Rabia, dolor, hartazgo, cuántos sentimientos se agolpan en la voz de Yesenia Zamudio, una mujer, madre de familia, manifestante en contra de la violencia de género. Su voz recorre hoy las redes sociales y hace eco de una crisis en México por la violencia contra la mujer.
“Cómo chingados no voy a estar enojada. Lo quiero quemar todo, me mataron a mi hija”, gritó Yesenia en la marcha del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. “No es posible que cuiden más una pared que a nuestras hijas. Les debería dar vergüenza, en esta ciudad asesinan a nuestras hijas dentro y fuera de las escuelas”, retumbaron sus palabras en las calles de la capital del país.
Su grito de hartazgo, que se hizo viral en redes sociales, representó el de muchas otras madres que durante años han luchado por justicia para sus víctimas de feminicidio. Como ellas, Yesenia no sólo ha tenido que sufrir la pérdida de su hija. También ha enfrentado a las autoridades, a la idea de que los asesinos se encuentran en libertad, y la violación a sus derechos humanos.
Una mujer es asesinada cada dos horas y media en México. Tan solo en los primero seis meses del 2019 se registraron 448 feminicidios, 1.364 casos de homicidio doloso y 2.586 abusos sexuales, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Estas cifras han provocado protestas y demandas desesperadas por parte de las mexicanas que piden seguridad. Además, la mayoría de los crímenes quedan impunes y la justicia por las mujeres asesinadas nunca llega: 90% de los casos que se investigan permanecen sin sentencia, según el Diagnóstico de Acceso a la Justicia y la Violencia Feminicida de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Marichuy: víctima de un feminicidio que sigue impune
Marichuy, como le decían de cariño, fue asesinada cuando tenía 19 años. Era estudiante de Ingeniería Petrolera en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y vivía en un departamento de la alcaldía Gustavo A. Madero, colonia Ticomán, Ciudad de México, junto a otras estudiantes. El 15 de enero del 2016 le avisó a su mamá que saldría con sus compañeras.
“De repente recibo una llamada y me dicen que sufrió un accidente. Yo pensé que chocaron o algo, como puede llegar a pasar con los jóvenes de su edad cuando están divirtiéndose. Cuando me presento al hospital donde me dijeron que la tenían, no estaba”, contó Yesenia Zamudio, su mamá, a Infobae México.
Preguntó por su ubicación y sobre lo que había pasado, pero nadie le dio información clara. Ya era la madrugada del 16 de enero. Hasta el día siguiente la encontró en el Hospital Balbuena, en donde había sido ingresada en calidad de desconocida. Estaba en coma, tenía los brazos, piernas y el cráneo fracturados.
Sujetos que habían estado con Mari, ahora presuntos responsables del feminicidio, daban distintas versiones sobre lo ocurrido “No se ponían de acuerdo, por lo que al final crearon una mentira”, contó Yesenia. Declararon que después de haber salido a un karaoke, un grupo de cuatro amigos y Julio Iván Ruíz, un profesor, volvieron al edificio en donde vivía la joven. Relataron que no quería subir, así que ellos la metieron a su departamento para que estuviera más segura. Ahí, dijeron, se lanzó del quinto piso.
Algo no le cuadraba a Yesenia. Quería saber qué había sucedido realmente, así que cuando Marichuy aún estaba en terapia intensiva, visitó en repetidas ocasiones al Ministerio Público de la alcaldía para que se hicieran una investigación sobre el caso. “Intentaron decir que mi hija era alcohólica y estaba deprimida”, dijo Yesenia. Pero ella sabía sabía que no era cierto. Cuando ingresó al hospital, la joven tenía ropa desgarrada y ADN de otras personas en las uñas; señal de que había sido atacada e intentó defenderse.
“Nadie atendió el asunto de mi hija cuando todavía estaba con vida. Hubo indiferencia desde que ocurrió todo. Por eso nos siguen matando todos los días, porque nadie tiene interés en hacer su trabajo”, comentó Zamudio a Infobae México.
Las lesiones de la joven fueron tan graves que el 25 de agosto, Marichuy, de 19 años, falleció. Y las ganas de Yesenia porque se hicieran justicia aumentaron. Desde ese día no se ha cansado de exigir a la sociedad y autoridades que se deje de asesinar mujeres, que se investigue con perspectiva de género y que se haga justicia por su hija y por todas las víctimas de femincidio.
