Las voces combativas de Chiconautla: la violencia de género encarada desde la cárcel

Infobae México ingresó al penal de Chiconautla, Estado de México, y logró recopilar testimonios de mujeres que protestan contra la violencia de género desde el encierro

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(Fotografía: Alfonso Sotelo)
(Fotografía: Alfonso Sotelo)

Pájaros pintados de colores enmarcan el espacio al aire libre que las mujeres del penal de Chiconautla, Estado de México, ocupan para sus actividades recreativas. Sus otros acompañantes son aves de carne y hueso que decidieron construir sus nidos sobre el alambre de púas en los muros que las separan de la libertad.

Dentro de su confinamiento se acerca poco a poco el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. A pesar de que ellas no se encontrarán en las calles, participando en las manifestaciones contra la violencia de género, escribieron consignas en cartulinas blancas para protestar desde el interior de la cárcel.

Durante la campaña “Aisladas, pero no solas”, impulsada por Reinserta y La Cana, organizaciones enfocadas en personas privadas de su libertad, algunas reclusas hablaron con Infobae México sobre cómo la violencia estructural contra las mujeres se presentó a lo largo de su vida.

“TU COMO MAMÁ…¿YA HABLASTE CON TU HIJO?”

Carolina está encerrada por el delito de lesiones a su hijo, pero detrás de ello existió una fuerte presión social que exigía que lo controlara
(Fotografía: Alfonso Sotelo)
Carolina está encerrada por el delito de lesiones a su hijo, pero detrás de ello existió una fuerte presión social que exigía que lo controlara (Fotografía: Alfonso Sotelo)

A Carolina le cuesta hablar de su vida, pero asegura que en su familia su papá siempre tenía la razón, “papá era el jefe de la casa”. Su madre también trabajaba, pero “había que rendir cuentas”, entregando la nómina, a veces completa, a su esposo.

Bajo ese contexto creció, dentro de una familia en la que no existía el llanto masculino. Los estigmas en torno a la mujer, los hijos y el hogar, los llevó en la espalda desde aquel momento. “Se marca como chip en las personas, en cada una de nosotras”, dijo.

Ahora, en un patio del penal de Chiconautla, recuerda que al estar con su primera pareja identificó “esas mismas actitudes, pero más marcadas. Como él venía de un matrimonio previo me comparaba: ‘es que ella es mejor que tú’, ‘es que la mujer tiene que estar en la casa’, ‘es que por qué no limpias los focos’ “.

Carolina está encerrada por el delito de lesiones a su hijo, pero detrás de ello existió una fuerte presión social que exigía que lo controlara. “A mi me afectó el hecho de que, por muchos años, tuve problemas de conducta con mi hijo. Él vivía una situación creada por mí misma, por mi comportamiento, por mi disfuncionalidad, por mi neurosis”, narró.

Al separarse de su esposo, Carolina sintió la carga social de ser madre soltera, lo que para ella implicaba ser mamá, papá, la economía y estar bien en todos lo ámbitos. “Eres como un superhéroe ¿no?”, cuestionó.

Ella dejó de tener espacios para sentirse vulnerable, para “ser débil”. Además, a ello se sumó la crítica constante de su círculo más cercano: “tú como mamá ¿ya hablaste con tu hijo?”, “es que no le pones atención”, “si fueras buena mamá intentarías esto”, fueron algunos de los comentarios con los que la bombardeaban.

A pesar de que ellas no se encontrarán en las calles, participando en las manifestaciones contra la violencia de género, escribieron consignas en cartulinas blancas para protestar desde el interior de la cárcel
(Fotografía: Alfonso Sotelo)
A pesar de que ellas no se encontrarán en las calles, participando en las manifestaciones contra la violencia de género, escribieron consignas en cartulinas blancas para protestar desde el interior de la cárcel (Fotografía: Alfonso Sotelo)

Esta presión social, agregó, no le permitió obtener el apoyo que necesitaba “me llevó a tal grado que pasé de ser víctima a victimaria”.

Para las madres que atraviesan una presión como la que ella vivió, Carolina recomienda buscar alternativas. “Un error muy grande es creer que tus problemas son los únicos, que nadie está viviendo lo mismo que tú, que nadie te entiende, pero hay muchas mujeres que están en la misma situación y no saben qué hacer”.

La ayuda existe desde el momento que alguien más pasa por una situación como la tuya, asegura. “Tienes que respirar y bajar tus impulsos porque a veces eso nos lleva a estar aquí, a no pensar antes de actuar”.

De acuerdo con información de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem), el sistema penitenciario mexiquense es el más grande del país al albergar a 31 mil 500 internos.

Inicialmente, puntualiza la Codhem en su Cuarto Informe Especial de mujeres en prisión, el sistema penitenciario de esta entidad fue diseñado para población masculina. Aún cuando la infraestructura carcelaria ha modificado sus 12 penales para alojar mujeres, ésta sigue siendo insuficiente e inadecuada, ya que sólo la Penitenciaría Femenil de Nezahualcóyotl Sur es exclusiva para el sector femenino.

“AQUÍ ESTOY”

Una de las canciones favoritas de Sofía es “Aquí estoy” de los Rude Boys. En su proceso de reinserción, reafirmó su gusto por el ska, un género musical que utiliza como catarsis para sobrellevar el encierro
(Fotografía: Alfonso Sotelo)
Una de las canciones favoritas de Sofía es “Aquí estoy” de los Rude Boys. En su proceso de reinserción, reafirmó su gusto por el ska, un género musical que utiliza como catarsis para sobrellevar el encierro (Fotografía: Alfonso Sotelo)

Sofía señala que su familia fue catalogada como “funcional”, no era un matrimonio separado, pero la última palabra siempre la tuvo su padre. Ella, asegura, fue educada en un “ambiente con mucha rectitud, de valores y buenas costumbres”.

