“Acaso el presidente comete un error en el uso del tiempo verbal: a pesar de que le caliente, México aún padece síntomas graves de narco-Estado. No bastó que llegara un nuevo grupo gobernante para dar vuelta a esta página en la historia de la violencia mexicana”, sentenció el periodista y escritor mexicano, Ricardo Raphael en un texto publicado en la sección en español de opinión del diario estadounidense The Washington Post.
El también académico hizo referencia a las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, del pasado 10 de agosto, cuando habló sobre la denuncia de Estados Unidos en contra del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna (sexenio de Felipe Calderón), por presuntos vínculos con el narcotráfico.
“Yo sinceramente en ese entonces pensaba que no era correcto clasificar de esa manera el Estado mexicano, pero luego con todo esto que está saliendo a relucir, pues sí se puede hablar de un narcoestado, porque estaba tomado el gobierno... Quienes tenían a su cargo combatir a la delincuencia estaban al servicio de la delincuencia, mandaba la delincuencia”, señaló el mandatario mexicano.
En la columna titulada “El México de AMLO aún padece los síntomas de un narco-Estado”, Ricardo Raphael señaló varios factores que demuestran que esa condición del Estado continúa: “No solo se trata de que los indicadores más preocupantes –como el homicidio, la extorsión, o las desapariciones– continúen elevándose, sino también del control que las empresas criminales sostienen sobre regiones extensas del territorio mexicano. Es insuficiente definir la existencia de un narco-Estado a partir de las personas, y en esto se parecen López Obrador y su alter ego, Calderón Hinojosa”.
Precisamente, sobre este último, recordó que Calderón advirtió en 2009 que, de perder la batalla contra la delincuencia organizada, un día México podría vérselas con un presidente narcotraficante. “Quizá no imaginó que, 11 años después, Genaro García Luna iba a ser acusado en un tribunal de Nueva York por haber sido un secretario narcotraficante”.
Entonces el escritor señala que el peor de los errores del expresidente Felipe Calderón “suponer que la clave de la honestidad de su gobierno radicaba en asumir que él era un hombre honesto. En su visión de las cosas, México no tenía todavía un narco-Estado porque él no era un narco-presidente”, destacando que, con García Luna, “la penetración y el jaqueo del narco en el gobierno llegaron muy lejos”.
Y con el ejemplo de Calderón, el autor del libro ‘Hijo de la guerra’ advierte que al expresidente la historia le está cobrando muy cara su arrogancia “y si AMLO continúa por esa brecha lo mismo va a sucederle”, porque, continúa, la existencia de un narco-Estado no se mide solamente por la corrupción de los funcionarios públicos “se trata, sin duda, de una condición necesaria, pero el fenómeno es más complejo”.
Para explicar eso, recurrió a la descripción del escritor Carlos Monsivais quien señaló al narco-Estado como un Estado paralelo del narco. “Para que este funcione, las empresas criminales cuentan con un brazo político y de relaciones públicas que permite corromper a cientos —quizá a miles— de funcionarios públicos en todos los niveles. Sin embargo, para perdurar, esas redes delincuenciales poseen otras estructuras igual de importantes: los brazos armado y financiero”.
Ricardo Raphael explicó que con el brazo armado, el crimen es capaz de competir con el Estado en el gobierno del territorio y la población, al contar con integrantes dotados habilidades muy sofisticadas para la recolección información e inteligencia, estar al tanto de sus subordinados, aliados y enemigos, y para imponer sus decisiones.
Mientras que el brazo financiero, agregó, “es complejo porque incluye actividades tan diversas como el cobro por derecho de piso y los servicios de seguridad, los permisos de operación a las empresas rivales o subordinadas, el cohecho a servidores públicos, el financiamiento de campañas políticas, el lavado de dinero, el pago a proveedores y distribuidores, y otras tantas operaciones relacionadas”.
Entonces el académico contrapuso la “estrategia integral” que todos los gobierno ha presumido tener para acabar con el mal del narco de cara al “fortalecimiento sin contención” que mientras tanto han tenido las actividades financieras y criminales del narcotráfico en los últimos años.
Asimismo destacó que, contrario a lo que han pensado los últimos mandatarios de que la clave para acabar con este mal está en cortar las cabezas de los principales líderes de los cárteles y los funcionarios coludidos con estos, el remedio radica en otra área.
“La lección ha sido amarga: si los brazos armado, financiero o criminal de las empresas ilegales permanecen intocados, de poco o nada sirve que los altos mandos del Estado se den baños de pureza, que presuman la honestidad de sus funcionarios, que apresen a los servidores corruptos o a los narcotraficantes más famosos”.
El escritor Ricardo Raphael afirmó entonces que no solamente se trata de un “Estado dentro del Estado”, sino que es “un contexto impune para la comisión de delitos, dentro de una región relativamente amplia, que se perpetúa gracias a la existencia de estructuras orgánicas sofisticadas dedicadas a actividades empresariales diversas, a hacer política en todos los niveles de gobierno y a imponerse, generalmente con violencia, sobre las poblaciones de esos territorios”.
Y concluyó con su respuesta a lo dicho por el actual presidente: “Es en este contexto que López Obrador no puede hablar de un pasado tan distinto al presente: México aún no se ha librado de las condiciones de macrocriminalidad que llevan dañando la vida y el patrimonio de millones de personas desde hace ya 14 años”.
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