El 17 de julio de 2019, Joaquín “El Chapo” Guzmán fue sentenciado a cadena perpetua luego de haber sido declarado culpable de 10 cargos de narcotráfico en una Corte de Nueva York. La condena la debía cumplir en una cárcel de máxima seguridad en Colorado, le informó el juez estadounidense, Brian Cogan, aquel día.
Dos días después de que Guzmán Loera oyera su sentencia, conoció en carne propia la temida “supermax”.
La ADX Florence es la cárcel en la que el “El Chapo” pasa sus días desde hace un año. En la “Alcatraz de las Rocosas”, como es conocida la penitenciaria de máxima seguridad, están recluidos terroristas, espías, ex miembros de Al Qaeda, asesinos en serie y ex integrantes de las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC).
“En mi opinión, es mucho peor que la muerte”, agregó. Otros lo han denominado “la prisión de las prisiones”, “inhumano” y “peor que Guantánamo”.
Ahí los prisioneros están confinados durante 23 horas al día en pequeñas celdas de concreto, privadas de casi todo contacto humano.
“El Chapo” no se mezcla con otros reclusos que ahí habitan.
Guzmán Loera, quien se escapó dos veces de prisiones mexicanas consideradas de alta seguridad, pasa sus días en un cuarto de 2 por 3 metros, en donde hay solo una cama de cemento, baño, un lavabo y un distribuidor de agua.
La sombría prisión ADX en Colorado es donde Estados Unidos encarcela a los “peores de los peores”. La “supermax” es la prisión federal más segura de Estados Unidos, esta en pleno desierto y tiene estrictas medidas de seguridad, pues aloja a los presos considerados como una gran amenaza para la seguridad pública.
“Es una sentencia de la que no hay escapatoria ni retorno”, dijo el abogado estadounidense Richard Donoghue después del veredicto el año pasado.
Una vez considerado “intocable”, el Chapo supo que todo había terminado para él en el momento en que abandonó la jurisdicción de México, donde la corrupción le había permitido operar con virtual impunidad.
De la prisión de máxima seguridad, desde que abrió sus puertas en 1994, nadie ha escapado nunca.
Sus 410 reclusos son llevados en autobuses, vehículos blindados e incluso en helicópteros Black Hawk, a las extensas instalaciones unos 115 kilómetros al sur de Denver.
Una docena de torres de vigilancia y alambradas rodean la red de edificios de ladrillo, que son patrullados las 24 horas 7 días a la semana, por guardias fuertemente armados y con perros de ataque
La celdas son de paredes son gruesas y están insonorizadas, lo que garantiza que los presos no pueden comunicarse entre sí. La cama es una losa de concreto cubierta con un delgado colchón y mantas, hay un lavabo, un fregadero y una fuente de agua combinados.
El único mobiliario es un escritorio y un taburete de hormigón inmóviles, y para algunos reclusos, una pequeña televisión en blanco y negro que muestra programas religiosos y educativos cuidadosamente seleccionados.
Cada celda tiene una ventana con forma de hendidura de 42 pulgadas de alto y 4 pulgadas de ancho, que tiene un ángulo para que no haya una vista del cielo ni de otras celdas.
Esto tiene la intención de evitar que los internos vean incluso el complejo de la prisión. Un exprisionero describió a de la ADX Florence como una “versión de alta tecnología del infierno, diseñada para apagar toda percepción sensorial”.
Guzmán Loera fue encarcelado dos veces en México y escapado el mismo número: una vez en 2001 en una cesta de lavandería y nuevamente en 2015 a través de un túnel especialmente construido de una kilómetro con una motocicleta sobre rieles e iluminación eléctrica.
Los años de prisión de “El Chapo” en México no fueron tan duros. Guardias y funcionarios corruptos le permitieron vivir como un señor, entreteniendo a los presos preferidos con cenas y fiestas.
Un mes y medio después de que fuera ingresado a la “supermax”, Mariel Colón, una abogada del equipo de defensa de Guzmán Loera, declaró ante medios de comunicación que su cliente “no la estaba pasando bien”.
“Se ve mucho más flaco, un poco más apagado”, describió Colón señaló en aquella ocasión.
“Se pasa todo el tiempo en aislamiento, nadie habla español, los guardias no hablan español, así que se le dificultan muchas cosas”, afirmó la abogada, una de ellas fue el pedir lentes para leer, pues por más que lo intentó, nunca le entendieron, hasta que ella acudió a visitarlo y gestionó la petición.
Ahora, a un año de haber llegado a la cárcel de máxima seguridad, Colón reveló cómo pasa sus días en la cárcel el que fue considerado como líder de la organización criminal más poderosa del mundo, el Cártel de Sinaloa.
De acuerdo a lo publicado por la cadena CNN, la abogada del Chapo detalló que come en su celda, se baña ahí mismo y tenía tres horas al día al aire libre, pero que ese tiempo le ha sido restringido por la pandemia.
Colón, quien se ha distinguido por su cercanía con Emma Coronel, esposa de Guzmán Loera, señaló también que el “Chapo” tiene permitido hacer dos llamadas al mes de 15 minutos cada una, las cuales utiliza para hablar con su madre, Consuelo Loera, su hermana Bernarda, o con sus hijas. No dijo nada sobre si ex líder del Cártel de Sinaloa, tiene comunucación con su esposa.
“Las únicas que lo pueden visitar son sus hijas, pero ellas no viven en (Denver) Colorado así que no lo podían ver todos los meses. En cuanto a llamadas tiene solamente dos llamadas al mes, socialmente, de 15 minutos con su hermana Bernarda y con su madre Consuelo o con las niñas, entonces tiene que decidir si habla con su madre o con las niñas”, explicó su abogada.
Un informe de Amnistía Internacional de 2014 concluyó que el duro régimen de aislamiento y privación sensorial tenía un efecto devastador en la salud física y mental de los presos.
Dos años antes, una demanda colectiva de presos con enfermedades mentales afirmaba que muchos de ellos “lamentaban, gritaban y golpeaban interminablemente las paredes de sus celdas” o mutilaban sus cuerpos con cualquier objeto que pudieran encontrar.
Las autoridades dicen que incluso los presos en el H-Hut, otra cárcel de máxima seguridad, pueden publicar cartas, hacer ejercicio en su celda, hablar por teléfono durante hasta 30 minutos al mes y escribir libros.
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