La ruta de la pólvora: cómo llegaron los fuegos artificiales y la pirotecnia a México

Aunque en un principio era utilizada para fines bélicos, la manipulación de los artefactos explosivos pasó a formar parte de las fiestas religiosas y celebraciones de cada cultura

Neutralizantes, oxidantes y aglomerantes se mezclan en la pirotecnia, además del perclorato de sodio que da propulsión al cohete, los metales pesados que aportan el color y los aerosoles que producen la detonación. (Foto: Gobierno de México)

Las festividades y celebraciones suelen estar acompañadas de un espectáculo de colores que se pintan sobre el cielo nocturno, el cual se obtiene de los fuegos artificiales. En la temporada de invierno, sobre todo en la Navidad y Año Nuevo, la demanda por este tipo de artefactos explosivos aumenta de manera considerable. Y es que su manipulación, pese al riesgo que implica, tiene fines lúdicos que se asocia con un festejo.

La pirotecnia es la práctica encargada de la fabricación de los fuegos artificiales. Si bien en un principio tenía un propósito bélico, con el paso del tiempo se le dio un uso recreativo. En México, las culturas prehispánicas tenían su propia manera de manejar el fuego para eventos ceremoniales, aunque la pólvora -una de las mezclas principales- fue traída del viejo continente.

China es considerada como la cuna de la pólvora. Durante la dinastía Tang (607-960) se descubrió el llamado “polvo negro”, la primera composición explosiva, y posteriormente su conocimiento se retomaría en Europa y Oriente Medio, de acuerdo con el historicista Daniel Mikelsten. Una de las interpretaciones históricas refiere que en el siglo VI, un cocinero chino descubrió por accidente que al mezclar sulfuro, salitre y carbón de leña se producía una mezcla inflamable que podía producir un ligero estallido.

A partir del siglo XIX, en algunos países como Italia y Francia se aplicaron nuevos agentes químicos como el clorato de potasio y el nitrato de estroncio para que las explosiones tuvieran colores. Fue así que inició la pirotecnia moderna, la cual se fue perfeccionando a tal grado que los artesanos que la manipulaban podían fabricar diversas tonalidades y silbidos al momento de activar los fuegos artificiales.

En 1979 se comenzó a construir la Real Fábrica de Pólvora y en 1981 se terminó. AL año siguiente se inauguró (Foto: Facebook/fabricadpolvora)

La llegada de la pólvora a México

En México fue a partir de la conquista española que se comenzó a importar la pólvora. El cronista Baltasar Dorantes de Carranza señala que algunos conquistadores como Diego de Ordaz y Francisco Montaño buscaban azufre en el volcán del Popocatépetl y salitre en los alrededores del lago de Texcoco. Así fue como nacieron los primeros “polvoristas”.

En 1600 se instaló la primera fábrica de pólvora en Chapultepec, la cual era usada en la guerra y minería de la Nueva España, principalmente. Los “cohetes”, como se conocen hoy en día, ocupaban un segundo lugar en su manufactura. De esta manera, el centro del país fue el lugar donde se consolidó la pirotecnia. Sin embargo, fue en ese siglo cuando comenzaron a emplear luces o colores en la pólvora. Más de cien años después, en 1782 se inauguró la Real Fábrica de Pólvora de Santa Fe, bajo la supervisión del ingeniero Miguel Constanzó y por instrucciones del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa.

Para 1810 ya había sufrido tres grandes incendios y después de la Independencia de México pasó a convertirse en la Fábrica de Pólvora Nacional, aunque posteriormente sería arrendada. A lo largo de ese siglo se introdujeron los fuegos artificiales del viejo continente. En 1910 fue reinaugurada por Porfirio Díaz como la “Fábrica de Pólvora sin humo”. Actualmente, el inmueble es considerado como Monumento Histórico.

Tultepec es considerada como la cuna de la pirotecnia en el Estado de México (Foto: Archivo)

Hoy en día, en el Estado de México se fabrica más del 50 por ciento de la pirotecnia que se distribuye a lo largo del país. De los 125 municipios que conforman dicha entidad, en al menos 64 se practica esta actividad. Entre ellos destaca Almoloya de Juárez, Ozumba, Tecámac, Texcoco, Zumpango y, principalmente, Tultepec, según el Instituto Mexiquense de Pirotecnia, encargado de la vigilancia de las medidas de seguridad en la fabricación, almacenamiento, transporte y exhibición de fuegos artificiales.

En Tultepec se estima que cerca del 60 por ciento la población está relacionada directa o indirectamente con la fabricación de este tipo de explosivos, según cifras del Fomento Artesanal y de Promoción a la Pirotecnia municipal. Por ello, además de su tradición de hace 200 años, la pirotecnia también es uno de sus principales actividades económicas. No obstante, la pirotecnia en México usada en fuegos pirotécnicos para espectáculos, celebraciones, días festivos y otro tipo de eventos, también ha sido la causante de un sinnúmero de incidentes, como incendios.

El 20 de diciembre de 2016, en épocas navideñas, en el mercado San Pablito, ubicado en una zona conocida como “La Saucera” en Tultepec se registró una serie de explosiones que consumió a 300 locales que vendían fuegos artificiales, además de que ocasionó la muerte de 46 personas y dejó a 80 lesionadas.

A nivel federal, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), a través de la Dirección General del Registro Federal de Armas de Fuego y Control de Explosivos, otorga los permisos generales para la venta, consumo o almacenamiento de “artificios pirotécnicos” y material explosivo usado en construcciones e industria minera, así como de las sustancias químicas empleadas para su fabricación.

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