Frida Kahlo: 8 datos de la vida de una artista que se convirtió en leyenda

Este lunes 6 de julio se cumplen 113 años de su aniversario natalicio

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(Foto: Sitio Web Museo Frida
(Foto: Sitio Web Museo Frida Kahlo)

Un día como hoy, hace 113 años, nació en Coyoacán una niña que con los años se convertiría en una de las artistas más consagradas de la historia. Magdalena Carmen Frida Kahlo llegó al mundo el 6 de julio de 1907, en una pintoresca vivienda de Coyoacán -hoy conocida como la Casa Azul-, para dejar una huella imborrable con su personalidad genuina y su talento incomparable.

A pesar de que Frida Kahlo es considerada actualmente referente del feminismo, de la libertad sexual, de la discapacidad o de la tradición mexicana, y su biografía ha inspirado películas y producciones a nivel internacional, muchos desconocen el sufrimiento que embargaba su vida. Desde muy pequeña, la pintora atravesó grandes dificultades. Y más allá de los vívidos y alegres colores que protagonizaban sus cuadros y su vestuario, sus días eran grises y la asfixiaba una profunda depresión.

Hoy, recordamos a Frida Kahlo a través de 10 hitos o datos curiosos que definieron su existencia. Buena parte de ellos, influyeron en su obra, ya que para ella, la pintura se convirtió en una vía para liberar el dolor.

Un vínculo con su padre, Wilhelm Kahlo

(Foto: Sitio Web Museo Frida
(Foto: Sitio Web Museo Frida Kahlo)

En los primeros años de su vida, Frida Kahlo, la tercera de cuatro hermanas, se encargaba de ayudar a su padre, Wilhelm Kahlo, en su estudio fotográfico. Él era un migrante judío de origen húngaro-alemán que había llegado a México en 1890, y se había abierto camino en el país trabajando como fotógrafo durante la presidencia de Porfirio Díaz.

Su hija le ayudaba en el proceso de impresión y retoque de las imágenes, y le acompañaba a las sesiones, por miedo a que él sufriera un ataque epiléptico, ya que padecía esa enfermedad. La técnica del retrato fotográfico que Frida aprendió durante esa etapa, quedó plasmada en su obra, tal y como explica su biógrafo Gerardo Ochoa Sandy.

Para la artista, su padre fue un pilar fundamental. En dos de los momentos más duros de su vida, él la rescató. Y fue también quien le entregó un bote de colores y pinceles para animarla a pintar.

Contrajo poliomielitis

A los seis años, Frida sufrió el primer golpe de su vida. Contrajo poliomielitis y permaneció nueve meses en cama. La enfermedad provocó que su pierna derecha quedara más corta y más delgada que la izquierda, secuela por la que se convirtió en motivo de burlas en la escuela.

Su padre la animaba entonces a ejercitarse, y practicar natación y bicicleta. Durante esos años, Frida no mostró interés en la pintura o en las artes, y se centraba más bien en fortalecer los músculos y articulaciones de su pierna.

Un trágico accidente que condicionó su vida

(Foto: Museo de Frida Kahlo)
(Foto: Museo de Frida Kahlo)

El 17 de septiembre de 1925 cambió para siempre su vida. Poco después de cumplir los 18 años, el autobús en el que viajaba la artista fue arrollado por un tranvía, destruyéndolo por completo. Frida sobrevivió, pero tuvo que someterse a 32 intervenciones quirúrgicas.

“El pasamanos de metal atraviesa a la joven por la cadera, fracturándole el hueso pélvico y sale por la vagina. La colisión le ocasiona además tres fracturas en la columna vertebral, una en la clavícula, en dos costillas, y le descoyunta el hombro derecho. La pierna derecha, la quejada por la poliomielitis, sufre once fracturas, más dislocación del pie. Fue el inicio de una tortuosa existencia desde el punto de vista físico, psicológico y emocional”, escribe Ochoa Sandy.

El accidente destruyó la felicidad de la pintora mexicana. Los profundos dolores y los problemas de salud que la acompañaron desde ese momento hasta su muerte la sumieron en un estado de continua depresión.

La columna rota, Frida Kahlo,
La columna rota, Frida Kahlo, 1944 (Foto: especial)
El venado herido, Frida Kahlo,
El venado herido, Frida Kahlo, 1946 (Foto: especial)

Así se observa en muchas de sus obras más famosas. Una de las más destacadas es La columna rota, donde Frida Kahlo se representa a sí misma abierta por el torso. En lugar de la espina dorsal, se ve en su interior una columna jónica quebrada. Ella llora, y todo su cuerpo está cubierto de clavos. De fondo se ve un pasaje desértico, por la soledad que sentía. El cuadro fue pintado en 1944, muchos años después del accidente, y representa el dolor físico y psicológico que sufría Frida tras lo ocurrido.

Las secuelas que le dejó para siempre la colisión también se observan en El Venado herido, de 1946. En esa obra, la autora aparece retratada con la forma de un ciervo que lleva nueve flechas clavadas en el cuerpo, mientras poco a poco se desangra.

Aunque la desgracia que vivió en 1925 la condicionó de por vida, lo cierto es que también la impulsó a pintar. Y es que fue entonces cuando su padre, conmovido por verla prácticamente inmóvil en el lecho, le prestó los colores y pinceles. Su madre, Matilde Calderón, hizo que un carpintero le elaborara un caballete especial para que pudiera pintar desde la cama. Y así fue como Frida comenzó a los 18 años su obra.