Tiempo después, durante su adolescencia, Sofía menciona que su padre nunca les dijo: “te quiero temprano en casa porque me preocupas, es peligroso”. Todo lo contrario, siempre les recalcó, tanto a ella como a su hermana, que “las quería temprano porque su imagen como mujer, después de las 8 de la noche, no era bien vista, qué va a decir la gente”.

Todas estas actitudes y comportamientos, dice la reclusa, las incorporó a la hora de formar su propia vida. Los patrones se repetían, la familia era diferente, pero la violencia permanecía. “Hoy lo identifico, todo inició desde mi casa, en aquel entonces las decisiones de mi esposo eran las únicas válidas”.

Sofía vivió en carne propia la dependencia emocional de pareja, el estar temerosa ante la amenaza de abandono. “Sentía que mi mundo se iba a terminar cuando él decidiera dejarme, porque fue lo que aprendí”.

En su primer matrimonio sufrió violencia física y en el segundo, violencia psicológica. Ella narra que terminó idolatrando a su esposo porque pensó erróneamente que “la había salvado de su primera relación” y ella estaba agradecida, pues “se había hecho cargo de una hija que no era de él”.

Sofía recuerda que al ver los problemas en su relación, su mamá siempre vio por ella y sus dos hijas. “En algún momento, él me dijo que le haría daño a mi familia, no le creí. Ante la amenaza de abandono le dije: ‘la ira te hace decir tonterías’, pero al paso de los años sucedió”.

Hoy Sofía se encuentra en Chiconautla porque es acusada del homicidio de su madre y su hermana. “Culpable no soy, ellas eran de las personas que más me apoyaban y más amaba en mi vida”.

(Fotografía: Alfonso Sotelo)
(Fotografía: Alfonso Sotelo)

Ella, al tomar el micrófono, exhorta a las mujeres a hacer caso a las señales, a irse a la primera, a que sepan que no están solas. “Cuando quise terminar esta relación destructiva, mi esposo cometió el acto. Está prófugo. Me quedé con la pérdida de mis seres queridos y ahora estoy pagando una condena de 61 años por haber seguido el patrón de que él es el que tiene la última palabra”.

Sofía asegura que la violencia de género se combate desde diferentes trincheras, pero uno de los caminos que a ella le funcionaron es el amor propio, “el respetarse, procurarse y quererse a una misma”.

Palabras con sabor a resistencia, ojos cansados y miradas con esperanza. Una de las canciones favoritas de Sofía es “Aquí estoy” de los Rude Boys. En su proceso de reinserción, reafirmó su gusto por el ska, un género musical que utiliza como catarsis para sobrellevar el encierro.

En 2020, la Codhem informó que los centros de prevención y reinserción social estatales albergan a mil 975 internas, de las cuales mil 204, es decir 61% del total, han sido sentenciadas. Por otro lado, el 39%, son procesadas, entre mujeres jóvenes, madres, adultas mayores, embarazadas, en periodo de lactancia, indígenas, con alguna enfermedad o integrantes de la comunidad LGBT+.

El informe de la Codhem, realizado de enero a noviembre del año pasado, señala que el 95% de los lugares destinados para las internas carecen de diseño ex profeso para atender sus necesidades prioritarias, lo que configura una situación permanente de discriminación.

ROMPE EL SILENCIO

Laura tiene 19 años de casada y el no poder tener hijos fue de las cosas que más la presionó durante su vida.
(Fotografía: Alfonso Sotelo)
Laura tiene 19 años de casada y el no poder tener hijos fue de las cosas que más la presionó durante su vida. (Fotografía: Alfonso Sotelo)

Laura tiene el cabello largo, las cejas marcadas y los ojos delineados. Del cubrebocas, obligatorio por COVID-19, se empieza a asomar su nariz, mientras narra cómo varias experiencias desde la niñez la orillaron, en mayor o menor medida, a su reclusión.

“Yo recuerdo como mi padre golpeaba a mi mamá, la denigraba, no la dejaba hablar con las personas y era muy celoso”, recordó. Así continuó su infancia. Entre constantes agresiones y la necesidad de cuidar a sus hermanos, las secuelas de ese pasado comenzaron a hacer efecto. ”Toda esa violencia que viví de niña la llevé a cabo con mi propia familia”, dijo Laura, quién prefirió omitir el motivo de su encierro.

Tiene 19 años de casada y el no poder tener hijos fue de las cosas que más la presionó durante su vida. “Cuando yo me caso, quiero eso. Te sientes mal por no lograr concebir, más aparte los comentarios de la gente sí te afectan, te llevan a una depresión y a tener problemas con tu pareja”, explicó.

El cartel de protesta de Laura está coronado con la frase “Rompe el silencio” para exponer la violencia sexual, discriminación social y laboral a la que están sujetas las mujeres. Ella era comerciante del municipio de Coacalco y aunque durante su vida vivió el desamor de sus padres, hay una escena que no se le olvida: “Un padre enseñando a su hija a andar en bicicleta”.

Saskia Niño de Rivera, fundadora de Reinserta, aseguró durante el lanzamiento de “Aisladas, pero no solas” que como sociedad tenemos grandes fallas cuando la prisión se transforma en un espacio de aprendizaje. “Tiene que haber una reflexión en materia de justicia, donde la cárcel ya es demasiado tarde, tiene que ser antes”.

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