Maya Arakon regresó a su país desde Estados Unidos, donde daba clases de verano en una universidad de Atlanta, el martes último. Estaba preocupada por volver a Turquía y lo que ocurrió dos horas después de su arribo al aeropuerto Atatürk de Estambul le dio la razón: con armas y explosivos, tres terroristas mataron a 43 personas e hirieron a otras 239.
"Uno pensaría que se va a alegrar por estar con vida, pero se siente responsable por los que murieron. Siente culpa por no haber estado con ellos para compartir el miedo y el desasosiego".
En octubre de 2015, Arakon apresuró su regreso de Ankara a Estambul, donde es profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Süleyman Sah. Al día siguiente, dos suicidas detonaron bombas en un mitín por la paz en el que ella también debía participar. Con 128 muertos y 246 heridos, se trató del mayor atentado terrorista de la historia turca.
En ambos casos, el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) fue señalado por el gobierno del islamo-conservador Recep Tayyip Erdogan como el autor de la masacre.
Cada nuevo ataque yihadista es un brutal recordatorio que el país, antes considerado por muchos como modelo, está a la deriva. Entonces se repite la pregunta –en boca de expertos turcos y analistas internacionales, así como también para Arakon– sobre la relación entre el Poder Ejecutivo y los grupos radicalizados, el ISIS en particular.
Los medios locales dieron elementos de respuesta. Denunciaron que los 900 kilómetros de frontera con Siria son permeables al vaivén de los extremistas, que algunos hospitales privados turcos se convirtieron en clínicas para terroristas heridos en los frentes sirios, que se venden armas a los yihadistas, y que existe comercio de petróleo con ellos.
–¿A qué se deben los crecientes atentados atribuidos al Estado Islámico en Turquía?
–La participación del país en la Coalición (liderada por Estados Unidos) en Siria, no debe gustarle a ISIS. Otros elementos de la coyuntura más reciente pueden haber influido: el acercamiento a Rusia e Israel, sobre todo.
–¿Por qué el Estado Islámico no reivindica los ataques, que sin embargo llevan su sello?
–Yo me hago la misma pregunta. Hace 20 años que trabajo en temas relacionados con la Seguridad y el terrorismo, y es cada vez más confuso lo que viene pasando. En algún momento hubo una especie de juego entre el Estado Islámico y el Gobierno. No sé hasta qué punto eso sigue sucediendo, o si se habrán dado la espalda.
La experta turca se hace más preguntas: ¿Con qué visa los terroristas del aeropuerto ingresaron en el país? ¿Cómo pudieron alquilar un departamento en Estambul? ¿Qué hacen los servicios de inteligencia ante la amenaza terrorista? La sensación que "alguien de adentro" ayuda a los atentados hace que "ya nadie esté a salvo en Turquía", dice Arakon.
–¿Qué tiene el Gobierno para ganar en ese clima confuso?
–No hay un gobierno. No hay más un gobierno. Sólo está Erdogan y su deseo de reformar la Constitución para lograr un sistema presidencialista, que nada tendrá que ver con la manera estadounidense. Estamos hablando de algo sin precedente, a lo que hay que temer. Y en los momentos de caos, el poder se consolida alrededor de la principal autoridad política.
–Y la opinión pública, ¿qué tiene para decir?
–El electorado también se consolida alrededor de la figura del presidente. El ciudadano común no sabe, no está al tanto de lo que viene pasando. Son muy pocos los medios que reflejan la realidad. Apenas dos o tres diarios y ningún canal de televisión.
En uno de los golpes más recientes a la prensa, Can Dündar, director del diario Cumhuriyet y figura del periodismo turco, fue condenado junto a su compañero Erdem Gül, a cinco año y diez meses de prisión. La sentencia fue por un artículo en el que informaron sobre el envío ilegal de armas a Siria. Erdogan, quien figura en la causa, se había adelantado al proceso judicial al amenazar a los periodistas con que pagarían "un alto precio". En un receso del juicio, Dündar fue atacado a tiros. "Traidor", le gritó el hombre que le disparó tres veces sin alcanzar su blanco.
–Usted, ¿cómo vive?
–Preocupada, todo el tiempo. Los efectos psicológicos son devastadores. Hace seis meses que no escribo un artículo. No puedo leer tampoco. Me volví paranoica. Sospecho de todo.