La captura y posterior liberación del exsecretario de la Defensa Nacional, General Salvador Cienfuegos Zepeda, sigue causando reacciones en México y en Estados Unidos.
El periodista Héctor de Mauleón reveló en su columna de El Universal, que desde el pasado fin de semana, la agencia de Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) del Departamento de Justicia de Estados Unidos, filtró entre algunos cuerpos de seguridad mexicanos, la noticia del inminente desistimiento de las acusaciones en contra de Cienfuegos Zepeda.
Aseguró que la captura del General, ocurrida el jueves 15 de octubre en el aeropuerto de Los Ángeles, fue vista con malos ojos dentro de sectores de la misma DEA, así como del FBI, ya que aseguraron que ponía en situación de crisis la relación con organismos mexicanos de seguridad con los que intercambiaban información desde hacía años. Cienfuegos había sido pieza importante en dicho esquema.
El periodista señaló que tanto Salvador Cienfuegos como su familia, denunciaron que la aprehensión, por cargos de narcotráfico y lavado de dinero, se había dado en medio de maltratos físicos y verbales y destacó que al militar de inmediato se le impuso en redes y medios de comunicación, el nombre clave con que se le conoció en la investigación, “El Padrino”, al tiempo que “se le linchó como espejo de un pasado de impunidad y corrupción”.
Luego de las primeras reacciones del presidente Andrés Manuel López Obrador quien aseguró que la detención era prueba de la existencia “de la decadencia del régimen que afortunadamente ya está por acabarse”, y advirtió que habría una limpia en el Ejército, aunque horas después matizó; la noticia del arresto del militar, cayó como bomba en la cúpula militar.
Las palabras de López Obrador incomodaron a generales activos y en retiro. Cienfuegos había sido un modelo a seguir en la Sedena y todos los mandos actuales habían servido a su lado, por lo que muchos dudaban de las acusaciones.
“En una estructura tan vertical, los malos pasos se huelen, se sienten”, dijo un militar después de la aprehensión. Y es que -destacó de Mauleón- cada instrucción del alto mando involucra una cadena en la que participa un alto número de personas. Los mandos daban el beneficio de la duda al exsecretario.
El columnista señaló que según con fuentes consultadas, fue entonces que un nuevo factor entró en juego: las esposas de los altos mandos formaron una red de información y ayuda. “En esa red cayeron, con gran detalle, las quejas por los maltratos sufridos por Cienfuegos y su familia. En esa red ardieron las declaraciones iniciales del presidente. Desde esa red subió un clima de inconformidad que pronto permeó y caldeó a los altos mandos. Tuvieron que explicarle lo obvio al presidente: ‘Aquí todos somos los mismos. Los que estuvimos con Calderón, los que estuvimos con Peña Nieto, los que estamos ahora con usted’”, escribió el periodista.
Es por eso que -señaló Héctor de Mauleón- vino el cambio de matiz. Entre otras cosas, a los militares les había brincado la versión de que Cienfuegos, de acuerdo con la acusación de Estados Unidos, se hubiera comunicado vía Blackberry con un operador de los Beltrán Leyva: el general era meticuloso, cuidadoso, sabía que estaba en el radar de mucha gente, “hasta cuando dormía”, y acostumbraba hacer sus comunicaciones por SMS. Pero además, a un nivel como el suyo, las comunicaciones delicadas “se suelen hacer por otras vías”.
El descontento no menguó. La presión por la falta de garantías continuó subiendo: ¿Después de Cienfuegos, sobre quién decidiría ir la DEA, mientras el presidente seguía diciendo que Donald Trump había sido muy respetuoso de nuestra soberanía?.
Fue hasta el 21 de octubre, cuando Marcelo Ebrard expresó al embajador de Estados Unidos en México, Cristopher Landau “la sorpresa y el descontento” de México por no haber sido informado de lo que sobrevenía. Ebrard conversó días después con William Barr, fiscal general de Estados Unidos, y refrendó la molestia ante las muestras de desconfianza y la falta de información.
El gobierno de Estados Unidos, en efecto, había declarado esa desconfianza en las instituciones del gobierno mexicano y señalado la posibilidad de que, bajo el cobijo del Ejército, Cienfuegos no fuera conducido nunca ante la justicia estadounidense, destacó De Mauleón.
El jaloneo continuó hasta fines de ese mes. El 5 de noviembre, en medio de grandes especulaciones, Cienfuegos se declaró inocente. Como se sabe, privaron al final “consideraciones sensibles y de política exterior”, dado que Ebrard había puesto sobre la mesa el tema de la colaboración binacional, nunca la expulsión de la DEA de México, como se afirmó, destacó el periodista.
“Sin embargo, el daño en la relación ya estaba hecho: las agencias estadounidenses sabían que no podrían contar más con la Sedena, o al menos, no del mismo modo. Para colmo, se juzgaban débiles las pruebas aportadas por la DEA y el gobierno mexicano había entrado en crisis con las fuerzas armadas. Estos elementos jugaron de algún modo en la novela del general y en el hecho histórico, del desistimiento de las acusaciones en su contra. La DEA, afirman expertos en seguridad, queda en vergüenza y totalmente dañada”, resaltó el columnista.
Héctor de Mauleón finalizó recordando que Salvador Cienfuegos llegó a México el miércoles a las 18:40. Se le informó que hay una carpeta de investigación en su contra, con los datos enviados por el gobierno estadounidense, se dio por enterado y se fue a su casa.
“Sus primeras declaraciones lo dirán todo. Si son contundentes, van a levantar ámpulas. Si no, quedará claro que en el arreglo hubo algo que no sabemos. Las pruebas supuestamente obtenidas por la DEA mediante intervenciones, ¿se podrán usar sin daño al debido proceso? Lo mejor del caso está por venir”, concluyó.
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