La entrada al inframundo: así es Balamkú, el lugar que cambiará la concepción del mundo maya

Esta cueva es un santuario subterráneo preservado casi intacto ante el paso del tiempo y que representa uno de los hallazgos más importantes en 70 años para el entendimiento de los enigmáticos mayas

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Video: Juan Vicente Manrique

Uno de los muchos secretos que aún guardan las entrañas de la Ciudad de los Dioses del Agua, Chichén Itzá, ha sido revelado después de haber permanecido oculto por más de 1.000 años.

Se trata de la cueva del dios jaguar, Balamkú, ubicada a 2,7 kilómetros al este del Templo de Kukulkán.

Esta cueva es un santuario subterráneo preservado casi intacto ante el paso del tiempo y que representa uno de los hallazgos más importantes en 70 años para el entendimiento de la enigmática cultura maya.

En 2018 fue la segunda ocasión en la que arqueólogos tuvieron conocimiento de la cueva. Ya anteriormente, en el año 1966, un grupo de ejidatarios de la zona la habían descubierto.

(Foto: Karla Ortega /INHA)
(Foto: Karla Ortega /INHA)

Según historias, cuentan que iban cazando un armadillo o algún animal parecido, y fue este quien les mostró la existencia de la cueva del dios jaguar.

Luego del descubrimiento, los hombres dieron aviso al arqueólogo Víctor Segovia Pinto, quien la visitó y levantó el reporte del hallazgo informando que había una gran cantidad de material arqueológico. El informe lo envió al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Sin embargo, Segovia decidió sellar nuevamente la cueva unas semanas después de descubrirla, y todos los documentos del hallazgo, de aquel año, desaparecieron.

Hasta hoy, se ignoran las razones de por qué el arqueólogo, originario de Yucatán, decidió cerrarla.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

Existen versiones de que mandó cerrarla porque los pobladores le avisaron de que “cosas malas” podrían pasar si ingresaban o que dentro había “aires malos” que podrían ocasionarles algún daño a las personas que se atrevieran a ingresar al sitio sagrado.

Segunda y fortuita oportunidad para descubrir el inframundo

Esta segunda gran oportunidad no la desaprovecharán, dijo Guillermo De Anda, arqueólogo encargado del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), en la rueda de prensa que ofrecieron en marzo del 2019 para presentar los hallazgos.

Los investigadores del GAM hacían exploraciones subterráneas tratando de encontrar una entrada que les permitiera acceder al mítico cenote que está debajo de la pirámide de Kukulkán, cuando fortuitamente volvieron a encontrar la cueva Balamkú.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

El mítico cenote al que los investigadores están tratando de acceder, sin éxito hasta el momento, es al que los arqueólogos se refieren como Ya´ax-há, que significa “agua verde” en lengua maya, y está situado hacia el rumbo del Ya´ax, que es la quinta dimensión en la cosmogonía de la antigua civilización.

El cenote se encuentra ahí desde el siglo VII, especulan los investigadores por la subestructura que encontraron debajo de “El Castillo” como llamaron al Templo de Kukulkán los españoles, dicho cenote podría ser el pozo fundacional de Chichén Itzá, explicó el arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología del INAH.

Hay evidencia geofísica de la existencia del cenote sobre el que se construyó el Templo de Kukulkán. El doctor René Chávez de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tiene diagramas y fotografías hechas con resonancia electromagnética que indican que hay un enorme cenote ahí debajo.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

Los trabajos que ha realizado el equipo del GAM para dar con el quinto cenote, han arrojado importantes descubrimientos sobre la conexión que tienen los otros cuatro, ubicados en cada uno de los puntos cardinales a partir de la pirámide de Kukulkán.

Los cenotes son espacios sagrados, considerados parte fundamental para entender cómo los mayas comprendían el origen del universo. Para los mayas son el útero materno, la entrada al inframundo.

Acceder al cenote que está debajo del Templo de Kukulkán podría arrojar datos que cambiarían la concepción que tenemos hasta ahora de la civilización maya.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

Los investigadores señalaron que la condición de los elementos relacionados con el agua, que encontraron dentro de Balamkù, son, seguramente, rituales místicos muy particulares que tienen que ver con la petición de agua para sus cosechas o están relacionados con el inframundo: el espacio sagrado donde nace la vida, el agua primigenia, según la cosmogonía maya.

