Amado Carrillo Fuentes y su hermano “El Viceroy”, lideraron el Cártel de Juárez, una organización criminal pionera en el tráfico de drogas en México: fueron los primeros en establecer contactos con las mafias colombianas para transportar cocaína a EEUU y consolidaron al corredor entre Ciudad Juárez, Chihuahua y El Paso, Texas, como el principal punto de entrada de droga al mayor consumidor de cocaína del mundo.
A Amado Carrillo le apodaban “El Señor de los Cielos”, un mote que se ganó por su capacidad de emplear grandes aviones para transportar droga. También era conocido por sus sangrientos métodos para amedrentar rivales y dejar claro que Juárez era su territorio.
Fundó células que operan hoy en día: La Línea y Los Aztecas, que, en la evolución de este tipo de organizaciones criminales, de sicarios de poderosos capos que mandaban espectaculares trasiegos de droga, han pasado a dedicarse al asesinato, secuestro y extorsión.
Amado, el segundo de ocho hermanos, nació en La Tuna, municipio de Badiraguato, Sinaloa, el 17 de diciembre de 1956. Apenas estudió porque desde la adolescencia se enroló con su tío Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto”, a cuidar sus campos de marihuana y servir como mula para el traslado de droga.
El capo mostraba obediencia, lealtal, disciplina y discreción a la hora de cumplir los encargos de su tío. También se cuenta que era astuto, despiadado con sus enemigos, mujeriego, que le gustaba el alcohol y la coca, y que al mismo tiempo era generoso con los suyos, su familia y su pueblo al que dotó de iglesias, jardines, escuelas y otros servicios.
El sigilio lo acompañó desde sus primeros años, cuando su tío Neto lo mandó al poblado de Ojinaga, en Chihuahua, a que aprendiera el negocio de la marihuana con uno de sus socios, Pablo Acosta Villarreal, alias “El Zorro de Ojinaga”.
Para Acosta Villarreal, Amado fue su favorito, su protegido, y durante más de 10 años trabajo a su lado, primero como su asistente y después como segundo en jerarquía. La mancuerna acabó cuando Amado lo mandó matar en abril de 1987. La traición vino de la mano de Guillermo González Calderoni, entonces director de Intercepción, Aérea, Terrestre y Marítima de la PGR, acusado años después de proteger a narcotraficantes de diversas organizaciones.
Calderoni dejó el camino libre para que Amado Carrilo asumiera el control del grupo de narcos que operaba en Chihuahua, que más tarde se convertiría en el Cártel de Juárez.
“El señor de los Cielos” transformó al narcotráfico, que era una simple actividad ilegal, en una industria altamente sofisticada, pues tenía una gran ventaja sobre los demás capos de la época: sabía cómo corromper policías, militares, políticos y funcionarios del gobierno.
Jesús Esquivel en su libro La DEA en México retrata que el fundador del Cártel de Juárez controlaba a las autoridades necesarias para introducir la droga a los lugares estratégicos del país. Era un hombre meticuloso en sus operaciones, no le gustaba hacer ruido, pues por ningún motivo quería atraer la atención de las autoridades.
El final: narco cirugía
Tan misteriosa fue su vida como su muerte. Su final no fue uno de esos con olor a pólvora, que tanto gustan a los compositores de narcocorrridos. El narcotraficante más temido de México murió el 4 de julio de 1997 de un paro cardíaco mientras se recuperaba de una liposucción y una cirugía facial.
Amado había ingresado a un hospital de la Ciudad de México con una identidad falsa: Antonio Flores Montes, el “amable” paciente de la habitación 407 del hospital Santa Mónica, no tuvo suerte.
Su corazón no resistió una operación de cirugía estética de ocho horas de duración. Poco después de salir sufrió un infarto. Un avión de Aeroméxico trasladó su cadáver a Sinaloa. A pesar de que se había dicho que era un señor que venía de Zacatecas, en el ataúd viajaba en realidad el mayor capo mexicano.
Todavía hoy hay dudas suspicaces sobre las causas de su fallecimiento y hasta versiones de que sigue vivo en Argentina o Chile y colabora con la DEA.
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