¿Qué sería de la economía de la sociedad mexicana si no existieran los mercados y los tianguis? Gracias a estos centros de comida y de diferentes productos, muchas personas pueden adquirir sus víveres para la vida cotidiana a un precio más accesible -en la mayoría de la veces- que en los supermercados.
La existencia de estos lugares data de hace varios siglos y, en estricto sentido, se podría afirmar que es una tradición prehispánica que ha logrado sobrevivir a lo largo del tiempo, ya que en época de las culturas precolombinas existía el Mercado de Tlatelolco.
Se trataba de uno de los centros de abastecimiento más grandes e impresionantes del mundo, y según información del INAH así lo afirmó Hernán Cortés en una carta donde escribió que este sitio era “dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo”.
Este establecimiento sería la semilla del mercado más antiguo de la Ciudad de México en la actualidad: La Merced. De acuerdo con el arquitecto de la UNAM, Óscar Zúñiga, este surgió de manera “informal” en el año 1594 cuando en tiempos de la Nueva España se decidió fundar el Monasterio de Nuestra Señora de la Merced de la Redención de los Cautivos, mejor conocido como el Convento de la Merced.
Al poco tiempo de la existencia de este monasterio comenzó a haber una notable actividad comercial, lo que provocó que el sitio no tardara en convertirse en un centro para vender o intercambiar productos, pues en ese entonces, no había un lugar específico dedicado a ese tipo de prácticas.
Desde entonces, se convirtió en la capital comercial de la Nueva España, pero fue hasta el siglo XVIII cuando el barrio se consolidó formalmente como un área de intercambio de alimentos, debido a que en la zona se fue conformando “un gran tianguis con puestos de estructuras de madera”.
Según información de la Secretaría de Turismo, otro de los factores que influyeron para que esto sucediera fue que cerca del convento se encontraba el embarcadero de Roldán, el cual recibía frutas y verduras frescas que venían desde las alcaldías de Xochimilco y Tláhuac.
Posteriormente a finales del siglo XIX, debido a las Leyes de Reforma, se decidió demoler una parte del centro religioso y el espacio que quedó libre fue ocupado por los comerciantes del embarcadero que empezaron a atraer más la atención de la gente.
En tiempos de Porfirio Díaz la tradición comercial fue en aumento e incluso, el entonces presidente “ordenó la construcción del hoy antiguo mercado de la Merced, inaugurado en el año de 1890″. Se trató de un establecimiento con dos naves de más de 800 metros cuadrados.
Durante todo ese tiempo la Merced ocupó el lugar principal como centro de alimentos en la capital. La tercera etapa del inmueble se dio en el periodo presidencial de Adolfo Ruíz Cortines, en el cual se creó un proyecto dedicado exclusivamente a la modernización y la ampliación del mercado.
La decisión se tomó porque era necesario reordenar territorialmente la Ciudad para el beneficio de los habitantes, pues la pequeña construcción no era suficiente para todos los comerciantes del lugar. Por este motivo, varios puestos se ubicaban de forma intermitente en las calles aledañas, lo que provocaba caos vial.
El arquitecto Zúñiga resalta que el plan buscaba organizar espacialmente y de forma eficiente los comercios “dentro de una estructura de orden funcionalista que incluyera la idiosincrasia del mercado prehispánico para no perder la esencia de los orígenes del barrio”.
Finalmente, se estableció como fecha de inauguración el 23 de septiembre del año 1957, un día antes de la celebración religiosa de la Virgen del barrio de la Merced. Aunque ha pasado por algunas remodelaciones debido a problemas en las instalaciones, hoy el la Merced junto con la Central de Abastos, son uno de los centros distribuidores de varios productos más importantes del país.
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