Luego que el primer grupo de 250 migrantes venezolanos deportados por Estados Unidos llegó a Tijuana, ciudad fronteriza que pone a prueba nuevamente su capacidad para sostener a un gran número de refugiados temporales en espera de volver a cruzar la frontera.
El pasado jueves, los gobiernos de México y Estados Unidos sostuvieron una reunión de alto nivel en Washington, donde acordaron que nuestro país recibirá a las personas originarias de Venezuela que crucen de manera ilegal la frontera y que deberán esperar en territorio mexicano hasta que su solicitud de asilo sea aceptada por parte del gobierno norteamericano.
Solo un día después de darse a conocer el cuardo migratorio entre ambas administraciones, la administración de EEUU deportó al primer grupo de venezolanos, que en medio de reclamos denunció como una injusticia su expulsión del suelo norteamericano.
La nueva política anunciada esta semana dará acceso humanitario a Estados Unidos a 24 mil migrantes venezolanos que entren al país por vía aérea y permite a las autoridades estadounidenses rechazar a aquellos que intenten ingresar por la frontera terrestre.
Sin embargo, la situación se vuelve crítica para EEUU y por consiguiente para México, pues solo en agosto se registró el ingreso a nuestro país vecino de 25 mil migrantes desde Venezuela.
Debido a la situación económica en Venezuela bajo el régimen de Nicolás Maduro, los habitantes de ese país protagonizaron una ola migratoria sin precedentes en la región latinoamericana, que se ha extendido al sur y al norte, y en el caso de Estados Unidos, los venezolanos representan el segundo mayor grupo que intenta entrar a ese país, solo por detrás de los mexicanos.
En el caso de México, a incios de 2022 el gobierno fedeal impuso el requisito de una visa para los venezolanos, debido a que el país registró un fuerte aumento en la migración desde las tierras gobernadas por Maduro.
México al límite de su capacidad migratoria, una vez más
“No podemos atender a nadie, no cabe nadie más”, contestó José María García Lara, de pie entre hileras de tiendas de campaña en lo que parece un pequeño almacén, al director de otro albergue para migrantes de Tijuana. Su interlocutor buscaba espacio para un grupo, parte de ellos venezolanos, que acababan de ser expulsados y para los que no tenía espacio.
Los primeros venezolanos retornados como parte de este plan comenzaron a llegar de forma inmediata tras el anuncio por cinco puntos de la frontera, según confirmó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la agencia migratoria de Naciones Unidas.
A lo largo de la frontera hay más de 120 albergues, muchos de los cuales están ampliando su capacidad, algo que las agencias de la ONU van a apoyar ahora con más fuerza, señaló Jeremy MacGillivray, jefe adjunto de la OIM en México.
Tijuana ya tiene capacidad para 4 mil 500 migrantes, pero los albergues no dejan de crecer. El más grande, el Templo Embajadores de Jesús, donde hay 1 mil 400 personas en literas y colchonetas, lo hace a un ritmo vertiginoso en una zona de calles de tierra que se enlodan con la lluvia y precarias construcciones de chapa. Un edificio de bloques de hormigón que cuenta con una cocina y un comedor está a punto de terminarse y los migrantes preparan otra zona como campo de fútbol.
“Nadie sabe que va a pasar realmente”, dijo Gustavo Banda, el pastor de la iglesia.
La incertidumbre fue la tónica general esta semana en la frontera, que ya ha vivido situaciones similares con la llegada de grandes caravanas en 2018, con la devolución de solicitantes de asilo para que esperaran en México avances en su proceso o con el argumento de prevenir la propagación del coronavirus durante la pandemia, una orden conocida como Título 42.
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