La historia de México desde que inició su Independencia, ha sido turbulenta. Especialmente durante el siglo XIX, hubo varios eventos que marcaron y cambiaron la historia del país. Dos de estos, sin duda alguna, fueron los imperios que se impusieron en el país. El primero de ellos, fue el de Agustín de Iturbide, que se instauró inmediatamente después de la consumación de la Independencia de México, y que duró apenas unos meses.
El segundo de los imperios que hubo en México, fue el de Maximiliano de Habsburgo, y se dio luego de la segunda intervención francesa en el país, en la segunda mitad del siglo XIX. Maximiliano de Habsburgo llegó a México el 28 de mayo de 1864, y su imperio concluyó el 19 de junio de 1867, cuando murió fusilado en el Cerro de las Campanas, al lado de los Generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.
Este hecho derivó del conflicto entre imperialistas y republicanos, luego de que Maximiliano se enemistara con los conservadores mexicanos y de que Napoleón III retirara sus tropas del país. A pesar de que el emperador austriaco tuvo la oportunidad de abandonar México, fue su decisión quedarse y se dirigió a Querétaro con sus hombres leales para resguardarse de las tropas liberales, que lo siguieron y sitiaron por dos meses.
Un 11 de marzo de 1867, salieron las últimas tropas francesas de territorio nacional, que apoyaban a Maximiliano.
Fueron muchos los personajes destacados en el derrocamiento del Segundo Imperio de México, y uno de ellos fue el de quien posteriormente se convirtiera en presidente y quien dejaría el poder solo con el inicio de la Revolución Mexicana: Porfirio Díaz Mori.
Y es que Díaz participó en varias batallas que fueron decisivas para que en México se dejara el Imperio y volviera la República. Por ejemplo, un día como hoy, 2 de abril, pero de 1867, fuerzas del Ejército Republicano de Oriente, encabezadas por Porfirio Díaz, tomaron la ciudad de Puebla, que era defendida por los partidarios de Maximiliano, y algunos legionarios austriacos, últimos restos del ejército invasor que fue combatido sin descanso por los mexicanos durante los cinco años.
Cuando Maximiliano y su Imperio comenzaron a perder fuerzas, los numerosos guerrilleros nacionales y las dispersas fuerzas militares republicanas se unieron en cuatro grandes cuerpos de ejércitos: el Norte, encabezado por Mariano Escobedo; en Centro, con el general Vicente Riva Palacio; el Occidente, que era encabezado por Ramón Corona y el Oriente, al mando de Porfirio Díaz.
Poco a poco, ellos fueron recuperando el terreno perdido y dejaron de ser perseguidos para convertirse en perseguidores. El Ejercito de Oriente, encabezado por Díaz, luego de las victorias de Miahuatlán, La Carbonera y Oaxaca, puso sitio a Puebla, cuyos defensores eran parte fundamental de un ejército que, en el plan imperialista y luego de derrotar a Díaz, correría al auxilio de Maximiliano.
Fue el 9 de marzo de 1867 que los republicanos iniciaron el sitio de Puebla. Díaz montó su cuartel general sobre el cerro de San Juan. La situación distaba de ser favorable para el futuro presidente de México, quien con seis mil hombres y sin los materiales de guerra suficientes para poder efectuar un asedio de larga duración, tenía que enfrentar a un número similar de enemigos, que los superaba en calidad y cantidad de artillería.
Además, los imperialistas esperaban que en cualquier momento llegara el general Leonardo Márquez desde la Ciudad de México, con cinco mil hombres de refuerzo. Díaz ordenó un sorpresivo y bien pensado ataque que acabó con la resistencia de los defensores de Puebla.
Durante este ataque, el propio Díaz estuvo a punto de morir, cuando el techo de una casa en la que combatía se desplomó sobre él, dejándolo enterrado de la cintura para abajo, mientras los soldados enemigos aprovechaban para dispararle.
Díaz logró salir vivo de ese altercado, y posteriormente, el 2 de abril, logró, junto a su ejército, la toma de Puebla. Incluso, por mucho tiempo, la fecha fue conmemorada, y durante el Porfiriato, se hacían desfiles, bailes, se escribían reseñas pormenorizadas de la batalla, como el episodio militar decisivo que mino al imperio.
Luego, los vencedores de la Revolución mandarían al olvido esa fecha, e incluso, se quitó de las celebraciones oficiales. Lo cierto es que la toma de Puebla por las fuerzas de Porfirio Díaz acabó con las últimas esperanzas del triunfo imperialista.
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