Los espíritus de la cueva Balamkú dejaron entrar al equipo del GAM

No fue nada fácil acceder a la cueva del dios jaguar. De Anda contó que fueron largas horas las que pasó boca abajo en los túneles apretados de la cueva, antes de que su lámpara iluminará inesperadamente el tesoro que escondía en su interior Balamkú.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

“Es un acceso muy pequeño, con algunas galerías… Si es bastante difícil pero vale la pena el esfuerzo, pero lo que yo creo que es muy importante destacar, no el esfuerzo de nosotros, sino el esfuerzo de los antiguos mayas, que entraron ahí a depositar ofrendas sin equipo sin lámparas, solo con antorchas con el objetivo para propiciar el agua para su pueblo”, narró el arqueólogo De Anda en entrevista con Infobae.

Las ofrendas dejadas por los antiguos mayas para Tláloc y encontradas en perfecto estado de conservación por los investigadores, son más de 200 artefactos, entre los que se encuentran incensarios, jarrones, platos decorados y cientos de objetos que datan de hace más de mil años.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

“Me quedé sin habla y empecé a llorar. He analizado restos humanos en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, pero nada de eso es comparable a la sensación que tuve al entrar yo solo por primera vez en esa cueva. Casi puede sentir la presencia de los mayas que depositaron aquí estas cosas”, dijo el arqueólogo.

Pero las dificultades del terreno no fueron las únicas a las que se enfrentaron los investigadores al entrar a la cueva, también enfrentaron riesgos de un “mundo espiritual”.

Tuvieron que sortear serpientes y pedir permiso, con una ceremonia de desagravio, a los espíritus guardianes de la cueva para poder encontrar las ofrendas que los mayas había dejado hace muchísimos años al dios jaguar, quien según la antigua civilización tenía la facultad de entrar y salir del inframundo.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

Una víbora coralillo, especie muy venenosa, fue la primera que salió al paso de Guillermo De Anda. La guardiana estaba en la entrada de Balamkú cuando De Anda se acercó por primera vez.

En la boca de la cueva, que no rebasa los 45 centímetros, la coralillo no dejaba pasar a los investigadores. Los habitantes les sugirieron que esperaran para poder entrar, luego de realizar las invocaciones necesarias y siendo el quinto día después de descubierta la cueva, la serpiente desapareció de Balamkú.

También hicieron una ceremonia de desagravio que duró 6 horas, “Fue una ceremonia muy emotiva porque ellos hacen un altar con la representación del cosmos, con ramas que es el cielo, con una mesa cuadrada que representa el cosmos cuadrado de los mayas y de los mesoamericanos, con un inframundo”, contó el arqueólogo.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

Un sacerdote maya fue quien preparó la ofrenda para los guardianes de Balamkú y les pidió que permitieran la entrada a los investigadores.

“Invocaron a una serie de deidades y su invocación tiene que ver con eso, también se invocan a los espíritus de la cueva, invocan a las cuevas que la rodean y a esta misma como rasgos sagrados. Y entonces, cuando invocaron al viento, empezó a soplar un viento fuerte, y me dijo el sacerdote ves cómo lo invoque”, recordó De Anda.

Este sitio en especial y por alguna razón fue escogido por los antiguos mayas para hacer una serie de ofrendas muy numerosas, “Iban con mucha devoción a un lugar tan difícil. Un lugar tan difícil que es visitado para hacer estas cosas, es porque significa algo muy grande para la gente que lo hace”, explicó el investigador.

(Foto: Karla Ortega / INAH)
(Foto: Karla Ortega / INAH)

“Si nos dejaron entrar finalmente, el sacerdote dijo que había tres espíritus de la cueva, tres aluxes que nos permitían el acceso”, narró.

Guillermo De Anda afirmó que estos hallazgos permitirán a los investigadores desarrollar una mejor comprensión de las condiciones culturales y climáticas que prevalecieron y dieron formación a Chichén Itzá, considerado uno de los sitios arqueológicos más importantes de las Américas.

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