Sufrió tres abortos

Frida y la cesárea, 1941
Frida y la cesárea, 1941 (Foto: especial)

Al recuperarse de las graves lesiones, la artista comenzó a frecuentar los círculos de la alta sociedad en Ciudad de México. Gracias al comunista cubano Juan Antonio Mella y a su pareja, la fotógrafa Tina Modorri, conoció a Diego Rivera, que para entonces ya era un pintor consagrado.

Ilusionada, Kahlo acudió un día al estudio de Rivera para mostrarle sus pinturas. Él se quedó impresionado con el trabajo de aquella joven de 22 años, y la amistad y admiración mutua pronto se convirtió en un sentimiento mayor. En 1929 se casaron, y un año más tarde, ella sufrió el primero de tres abortos. El accidente, también le impidió convertirse en madre.

El dolor que le dejó la pérdida del primer bebé se evidencia en Frida y la cesárea, un cuadro que comenzó a pintar en 1931 y que nunca terminó.

Infidelidades cruzadas

(Foto: Sitio Web Museo Frida
(Foto: Sitio Web Museo Frida Kahlo)

“Quizá esperen oír de mí lamentos de lo mucho que se sufre viviendo con un hombre como Diego. Pero yo no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr” (Frida Kahlo).

A la dureza de los abortos que padeció, se unió la tristeza de los desengaños amorosos. La pintora mexicana llegó a contar hasta 20 infidelidades de su esposo. Una de ellas, la más insólita, con la hermana menor de Frida, Cristina Kahlo.

Aunque la deslealtad de Diego Rivera le rompía el corazón, los biógrafos de Frida indican que ella también tenía relaciones extra matrimoniales tanto con hombres como mujeres.

“La artista incurría en la misma flaqueza, propensión o afición, por despecho, por capricho, o por placer, tanto con hombres como con mujeres, amistades o cercanos de ambos”, cuenta en su texto Gerardo Ochoa.

Uno de estos amantes, según cuentan diversos autores, fue León Trotsky, disidente ruso perseguido por Stalin, a quien el matrimonio mexicano había acogido entre 1937 y 1939, ya que ambos habían sido afiliados del Partido Comunista de México.

Por sus múltiples discusiones, Diego Rivera y Frida Kahlo decidieron separarse en 1939. Pero un año después, sin embargo, contrajeron nupcias de nuevo.

“El re-casamiento funciona bien. Poca cantidad de pleitos, mayor entendimiento mutuo (...) por fin ya supe que la vida es así y lo demás es pan pintado”, escribió la pintora mexicana”.

Sueño o realidad

En 1938, la artista tuvo su primera exposición individual. Fue en la Galería Julien Levy, en Nueva York, donde André Bretón la define como una referente del surrealismo, una descripción que Frida rechaza. Y es que en opinión de la artista, sus cuadros no hablaban de un mundo onírico o imaginado, sino de su propia realidad.

Aunque ella nunca quiso incluir sus creaciones en la corriente surrealista, lo cierto es que muchos críticos consideran que sus pinturas mostraron en muchas ocasiones una yuxtaposición entre sus sueños (haber sido madre, el amor de su esposo), y su realidad (el dolor y la impotencia por los problemas de salud que la ataban). En este sentido, también el biógrafo Gerardo Ochoa considera la presencia de lo onírico en el mundo imaginario de Frida.

“Frida encontrará en la pintura una vía de sobrevivencia y expresión de estos dolorosos episodios biográficos, en los que entrelaza la crudeza con la expiación y donde convergen los afluentes de lo onírico y lo simbólico, más notas irónicas y cruentas y referentes a la cultura popular en México”, explica.

Feminista

(Foto: especial)
(Foto: especial)

Bajo la influencia del nacionalismo revolucionario de México, Frida vestía con faldas largas, peinaba su cabello con moños trenzados y cintas de colores, y utilizaba accesorios de estilo precolombino, tal y como se aprecia en Autorretrato como Tehuana, 1943, o Autorretrato con monos, también de ese año.

Se alejaba así de las tendencias del momento y lucía una belleza única y particular que la convirtió en referente del feminismo.

A esto no sólo ayudó su negativa a seguir el ideal de femineidad impuesto, sino a las reivindicaciones que realizó a través de algunas de sus obras. Así se observa en Unos cuantos piqueticos, de 1935, que la artista dibujó tras escuchar una noticia que le impactó: un hombre había asesinado a una mujer a puñaladas, y al ser arrestado por las autoridades aseguró que sólo le había dado “Unos cuantos piqueticos”.

Un final prematuro

“Cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés que el problema es solo saberla vivir. Que cada uno lo resuelva como pueda”.

Durante finales de la década de los 40 y principios de los 50, la salud de Frida decayó.

“En 1950 permanece prácticamente todo el año convaleciente en el hospital a causa de una infección derivada de un negligente injerto en su columna. En 1953 [...] le amputan una parte de la pierna derecha”, explica Gerardo Ochoa.

Ante la posibilidad de gangrena, Frida Kahlo perdió la pierna que a los 6 años se vio afectada por la polio. Este último golpe de su vida, la llevó a intentar suicidarse dos veces en 1954, con sobredosis de opiáceos. El dos de julio de ese año, acudió en silla de ruedas junto a Diego Rivera y Juan O’gorman, a la protesta por la intervención estadounidense en Guatemala. Y pocos días después, el 13 de julio, falleció a los 47 años de edad.

Hoy, sus cuadros se venden en subastas por varios millones de dólares, y se encuentran en las galerías de las ciudades culturales más importantes del mundo, consagrándose como una de las pintoras más destacadas de la historia.

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