Tenochtitlan: dónde se encuentran en la actualidad las calzadas que llevaban a la gran ciudad del imperio mexica

Desde la época prehispánica, existen algunas importantes calzadas que llegaban hasta al centro de México-Tenochtitlan

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En Tenochtitlan existían algunas importantes
En Tenochtitlan existían algunas importantes calzadas que siguen funcionando hasta la fecha y que llegan hasta el centro de la capital. (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

La historia de la Ciudad de México tiene un importante pasado. La capital del país es una de las ciudades más grandes del mundo, y sus inicios se remontan a la época prehispánica, cuando un grupo de indígenas decidieron establecerse en un islote que se encontraba en el centro del Lago de Texcoco. Esto, luego de que el señor de Azcapotzalco les permitiera establecerse en el islote.

La ciudad se fundó en 1325 y para 1500, la cuenca de México y su centro, la ciudad de México-Tenochtitlan, era una de las áreas más pobladas del mundo. En este aspecto, rivalizaba con París, la ciudad europea más grande de esa época. Se estima que eran, aproximadamente, unas 250 mil personas las que vivían en la cuenca y en ciudades como Azcapotzalco y Texcoco.

De entre ellas, México-Tenochtitlan era especial a causa de su posición: una isla que emergía del Lago de Texcoco. Los canales surcaban la ciudad y cinco calzadas elevadas se extendían hacia las afueras para conectar el centro con las orillas circundantes. Estas calzadas son, hasta la fecha, los ejes principales de la moderna Ciudad de México: la avenida de la Ribera de San Cosme al oeste; la Calzada de Guadalupe hacia el norte; y la Calzada de Iztapalapa hacia el sur, la cual es conocida en la actualidad como Calzada de San Antonio Abad. Esta última, fue por donde entró Hernán Cortés para llegar a Tenochtitlan en 1519. Todas ellas convergían en el centro ceremonial, que correspondía a la zona que actualmente se conoce como el Zócalo de la Ciudad de México. En su corazón se encontraba el Templo Mayor, cuya base es visible en la actualidad.

En tiempos de los mexicas, los edificios de Tenochtitlan estaban construidos de un resistente adobe y eran bajos, con poco más de dos plantas. Parte de la ciudad se construyo en tierras ganadas al lago, por esto, se levantaba apenas por encima del nivel del agua, con pocos promontorios. En contraste, las calzadas de ingreso a la ciudad se elevaban por sobre el lecho del lago, sirviendo, a su vez, de diques que ayudaban a mitigar las fluctuaciones estacionales del agua alrededor de la ciudad. Debido a la elevación de las calzadas, estas también funcionaban como escenarios naturales para eventos ceremoniales.

Por la calzada de Iztapalapa,
Por la calzada de Iztapalapa, al sur de la Ciudad de México, fue por donde entró Hernán Cortés a Tenochtitlan. Foto: Especial

Las altas calzadas que se extendían a través del lago permitían que el pueblo viera las procesiones que se realizaban hacia y desde la ciudad. Tras la victoria sobre otro altépetl o poblado, los guerreros mexicas volvían a la ciudad cargados de esclavos, oro, gemas, plumas preciosas, escudos e insignias, ropas y otros botines, todo de valor, tal y como lo describía Fray Diego Durán. Las grandes calzadas constituían su entrada a la ciudad, pues eran amplias, midiendo aproximadamente entre 5 y 6 metros de ancho, y debido a su elevación, parecían galerías de desfiles que permitían a los residentes ver el retorno de los guerreros a la distancia. Lo que veían en las calzadas era espectacular, pues las vestimentas utilizadas por los guerreros de altos rangos eran confeccionadas con plumajes. Estas adornaban su armadura corporal y sus brillantes insignias, como tocados y bastidores traseros, estaban hechos con largas y brillantes plumas.

El uso de las diferentes calzadas que partían desde el centro de México-Tenochtitlan hacia las cuatro direcciones cardinales, permitían a los residentes de la ciudad concebir el poder mexica, hecho visible en las conquistas militares, como capaz de extenderse hasta los límites del mundo conocido. Bajo el gobierno de Izcóatl, luego de la victoria sobre los tepanecas de Azcapotzalco, los mexicas debieron entrar triunfales a la ciudad desde el oeste a través de la calzada de Tlacopan, hoy Ribera de San Cosme; a su regreso, luego de la derrota en Coyoacán, lo habrían hecho por la calzada de Iztapalapa, en el sur. La llegada de los tributos a los almacenes de la ciudad, hecho que se sucedía cuatro veces al año, debió haber sido parte del ciclo de espectáculos públicos que afirmaban el control del Tenochtitlan sobre el mundo circundante. Los tamemes cargados de bienes preciosos entraban a la ciudad por las calzadas, mientras que por los canales ingresaban las canoas de madera repletas de los bienes más pesados, como el maíz y el frijol.

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