La violencia, los homicidios dolosos y delitos criminales son una lacra global de efectos devastadores. En México, por ejemplo, cada día son asesinadas 80 personas, según el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Esa cifra se ha visto reducida a 22 días del primer caso reportado de coronavirus en México. Aunque resulta apresurado afirmar alguna correlación entre los homicidios y las medidas de aislamiento por el COVID-19, los números demuestran una baja en dicho delito. Desde el 27 de febrero al día de hoy 77 personas, en promedio, han sido ejecutadas
De acuerdo con el autor del libro “Desistir de la delincuencia: continuidad y cambio en los patrones de la delincuencia a largo plazo”, Lawrence E. Cohen, los crímenes no ocurren en el vacío, sino en función de los ritmos de interacción entre las personas, en el contexto de sus actividades rutinarias. Cuando existen cambios en estas actividades, los patrones delictivos también lo hacen.
En el caso de los cambios por el COVID-19, que las personas fueron sometidas a un confinamiento obligatorio, sería lógico esperar reducciones en todo tipo de violencia, pues las interacciones entre la población son menores.
Para ilustrar está realidad, tomaremos el caso de Jalisco, la segunda entidad con más números de contagios en el país El 27 de febrero —fecha en la que se informó sobre el primer paciente positivo con COVID-19—, la entidad tapatía registró nueve carpetas por el delito de homicidio doloso. Para el 20 de marzo, en el estado tan sólo de reportaron cuatro víctimas.
De acuerdo con los expertos, el cambio en los patrones no obedece a la reformación de los criminales, sino que las oportunidades para delinquir se distorsionan.
Sin embargo, hay otros delitos que pueden aumentar como la violencia criminal. Especialistas hablan de una posible recesión económica en México, a finales de este mes.
Como describen estudios realizados por el Banco Interamericano del Desarrollo, las recesiones económicas llevan a la pérdida masiva de empleos, lo que afecta generalmente a la población joven con más necesidades económicas. Este es el sector, que en México y en el mundo, está en riegos de entrar a una red criminal.
De acuerdo con la investigación Cicatrices criminales de la Universidad de Oxford, cuando el desempleo crece cinco por ciento, se vuelve casi inevitable el debut de jóvenes en estructuras criminales, la consolidación de las carreras delictivas y un pico de arrestos.
En la crisis financiera de 2008, México tenía dos condiciones similares a las de hoy: el país vivía un aumento histórico en la violencia tras declarar la guerra contra el narco y al país le pegaba la pandemia de la influeza AH1N1. En ese entonces, un estudio de la ONU encontró que esas variantes generaron las condiciones para el crecimiento de tres delitos: asaltos, robo de vehículo y homicidios dolosos.
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