Pese a los años, los campos de La Bartolina, en Matamoros (Tamaulipas) no dejan de oler a pólvora. Se trata de una memoria de que en el pasado —en una de las épocas más sangrientas de México— existió ahí un crematorio, donde hubo torturas, secuestros, homicidios, entrenamientos a criminales y fosas clandestinas. Incluso los testimonios aseguran que donde pisaran encontrarían el resto de un humano.
La Bartolina es un centro de exterminio que el Cártel del Golfo utilizó entre 2009 y 2016. Está ubicado en Matamoros, Tamaulipas, a sólo 42 minutos de Brownsville, Texas, en EEUU. Su existencia fue revelada tras la detención del narco identificado como el Ciclón 40 y/o Comandante Fili.
Este sujeto de nombre Caudillo Salinas impuso durante varios años el terror en la población: años de cadáveres decapitados, cuerpos colgados, de años sin ley.
La carrera criminal del Ciclón 40 acabó en 2016 cuando fue detenido y extraditado a Estados Unidos. Según reveló la DEA, el hombre entregó información a cambio de su libertad. Al siguiente año regresó a Matamoros donde fingió su muerte. Pero no fue hasta dos años después que sucedió. El líder de la célula criminal de Los Ciclones fue ejecutado por un grupo rival.
Los datos revelados por el cabecilla criminal sirvieron para que en 2016, los militares y elementos de la fiscalía comenzaran a estrillar la tierra de La Bartolina. Se realizaron una veintena de excavaciones y en siete de ellas se encontraron ropa, relojes, pulseras, facturas, licencias de manejo, dientes y rosarios.
La limpieza del campo de exterminio llevó a la organización criminal a desplazarse de la zona. Durante esa época, el silencio se apoderó de las autoridades de Tamaulipas.
El Cártel del Golfo, que durante décadas controló la llamada frontera chica entre Tamaulipas y Texas quedó muy debilitado desde la ruptura en 2010 de su brazo armado Los Zetas, un grupo criminal fundado por militares desertores. Desde entonces, el sanguinario enfrentamiento entre los dos grupos por el control del territorio ha sido constante.
Desde hace un par de semanas, las desapariciones han dado un golpe brutal que ha obligado al gobierno a voltear a este tema doloroso. El pasado viernes, la Comisionada Nacional de Búsqueda, Karla Quintan, informó sobre la existencia de al menos nueve fosas clandestinas ubicadas el noroeste del país.
Ese mismo día también fue noticia el asesinato de la activista Aranza Ramos, del colectivo las Buscadoras de Sonora, y quien indagaba el paradero de su esposo, quien desapareció desde hace ocho meses. La mujer, de 28 años, fue asesinada en el municipio de Cajeme, Sonora. Según los reportes, un comando ingresó a su domicilio, la levantó y unos minutos más tarde fue hallada sin vida.
En el México de hoy, desgarrado por los conflictos entre cárteles y desapariciones, el hallazgo resulta un paso más para frenar al crimen organizado, que ha dejado al menos 11 mil desaparecidos.
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