Sin duda, los pueblos prehispánicos se distinguieron por ser grandes inventores, pues a largo de su estancia en el territorio nacional desarrollaron diversas herramientas tecnológicas que les permitieron mejorar distintos aspectos de su vida cotidiana como la preparación de alimentos, la construcción de sus viviendas y por supuesto, sus traslados de un lugar a otro.
Desde siempre la movilidad ha sido una necesidad imprescindible para las civilizaciones en todo el mundo, aunque hoy en día en varias ciudades se cuente con todo tipo de servicios de transporte como el metro, taxis, Metrobús, combis y demás alternativas, en tiempos pasados era más complicado desplazarse.
La revista Arqueología Mexicana del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) recalca que los pueblos del México-Tenochtitlan destacaron por aprovechar “de manera eficiente las posibilidades de transportación disponibles y desarrollaron un sistema de comunicación que fue esencial para la manutención del Imperio”.
Los medios de transportes que utilizaron los mexicas fueron las canoas, el mecapal, el huacal y el cacaxtli. Al no tener vehículos con ruedas y animales de tiro domesticados y lo suficientemente grandes para llevarlos (tal y como ocurría en Europa) la mejor manera de moverse era a pie, aunque cuando el camino implicaba recorrer varios puntos, se optaba por ir en canoa.
El mecapal era el nombre que se le daba a las cuerdas que se apoyaban en la frente y sostenían todo tipo de productos, se trataba de la técnica adecuada para recorrer veredas. Debido a que esta práctica requería de fuerza, resistencia y maña, los gobernantes decidieron especializar el transporte entrenando “a jóvenes como cargadores desde los cinco años”.
A los “choferes” de aquel tiempo se les denominó tlamemes o tamemes, ellos cargaban en su espalda cerca de 23 kg y recorrían entre 21 y 28 km. Con el tiempo, este sistema se especializó y surgieron los “relevos”, quienes se ubicaban en puntos estratégicos para recibir objetos y recorrer la siguiente distancia. Esto ocurría cuando se necesitaba entregar cosas muy pesadas o se cargaban muchas cosas.
El antropólogo estadounidense Ross Hassig, especializado en estudios mesoamericanos, apunta que los cargadores “eran tan veloces, o aun más, que los animales de tiro y las carretas, pero transportaban menos”. Cabe destacar que el tránsito a pie provocó que la organización de los caminos fuera notoriamente diferente al de otras culturas.
La misma fuente detalla que tiempo más tarde, se empezó a emplear el uso del huacal y el cacaxtli, “los cuales eran cajas o entarimados que servían para llevar mercancías más delicadas como objetos de barro o artículos de lujo”.
Las y los historiadores no conocen a ciencia cierta cuál era la remuneración que recibían las personas que se dedicaban a trasladar todo tipo de artículos, no obstante, se sabe que en muchas ocasiones se designaba este tipo de tareas a algún miembro de la familia para ahorrar en gastos.
Al principio, tener una canoa era un privilegio que sólo podían disfrutar las clases acomodadas de Tenochtitlan, esa cuestión provocó que la mayoría de la gente prefiriera viajar a pie, una práctica que se volvió tan común que pronto fue integrado como una característica cultural.
Sin embargo, también se fue popularizando cada vez más el uso del transporte acuático, de hecho, durante la llegada de los españoles ya se había convertido en un medio más conocido e importante en la sociedad azteca, incluso, esta tecnología sorprendió mucho a los acompañantes de Hernán Cortés.
Uno de los hechos que confirman esta información se encuentra en las crónicas del europeo Bernal Díaz de Castillo, quien escribió “por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas y en la calzada muchos puentes de trecho en trecho”.
Posteriormente, con la Conquista llegaron animales como caballos, mulas y burros y nuevos vehículos como las carretas y los carruajes, los cuales transformaron totalmente el transporte de la región.
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