Fuente de Tláloc: en dónde se encuentra esta desconocida maravilla artística realizada por Diego Rivera

La obra, una de las menos conocidas de Diego Rivera, fue realizada entre 1950 y 1952

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La Fuente de Tláloc fue una obra construida por Diego Rivera.
La Fuente de Tláloc fue una obra construida por Diego Rivera.

Diego Rivera fue un pintor realista, cubista y muralista mexicano que plasmó su trabajo durante la primera mitad del siglo XX. Fue famoso por plasmar obras de alto contenido político y social en edificios público.

Su obra y la de su esposa Frida Kahlo se influyeron mutuamente. Fue creador de distintos murales en diversos puntos de Centro Histórico de la Ciudad de México, así como de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, y en otras ciudades de México, norteamericanas y sudamericanas.

Rivera fue autor de obras de arte que hasta la fecha tienen gran reconocimiento, como El Cargador de Flores (1935); El hombre controlador del universo (1934); Paisaje Zapatista (1915) y Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947).

Sin embargo, también hay ciertas obras del artista que no son tan reconocidas, pero también tienen un gran valor artístico. Tal es el caso de La Fuente de Tláloc. Esta se encuentra en un lugar remoto del Parque Chapultepec, dentro de una piscina verde.

El sitio se construyó a inicios de la década de 1950.
El sitio se construyó a inicios de la década de 1950.

Tláloc era dios de la lluvia en las culturas mesoamericanas. Su antigüedad es tal que fue adorado antes de que los mexicas le dieran este nombre. Esta obra realizada por Rivera tiene proporciones tan grandes que, incluso los aviones que se acercan al Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, pueden apreciarlo sin ningún problema.

El dios Tláloc se encuentra recostado en una piscina de 30 metros, como pausado pero en estado de frenesí o éxtasis. Su cuerpo está adornado con mosaicos que revelan símbolos de los mitos y la historia de México. Su cabeza tiene dos rostros que miran fijamente: uno al cielo, y el otro, en la coronilla, que arroja agua hacia un pequeño edificio a unos pasos de distancia. Es el guardián de un sitio de 70 años, donde también se puede encontrar un templo neoclásico y un fresco sumergido del muralista más famoso de México.

Este sitio, llamado Museo del Jardín del Agua, fue creado por Diego Rivera entre 1950 y 1952. Se trata de un encargo del gobierno de México, construido para celebrar una imponente obra de la ingeniería de mediados del siglo.

El sitio proclama que, en una sociedad ideal, la historia de un país y su presente, sus ciudadanos, el arte y el gobierno, su mundo natural y sus científicos, todos deben estar fusionados.

El lugar se encuentra en el Bosque de Chapultepec.
El lugar se encuentra en el Bosque de Chapultepec.

El agua y su poder han definido desde hace varios siglos a la Ciudad de México. Antes de la llegada de los conquistadores españoles, liderados por Hernán Cortés, en 1519, la ciudad, Tenochtitlan, que era capital del imperio mexica, estaba asentado sobre un islote en un vasto lago conectado a vías e islas donde los residentes cultivaban verduras, flores y maíz, los alimentos básicos y sagrados del imperio, que dependían de la lluvia.

A la llegada de los españoles, quedaron maravillados con la ingeniería hidráulica sofisticada de la ciudad, y a lo largo de los años fueron trabajando en el drenaje del lago en el que estaba asentada.

Esto provocó graves problemas ecológicos como inundaciones, edificios sumergidos y escasez de agua, que hasta la fecha afectan al país. La demanda local de agua se disparó entre la década de 1930 y 1940, cuando la demanda de productos mexicanos en tiempos de guerra explotó la economía, la industria y la población.

Por ello, en 1942, el gobierno de esta ciudad ideó una solución: un acueducto de 65 km desde el río Lerma hasta la Ciudad de México. El proyecto tardó ocho años, y terminaba en este tranquilo rincón de Chapultepec, donde cuatro embalses redirigían el agua a través de bombas para separar cuadrantes.

El impacto positivo del proyecto fue tan grande para México, que los diseñadores de la estación de bombeo decidieron contratar al muralista más famoso del país para honrar a los ingenieros. En dos años, Diego Rivera, que en ese momento contaba con 64 años, produjo una red visual de referencias al agua, la ciencia, la evolución y la historia de México, comenzando con el monumento a Tláloc y culminando con un lujoso fresco subterráneo interior, en el que se escucha el agua que corre por el sitio.

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