Celia Cornejo es una masoterapeuta invidente que, como sus compañeros comerciantes y cantantes, trabaja en el metro de la Ciudad de México y libra hoy una batalla más allá de la pandemia por la prohibición de las autoridades de volver a laborar, que amenaza su supervivencia diaria.
"(Por la pandemia) nos incluyeron en el área de comerciantes aunque nuestro trabajo pertenece a la gama de la salud. Pero por apoyo (a las medidas de higiene) tuvimos que salir de trabajar y no nos permiten regresar", dice este miércoles a Efe en tono triste.
Asegura que en México las personas con discapacidad han sufrido doblemente las consecuencias del coronavirus pues, por un lado no les permiten seguir trabajando y, por el otro, no caben en ningún programa de apoyo social gubernamental.
Celia suma 32 años trabajando como terapeuta y aunque laboró en el Hospital Rubén Leñero y la Cruz Roja, desde hace un par de años desempeña su labor dentro de las instalaciones del metro.
Todos los días, hasta antes del inicio de la pandemia a finales de febrero en México, Celia salía a trabajar a las instalaciones de la estación Centro Médico, en donde percibía los ingresos suficientes para solventar sus gastos y los de su familia.
Desde marzo, cuenta, no tiene ningún ingreso y, aunque contaba con algunos ahorros, el pago de la renta, la comida y atender sus problemas de gastritis, colitis e hipertensión que se le dispararon por el estrés le han dejado sin dinero.
"Lo poco que tenía ahorrado me lo gasté en médicos", afirma. Debido a la necesidad, Celia se ha visto obligada a cantar dentro del metro, pero le invade el miedo a contagiarse.
"Me tengo que detener de los tubos, la gente estornuda y no trae cubreboca y me pueden infectar porque para cantar no puedo traer cubreboca", confiesa.
De acuerdo con Norma Téllez Casillas, subdirectora de la Asociación Mexicana por el Trato Humano, Social, Material y Cultural de los Invidentes y Débiles Visuales de México, al igual que Celia otras 300 personas están siendo afectadas por no poder trabajar en el metro.
México suma al momento más de 190,000 casos y 23,377 fallecidos por COVID-19, una cifra que no ha dejado de crecer pese a que el país limitó las actividades productivas e implementó medidas de distanciamiento social desde marzo.
Téllez asegura que las autoridades de ese sistema de transporte han argumentado que no está autorizado su regreso a las instalaciones, pues de acuerdo con un documento oficial publicado no podrán volver hasta que haya un bajo peligro de contagio.
"Pero no podemos esperar tanto. Por más previsores que fuéramos, con tres meses sin generar ingresos es prácticamente imposible (sobrevivir)".
SALUD EN DETERIORO
Miguel Ángel González padece ceguera total y desde hace unos siete años trabaja en las instalaciones del metro donde tiene un espacio comercial, conocido como "tarima", en donde vende agua, pan, gelatinas y otros productos.
Desde que inició la pandemia, hace casi cuatro meses, para evitar contagios él y todos sus compañeros comerciantes decidieron cerrar sus negocios.
"Llevamos casi cuatro meses sin percibir ningún ingreso debido a que no nos han permitido regresar a nuestro espacio", cuenta ahora.
De Miguel depende toda una familia: su esposa y dos hijos,
Con ellos, relata, "nos hemos apoyado como podemos, a veces (pedimos) prestado de aquí y ahí".
Lo poco que tenían se ha ido en atención médica, ya que su esposa padece hipertensión y también en pagar las cuentas ya que "ahí si no hay distinción, ahí si no hay adaptación alguna", enfatiza.
Sandra Cristina Sánchez, quien también es comerciante invidente y forma parte de la asociación, explica que la mayoría de los trabajadores invidentes no cuentan con seguridad social y quienes la tienen no han podido acceder a citas y medicamentos.
"Ahorita no hay todos los medicamentos, ni consultas. Desde que surgió la pandemia tengo que comprar por mi cuenta, no hay ni consultas", detalla la mujer, que padece deficiencia circulatoria.
EXTRAÑA LOS APLAUSOS
A Brenda Rojas le apasiona cantar. Lo hace desde hace 15 años y, hasta hace unos meses, así se ganaba la vida junto con su grupo musical en las instalaciones del metro hasta que debido al coronavirus tuvo que dejar de presentarse.
"Entendemos que la pandemia afecta a todos, pero somos uno de los sectores menos favorecidos, porque esta no es una actividad esencial", lamenta.
Aunque no es el sostén principal de su familia, confiesa que ha sido difícil sobrevivir, ya que su padre es comerciante en un tianguis (mercado callejero) y tampoco a ellos les han permitido trabajar debido a la pandemia.
El problema, dice, es que no tiene apoyo de la Secretaría del Bienestar ya que por alguna u otra cosa, ellos no encajan en ninguno de los programas de apoyo de la dependencia.
Todos ellos solo tienen una petición a las autoridades: que les dejen trabajar.
"Es un derecho que se nos está negando, que es el derecho de todo. Sin trabajo no tenemos derecho a la salud, a una vivienda digna, a la educación, recreación, no tenemos derecho a nada", dice Sandra Cristina Sánchez.
Brenda confiesa que lo que más extraña es hablar con el público, escuchar los aplausos y sentir los abrazos. "La cuestión afectiva es la que me está matando", reconoce mientras canta, dice, para que no se le olvide esa sensación.
EFE
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