Los 36 años de neoliberalismo que padeció México, aunado a las políticas privatizadoras implementadas por la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desmantelaron el sistema de producción de vacunas que pasó de ser una potencia en la materia a un país dependiente.
Así lo afirman investigadores de la UNAM, UAM, la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma) y estudiosos del sistema de salud, entrevistados por el diario El País, a propósito de la búsqueda de una vacuna contra el virus SARS CoV-2, causante de COVID-19.
La producción de vacunas y municiones eran cruciales porque ambas defendían contra el enemigo. Este era el mensaje político que circulaba hace décadas en México, cuando el país contaba con un sistema de inmunología tan sólido que no solo abastecía a la población de todos los biológicos recomendados por Unicef sino que exportaba a 15 países.
Pero México, como tantas otras naciones, ha ido perdiendo su soberanía en este campo, arrastrando con ello la investigación que se desarrollaba en sus laboratorios y el empleo que se generaba. Ahora la dependencia internacional obliga a competir en un mercado donde ganará el que más dinero ponga sobre la mesa.
“La producción ahora es mínima, más del 90% de las vacunas que se aplican en México provienen del sector privado”, explica Fernando Ramos, profesor de la facultad de Medicina de la UNAM.
Ramos trabajó en el Instituto de Higiene a finales de los ochenta, cuando todo el sistema de inmunología federal se estaba desmantelando. Hoy el Birmex, como se denomina a los laboratorios nacionales y de reactivos de México, apenas se encarga del tétanos, la difteria y la poliomelitis.
La UNAM está trabajando en su vacuna contra la COVID-19, pero no es lo mismo hacerlo en un laboratorio para probar en animales que producir para millones de personas
Louis Pasteur probó la antirrábica con un niño al que había mordido un perro y ya no había esperanzas. Le salvó. Eran los finales del siglo XIX. “Lo interesante de aquella época”, dice la profesora del departamento de Salud Pública de la UNAM Ana María Carrillo Farga, “es que los avances en microbiología se comunicaban y extendían de forma altruista por todo el mundo a través de los gobiernos o de instituciones internacionales”. Un mundo global al que ahora se vuelve de nuevo la mirada.
“El mundo poscovid nos indica que el concierto internacional ha de dirigirse al bien público. Ahí está la iniciativa de la ONU sobre vacunas. Si se logra una para esta pandemia habrá de compartirse. Sí, esta epidemia nos devuelve la importancia de una soberanía nacional en cuanto a la producción de vacunas, pero siempre bajo un marco global de cooperación, sostiene Gustavo Leal Fernández, economista y estudioso de los sistemas de Salud.
En la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma) hablan de cooperación. “México está cooperando con el esfuerzo mundial. La ciencia avanza en diferentes vertientes y ahora la cooperación es uno de los puntos positivos y ahí está México”, dice el secretario general del organismo, Rafael Gual.
Pide “paciencia” y “rogar a Dios” para que las cerca de 70 investigaciones mundiales en las que colaboran iniciativas privadas y públicas den con la vacuna contra el COVID-19 cuanto antes. “En México, la industria colabora al 100% con el gobierno y hacemos el mayor esfuerzo”, asegura Gual.
Pero México ha pasado épocas mejores. “El sector de los medicamentos ha sido uno en los que más dinero turbio se ha movido”, afirma Leal Fernández, también profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“En el México de Ernesto Zedillo (presidente entre 1994 y 2000) se decía que la mejor política industrial era no tener política industrial y hoy vemos cómo, si algo no se puede dejar al garete son los sectores de la salud”, lamenta.
“Birmex era un proyecto prometedor y fue relevante cuando el H1N1, pero todo se fue abandonando. Los 36 años de neoliberalismo estuvieron minados por la corrupción. Surgieron unos oscuros intermediarios entre el poder político y el sector farmacéutico. Y hay organizaciones que hoy, antes de hablar, deberían también hacer forzosa autocrítica, como la OCDE, el FMI o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sus mensajes los hemos padecido mucho aquí”.
A pesar de todo, coinciden, la población mexicana con una alta natalidad, está bien vacunada, pero también se podría hacer más de lo que se hace, dice el inmunólogo Jorge Castañeda, que dirige el doctorado de Ciencias Bioquímicas y de la Salud en la UAM.
“Se invierte poco dinero, deberían vacunar en el nivel escolar contra el papiloma y, por qué no, contra la H1N1, que es muy parecida a una gripe común y por eso me caben dudas de que no haya un subregistro de casos. Si los respiratorios virales causan estos problemas que estamos viendo, hay que incrementar estas campañas”.
Por su parte, Ana María Carrillo Farga explica que “México fue autosuficiente en la producción, control, almacenamiento y distribución de vacunas y se desarrolló todo un discurso a favor de la producción pública, se impulsaron las instituciones, se establecieron precios ajustados a los costos”.
Y criticó al FMI, desde donde se impulsaron "políticas privatizadoras. Esta pandemia nos está haciendo recapacitar a todos sobre esas políticas y sobre el desmantelamiento de los servicios públicos de salud”.
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