Uno de los personajes más polémicos de la historia del país fue, sin duda alguna, el expresidente Porfirio Díaz, quien permaneció en el poder por 30 años. Sin embargo, tuvo que dejarlo por el inicio de la Revolución Mexicana, uno de los movimientos armados más importantes y sangrientos que ha habido en el país.
En primavera de 1911, el espectro de renuncia de Díaz se cernía sobre la sociedad mexicana, sin embargo, el dictador no tenía en realidad intenciones de dejar la presidencia, y trataría de aferrarse más tiempo al poder teniendo nuevas estrategias en mente.
En varias partes del país se registraban brotes de violencia, debido al inicio de la Revolución Mexicana, pero Díaz trataba de minimizar la lucha a las miradas del extranjero, buscando restarle importancia al movimiento armado.
Sus esfuerzos serían en vano, pues el 17 de marzo de 1911 se vería obligado a decretar la ley marcial en el país. Al hacerlo, el presidente Díaz suspendía algunas garantías constitucionales, a fin de que se sometiera a un consejo de Guerra a los “infractores, bandoleros, destructores de ferrocarriles, teléfonos y telégrafos y líneas de transmisión eléctrica, ladrones, asaltantes de villas, y plagiarios”. A todos ellos, se advertía, les esperaba la pena de muerte.
Un día antes, el 16 de marzo, anunció su intención de repartir tierras y hacer cambios radicales a su gabinete presidencial. Esto llevó a que los secretarios de Relaciones Exteriores; Gobernación; Fomento; Instrucción Pública; Comunicaciones y Justicia, presentaran su renuncia ante Díaz.
Los únicos funcionarios de alto rango que pasarían a formar parte del nuevo gabinete serían el Secretario de Hacienda y Crédito Público, José Yves Limantour y el secretario de Guerra Manuel González Cosío Díaz.
El presidente también otorgaba una licencia al vicepresidente Ramón Corral Verdugo, para separarse de sus funciones. Según Corral, “la renuncia del gabinete del General Díaz había sido bien recibida”, a fin de facilitar las supuestas reformas que el dictador proponía para intentar el restablecimiento de la paz en el país.
Era obvio que con estas maniobras políticas, Díaz buscaba aparentar el inicio de una renovación social del pueblo mexicano, y a fin de frustrar la lucha revolucionaria. La renuncia de Díaz aún parecía imposible, pero el engranaje de la lucha armada transmitía la potencia necesaria para hacer avanzar la Revolución, que finalmente levantaría un cerco definitivo alrededor del dictador.
Díaz compareció ante el Congreso de la Unión el primero de abril de 1911, y desde esa tribuna lanzaría su promesa de decretar reformas a la Constitución y a las leyes laborales. El presidente prometía garantizar el voto, y dijo que la carencia de tales reformas era la causa de la larga permanencia de un individuo en el poder.
Estas maniobras desesperadas de Díaz no causarían el efecto deseado, ya que manifestaciones públicas en contra de su dictadura se llevaban a cabo, al tiempo que el congreso aprobaba, el 8 de abril, la suma de 8 millones de pesos para tratar de pacificar los brotes de violencia revolucionaria.
Dichos fondos se utilizarían para adquirir vagones de ferrocarril blindados, 50 mil rifles Mauser y cinco millones de cartuchos. Asimismo, el Congreso mexicano otorgaba a Corral una licencia para ausentarse del país, al tiempo que al General Bernardo Reyes se le ordenaba volver de Europa, para encargarse de sofocar la Revolución.
Las piezas de este ajedrez político de Díaz se colocaban en dirección de asegurar su permanencia en el poder, pero la lucha revolucionaria representaría el jaque mate que amenazaría al “rey” y pondría fin a su gobierno.
Los Tratados de Ciudad Juárez fueron un acuerdo de paz firmado entre Díaz y Francisco I. Madero, que se firmó el 21 de mayo de 1911. Esto puso fin a la lucha entre las fuerzas que apoyaban a Madero y las de Díaz, lo que llevó al fin del la fase inicial de la Revolución Mexicana.
Los tratados estipulaban que Díaz y el vicepresidente Corral dimitirían a finales de mayo, y que Francisco León de la Barra sería designado presidente interino mientras se celebraban unas nuevas elecciones presidenciales.
Cuatro días después, un día como hoy, 25 de mayo, pero de 1911, Limantour se presentaría ante Díaz, para que éste firmara su renuncia. Posteriormente, el 31 de mayo, partiría con su familia desde Veracruz hacia Europa, con lo que terminaba su larga dictadura.
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