La representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa, en la Ciudad de México, es una de las celebraciones religiosas más importantes de la capital durante Semana Santa desde hace más de 170 años. Tanta es su importancia que, en 2012, fue catalogado como Patrimonio Cultural e Intangible de la capital mexicana.
La representación de la muerte de Jesucristo se comenzó a realizar en 1833, hace ya 179 años, y en ella participan los ocho barrios de la demarcación: San Lucas, Santa Bárbara, San Ignacio, San Pablo, San José, San Pedro, La Asunción y San Miguel.
A pesar de que en la actualidad el Cerro de la Estrella representa por esto un importante lugar en Iztapalapa, en la época prehispánica también era un lugar muy representativo. Fue fue en esta zona donde Cortés fue recibido antes de entrar a la gran ciudad de Tenochtitlan. La parada de los españoles y sus aliados en esta ciudad no fue un hecho fortuito. En sí, reflejaba la importancia de la ubicación estratégica de Iztapalapa como “puerta” a los territorios del sur y oriente, y paso franco a la calzada con el mismo nombre, que llegaba al corazón de México-Tenochtitlan.
Debido a esto, fue que durante la guerra de Conquista, en este lugar se desenvolvieron diversos episodios de defensa y ataque de uno y otro bando, a la sombra de una de las montañas que, en su tiempo, fue una de las más importantes, que actualmente tiene el nombre de Cerro de la Estrella.
Este es el remate de la península de Iztapalapa, y en el antiguo entorno lacustre, a su poniente, se abría la comunicación entre el lago de Texcoco al norte y los lagos de Xochimilco y Chalco, al sur. La trascendencia del cerro iba más allá de su posición geográfica, pues ahí, en su cima, fue realizada por los mexicas la magna ceremonia del Fuego Nuevo, correspondiente al año de 1507, en tiempos de Moctezuma II o Moctezuma Xocoyotzin. La elección de este lugar para fungir como el cerro sagrado de Tenochtitlan, involucra varios aspectos: la ya mencionada geografía estratégica del lugar, y el trascendental sentido de pertenencia e identidad que tenían los mexicas hacia el antiguo poseedor de la potestad del cerro y en donde heredaron el linaje tolteca, Colhuacán.
Colhuacan o Tollan Colhuacan se ubicaba del lado poniente del cerro, y compartió el poder tripartito en distintos momentos históricos, con Otumba y Tenayocan, y con Azcapotzalco y Coatlinchan. Al haber existido por varios siglos, su influencia política se reforzaba con el reconocimiento a su ancestralidad y la clase gobernante de colhua exponía su herencia cultural procedente desde tiempos teotihuacanos, con los llamados teocolhuas y su vinculación con la Tollan Xicocotitlan y la Tollan Cholollan.
En ese tiempo, hace mil años, el Cerro de la Estrella era llamado Colhuacaltépetl y era concebido como una imagen del cerro mítico, del origen de las migraciones y lugar de nacimiento de deidades, al simular una isla entre los lagos, contar con múltiples cuevas y tener una característica forma jorobada. También era conocido como Mixcoatépetl.
Colhuacan influyó en la historia de los mexicas y viceversa. Cuando los mexicas vagaban en peregrinación, antes de establecerse en Teotihuacán, fueron atacados durante su breve estancia en Chapultepec. Allí, fue apresado su líder Huitzilihuitl y llevado a Colhuacan para ser sacrificado. Posteriormente, los mexicas se establecieron en territorio de los Colhuas, en Tizapan. Para entonces, el templo de la cima del cerro llevaba ya cuatro etapas constructivas previas: dos edificadas por los teocolhuas y dos por Colhuacán en auge.
La estadía mexica en Colhuacan construiría las raíces de su identidad: con la asimilación del mito de Mixcóatl para enriquecer el de Huitzilopochtli, el pulimento de la lengua náhuatl, el aprendizaje elementos rituales y la creación de lazos familiares. Lo más importante fue obtener el linaje tolteca, que sustentaría su legitimidad en los siguientes siglos, y llevarían con ellos a pesar de su expulsión.
Tras la expulsión de los mexicas del territorio colhua continuó su peregrinar hasta la fundación de Tenochtitlán en el centro del Lago de Texcoco, tratando de subsistir al margen de las potencias existentes: Azcapotzalco, Coatlinchan y el propio Colhuacan.
Por su parte, en la cima del Cohuacaltépetl no volvería a edificarse, en varios siglos, otro templo, debido a un ambiente adverso provocado por las problemáticas de Colhuacan con Tenayuca, el posterior sometimiento que realizó Coatlinchan y por último, su violenta conquista por parte de los tepanecas. Es de destacar que en esta última, fueron los mexicas quienes prendieron fuego al templo mayor de Colhuacan.
El siguiente acontecimiento que cambió la forma de ejercer el poder en la cuenca fue la destrucción de Azcapotzalco; hecho que marcó el inicio de la última Triple Alianza. Las tres fuerzas que asumieron el control fueron: Texcoco, que se adjudicó el linaje chichimeca del altépetl acolhua; Tlacopan, que retomó el linaje del altépetl tepaneca; y Tenochtitlán, que exigió para sí el linaje del altépetl colhua y por lo tanto el sentir tolteca y la potestad sobre el Colhuacatépetl. Este último sería renombrado como Huixachtécatl.
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