El gobierno de España no solicitará la repatriación de los restos de Hernán Cortés de México al país europeo.
El Poder Ejecutivo se lo notificó al Congreso de Diputados español, luego de que los legisladores preguntaron cuáles eran las acciones que el gobierno implementó para defender el legado del conquistador como mostró . Europa Press, que accedió al documento.
Los integrantes del Partido Popular (PP) de España, presidido por Pablo Casado, criticaron al gobierno por no haber defendido el papel del país europeo en “la construcción de América” y aseguraron que la ciudadanía debe sentirse orgullosa de las acciones del conquistador.
El PP preguntó al Ministerio de Asuntos Exteriores sobre las medidas que realiza para “contrarrestar posiciones hostiles”, como la del presidente Andrés Manuel López Obrador, que atacan el legado de Cortés.
Además, los integrantes del PP cuestionaron al Ministerio sobre la posibilidad de regresar a España los restos del conquistador. Asimismo, lamentaron que un personaje relevante, como Cortés, “permanezca escondido y algunas autoridades mexicanas se refieran a él con desprecio”. También demandaron que el conquistador no permanezca enterrado en la Ciudad de México.
Por su parte, el Ejecutivo se amparó en la necesidad de cuidar “lazos comunes y respetar los debates propios” e informó que no está en las agendas de ninguno de los dos países trasladar los restos que unen a ambas naciones.
Sin embargo, aunque es una pieza importante en la historia de México, poco se sabe sobre donde se encuentran los restos del español. Hernán Cortés falleció el 2 de diciembre de 1547, debido a una enfermedad pulmonar, en Sevilla, España.
Tras su muerte, su cuerpo fue enterrado en el monasterio de San Isidro del Campo, también en Sevilla, sin embargo, años más tarde sus restos fueron reubicados por cuestiones de espacio.
En el testamento de Cortés, el español pidió que antes de que se cumplieran 10 años de su muerte, su cuerpo debía ser regresado a México, que en ese tiempo aún era la Nueva España, para ser enterrado en un monasterio que él mismo mandó a construir en Coyoacán, sin embargo, este recinto nunca se concluyó, pues el cabildo de la ciudad había usado los recursos para otro proyecto.
A pesar de ello, los restos del conquistador fueron enviados a la Nueva España en 1566 en una urna cerrada, y depositados en la iglesia de San Francisco, en Texcoco. Para 1629 la urna volvió a cambiarse de lugar, tras la muerte de Pedro Cortés, quien fue el último integrante masculino de la descendencia de Hernán Cortés. Los restos de ambos fueron colocados en un templo Franciscano ubicado en la Ciudad de México.
Posteriormente, en 1794, la urna de Hernán Cortés fue llevada a la Iglesia de Jesús de Nazareno, en donde alguna vez Cortés dijo que quería ser enterrado.
Luego de consumarse la Independencia de México, en 1821, los restos de algunos personajes icónicos considerados héroes de la Guerra, fueron traídos a la Ciudad de México. Los restos de Cortés que permanecían en la Iglesia de Jesús de Nazareno, causaron ira a la población, por tratarse de la figura que trajo a los españoles a México, y quien inició la conquista.
En poco tiempo, la idea de profanar la urna y destruir los restos del español, fue volviéndose popular, y por ello, el administrador del hospital de Jesús de Nazareno, Lucas Alamán, decidió sacar la urna y esconderla para evitar que la sociedad se apoderara de ella. El primer lugar en donde la ocultó fue en la tarima del hospital, que se encuentra al lado de la iglesia, y que llevaba el mismo nombre, Jesús de Nazareno. Hoy, se conoce solamente como el Hospital de Jesús, y se encuentra sobre la importante avenida 20 de Noviembre, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos del Zócalo.
Este hospital fue fundado por el mismo Cortés en 1824 para atender a los soldados españoles heridos por la guerra que se llevaba a cabo contra los aztecas. De hecho, es el primer hospital que existió en el continente americano, y que hasta la fecha se conserva.
Lucas Alamán puso los restos de Cortés en un lugar secreto, y a la población se le dijo que el cuerpo de Cortés había sido enviado a Italia.
Alamán no quiso que los restos de Cortés se perdieran, y por ello, dio a conocer la verdadera ubicación de los restos del cuerpo en tres actas “secretas”. Una la entregó a la Embajada de España, otra la envió a los descendientes de Cortes, que vivían en Italia, y la última la guardó en el Patronato del Hospital de Jesús de Nazareno. Por más de un siglo, dichas actas permanecieron selladas.
Fue hasta 1946 cuando Indalecio Prieto, un político español exiliado en México debido al franquismo que se vivía en España, encontró una de estas actas en la Embajada de su país. Al leer la acta, se dio cuenta que los restos de Cortés permanecían ocultos en uno de los muros contiguos al altar del templo de Jesús de Nazareno.
El 24 de noviembre de 1946 comenzaron las labores para dar con la urna, y luego de horas de trabajo, se encontró la bóveda en donde descansaban los restos del español. Por acuerdo presidencial, se determinó que los restos fueran enviados al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en donde se determinó que los restos, efectivamente, pertenecían a Cortés.
Al final, se decidió que la urna regresara al muro de la iglesia ubicada a un costado del Hospital de Jesús, en donde hasta la fecha descansan los restos del español, al lado de una placa de bronce en donde solo se lee Hernán Cortés 1485-1547, y su escudo familiar.
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