mundial de sirenas 2016, en Carolina del Norte
Cuando era niña, Caitlin Nielsen decía que cuando fuera grande quería ser sirena. Ahora que es una mujer de 32 años, cumplió su sueño e integra una extraña comunidad de personas que se asumen como mitad humanos y mitad peces y se llaman a sí mismos merfolks (de "mermaid", sirena en inglés).
En 2015, Caitlin dejó su trabajo para transformarse en una sirena a tiempo completo. Bajo su seudónimo de "Cyanea", se gana la vida haciendo talleres con recomendaciones para convertirse en sirena y creando majestuosas colas de silicona. Para ella y para los que integran la comunidad de sirenas, es más que una cola: es parte de su cuerpo y se refieren a ella como "extremidad ortopédica".
"Siento que mi cola es parte de mí, creo que es como si tuviese una prótesis ortopédica", afirma Caitlin (o "Cyanea"). "A veces bromeo con que utilizó esta prótesis porque tengo un terrible defecto de nacimiento, que son las piernas".
"Cuando no tengo la cola, me siento extraña. De golpe tengo piernas y no sé qué hacer con ellas. Me siento terriblemente torpe", agrega.
En los Estados Unidos, la comunidad de merfolks no para de crecer. Compiten en la confección de elaboradas cola de silicona que cuestan hasta USD 3.500, las usan para nadar en piscinas y en el mar y se reúnen en conferencias por todo el país. Las sirenas profesionales también tiene su propia red social en Internet, la Mernetwork, donde discuten los próximos eventos y se hacen recomendaciones sobre su trajes.
En 2016, unas 200 sirenas de todo el mundo se reunieron en Greensboro, Carolina del Norte, para Mermania, la más grande convención de sirenas de la historia, donde exhibieron sus trajes, maquillajes y accesorios en una piscina olímpica durante horas.
Caitlin aprovecha su vida como sirena como una oportunidad pedagógica. Graduada en Biología e hija de biólogos marinos, aprovecha para dar clases de conservación de los océanos.
Tessie LaMourea decidió sumarse a la comunidad luego de concurrir a una exótica escuela de sirenas en Filipinas. Cuando se calza su "extremidad ortopédica" sus preocupaciones desaparecen y se siente invencible.
"Tengo un montón de inseguridades con mi cuerpo. Creo que mucha gente las tienes. Pero cuando tengo mi cola no me siento más insegura. Soy una sirena y ya no importa nada más", dice la joven de 24 años. "Cuando me quito la cola es como si perdiera una parte de mí, quedo como en una especie de limbo".
Ed Brown, de 24 años, también suele nadar junto con Tessie y Caitlin. Se define como una persona "asexual", fanático de Disney, que ha cumplido su sueño al convertirse en sirena. "La mejor parte de ser un merfolk es la posibilidad de vivir una vida de fantasía con la que sueñan muchos niños. Siento que soy yo en el momento que me pongo mi traje y me transformo en esa criatura mágica por un rato", dice.
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