El estado de Guerrero —en la Costa del Pacífico— es un territorio salvaje, donde varios grupos de narcotraficantes aterrizan a plena luz del día, campan por respeto, y aterrorizan a la población. Una de esas células conocida como Los Ardillos se apoderó desde hace años de las comunidades de Chilapa y Joaquín Herrera.
Los testimonios de estas zonas señalan un extremo muy preocupante, de sobra conocido por todas las autoridades: los narcos han comenzado a levantar a gente para engrosar sus filas. El diario Milenio ha documentado que tan sólo en los primeros días del pasado mes de diciembre, tres indígenas nahuas fueron desaparecidos.
Los habitantes refieren que fue desde 2016 cuando comenzaron a cooptar a las comunidades. Se apoderaron de rutas y ejidos e instalaron sus laboratorios y plantíos.
Las labor de la policía y la fiscalía es difícil ya que varios agentes han decidido abandonar el área. Por ello, los pobladores han instalado retenes, campamentos y puntos de observación.
Guerrero — con 3,533 millones de habitantes— no ha logrado contener las embestidas del narco. Los asesinatos, secuestros y extorsiones se han sucedido en uno de los principales canales de paso para la distribución de marihuana y opio. En un informe publicado por The International Crisis Group sobre la situación de violencia en el estado, se informa que al menos 40 grupos luchan por un diverso portafolio criminal con altísimas tasas de impunidad.
La proliferación de organizaciones criminales en el estado, se remontan a la muerte del capo mexicano, Arturo Beltrán Leyva en 2009, que supuso un golpe certero al avispero. Algunos de los viejos secuases del cabecilla de los Beltran Leyva se fueron por un lado, otros por otros. De ahí surgieron Los Rojos, luego Los Jefes.
Los Ardillos, en cambio, son una banda de secuestradores venidos a más. A su primer líder, Celso Ortega, le llamaban La Ardilla. Su hijo fue diputado local por el PRD.
El mapa de ubicación de las células criminales actualizado en enero de 2020 por la Secretaría de Seguridad Pública, ubica al Cártel Jalisco Nueva Generación en la sierra de Guerrero, donde ha tenido enfrentamientos contra integrantes de la Familia Michoacana.
El control de los territorios también es disputado por pandillas como Los Virus, Los Capuchinos, Gente Nueva —brazo armado del Cártel de Sinaloa—, el Cártel Independiente de Acapulco (CIDA), y Guerreros Unidos.
Según los análisis de la Internacional Crisis Group, el enfoque de seguridad emprendido por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido errático, sus programas para hacer menos atractivo el mundo criminal entre los jóvenes no ha dado resultado, la Guardia Nacional sigue siendo un sueño incumplido y los planes para limpiar las fuerzas federales continúan al aire.
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