Yesenia y la lucha incansable por la justicia
Desde el primer momento en que intervino la policía en el caso, lo hizo mal. Yesenia Zamudio ha denunciado que después de que se dio anuncio a las autoridades que Maruchuy había sido lanzada por el quinto piso de su departamento, un policía llegó al sitio, pero no interrogó a los presentes y los dejó irse. Tampoco intentó recolectar los datos de la joven. Sólo la envió en ambulancia a un hospital al otro lado de la ciudad, por eso su mamá no podía encontrarla.
Como las autoridades no resguardaron la zona, recolectar la evidencia después fue complicado. Sin embargo, los testimonios recogidos de vecinos y testigos de lo sucedido indicaron que no fue un suicidio. Ellos dijeron haber visto cómo metían a Marichuy a la fuerza al departamento, y cómo la empujaron; ella no se lanzó por su propia voluntad. “La mataron por decir que no. Porque su profesor, alguien que tenía una jerarquía mayor y a quien ella le dio su confianza, no aceptó un no. Porque no fue lo que ella diga, tenía que ser lo que él quería hacer”, comentó Zamudio.
Las autoridades decidieron reclasificar el caso como homicidio doloso. Pero le impidieron a Yesenia saber la manera en la que se realizaba la investigación y cuáles eran los avances. Ella iba a las instalaciones a pedirles información, pero ni siquiera le daban acceso al expediente. Le negaron su derecho a la verdad y a la justicia.
La mamá de Marichuy también se dio cuenta de que los Ministerios Públicos no estaban capacitados para investigar con perspectiva de género. Sabía que el asesinato de su hija era un feminicidio, sin embargo, las autoridades de la Ciudad de México se negaban a tratarlo como tal.
Por lo que decidió acudir a otras instancias defensoras de los derechos humanos: “Y como todo eso es tardado, mientras empecé a decirle a la ciudadanía lo que estaba sucediendo. Las autoridades y sus procesos se quedaron atoradas en el tiempo y no tienen actitud de hacer las cosas. Aparte, la indiferencia de la ciudadanía. Por eso mi manifestación. Se los he dicho de muchas formas: artísticas, con bailes y performance. Todo el tiempo se los he dicho, hasta que llega el momento en que se los grito, porque con una chingada, ¿ya nos van a escuchar?”, dijo Yesenia a Infobae México.
Desde que decidió alzar la voz, ha recibido amenazas de muerte y maltrato de las autoridades.
Manifestaciones, la última vía
Yesenia dice que Mari ya no puede hablar, no puede defenderse. Pero ella lo hace por su hija. Ahora se dedica a abogar por los derechos humanos de las personas, y a protestar por la violencia contra las mujeres. “Yo no tenía por qué llegar a esta situación de desesperación, pero toqué muchas puertas y oficinas. Hablé con mucha gente. Por eso mi inconformidad, mi hartazgo”, dijo Yesenia.
En abril de este 2019, tres años después del asesinato, Yesenia logró hacer que el caso de su hija se reclasificara y se investigara como feminicidio. Sin embargo, aún no hay una orden de aprehensión en contra de los presuntos asesinos de la joven.
Este pequeño avance en el caso de su hija se ha logrado por ejercer presión mediática y a través de manifestaciones “Porque de otras formas no nos atienden. Estamos hablando de tres años y todavía sigue la investigación porque resulta que tenían hecho todo mal y lo tuvieron que volver a hacer”, comentó.
Por eso se incorporado al colectivo #NiUnaMenos, en donde multitudes de mujeres de México y todo el mundo se han unido para exigir justicia y respeto por su vida. “En la marcha repetí lo mismo que han dicho miles de ciudadanos. Ya no les vamos a pedir por favor, porque el favor fue el voto para cambiar el gobierno. Ya no hay una segunda oportunidad”, dijo Yesenia.
Para ella, las paredes y monumentos son una plataforma internacional para que el mundo entero se dé cuenta de que las están matando. “Van a gastar miles para reparar una pared que es nuestro periódico nacional. Estamos pidiendo auxilio, un grito desesperado de ayuda, pero las autoridades dicen al pueblo que nosotras somos las malas. Los ponen en nuestra contra. Entonces, al limpiar las paredes, lo que están haciendo es que están censurando lo que decimos, que nos están matando. Lo que les importa es que no se lea el mensaje”, comentó Yesenia.
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