El nombre de Magdalena Solís es uno de los primeros que aparece en las historias de asesinos seriales en México. Es uno de los pocos casos documentados que tuvieron una clara motivación sexual. Era una asesina organizada, visionaria, sedentaria, depredadora sexual y que mata en grupo
Su caso incluye una serie de elementos que lo vuelven único, ya que se le clasificó como una asesina organizada, visionaria, y depredadora sexual que le gustaba matar en grupo.
Se sabe que nació en Tamaulipas entre 1933 y 1945, en una familia de pocos recursos. Desde muy pequeña se dedicó a la prostitución, administrada por su hermano Eleazer, con quien años después se mudo a Monterrey, Nuevo León, donde los dos se mantenían del trabajo sexual de Magdalena.
Su vida cambió en 1963 cuando conocieron a los también hermanos Santos y Cayetano Hernández un par de delincuentes que habían planeado una estafa que los ayudaría a solucionar sus problemas económicos.
Los cuatro llegaron a un pueblo de apenas 50 habitantes llamado la Yerba Buena, en Colima, donde aprovecharon el analfabetismo de la mayor parte de la comunidad para autoproclamarse profetas y sumos sacerdotes de los “poderosos y exiliados dioses incas”.
El papel de Magdalena era hacerse pasar por una reencarnación de Coatlicue, una diosa adorada por los aztecas, sedienta de sacrificios humanos. Pero lejos de dedicarse a la estafa, como era el plan original, la mujer desarrolló una grave psicosis teológica y se convirtió en una fanática que sufría de delirios religiosos y delirios de grandeza.
Desarrolló una serie de perversiones sexuales que se manifestaban en el consumo de la sangre humana y en el sadismo con el que cometió sus crímenes. También realizaba prácticas de fetichismo y pedofilia.
Los crímenes cometidos por la llamada “Sacerdotiza de la sangre” opacaron las orgías que a menudo organizaban los hermanos Hernández.
Los habitantes del pueblo que se negaban a asistir a las ceremonias en las que presuntamente serían poseídos por Magdalena eran linchados, los que intentaban huír del lugar eran maniatados, golpeados, quemados y cortados en pedazos.
La mujer llegó a ordenar que a personas vivas se les extirpara el corazón para ver como se desangraban y después beber su sangre. Durante seis semanas, Madgalena y los hermanos Hernández desataron el pánico en el aislado pueblo.
En el libro Real Vampires, Night Stalkers and Creatures from the Darkside, del autor estadounidense Brad Steiger, quien recuperó la historia, se señala que una noche del mes de mayo de 1963, un joven de una comunidad vecina paseaba por las cuevas en las que la secta de Magdalena realizaba sus rituales.
Al escuchar ruidos y ver luces que salían de una cueva, se acercó y pudo observar cómo sacrificaban a una víctima.
El joven, de 14 años, recorrió casi 25 kilómetros para llegar a la estación de policía más cercana, presa del pánico y en shock, lo único que logró decir era que un grupo de personas bebían sangre humana en el lugar, “como vampiros”.
Los policías pensaron que el joven, llamado Sebastián Guerrero, estaba drogado por lo que no creyeron en sus dichos. Sin embargo, al día siguiente, un oficial llamado Luis Martínez, decidió acompañarlo al lugar, después, los dos desaparecieron.
Fue hasta entonces que las autoridades empezaron a tomar el caso en serio y el 31 de mayo de 1963, la policía en conjunto con el ejército desplegaron un operativo en la Yerba Buena.
Como resultado detuvieron a Magdalena y a su hermano, quienes además tenían en su poder grandes cantidades de marihuana.
En medio del caos por el ingreso de las autoridades al pueblo, Santos Hernández fue abatido, mientras que su hermano, Cayetano fue asesinado por uno de sus seguidores quien quería meterse en su cuerpo para protegerse.
Las autoridades encontraron los cadáveres descuartizados de Guerrero y de Luis Martínez, a quienes les había sido extirpado el corazón, en la misma cueva donde se realizaban los rituales aparecieron partes de cuerpos de otras seis personas.
Sin embargo, Magdalena y su hermano fueron condenados a 50 años de prisión sólo por el homicidio del policía y del joven que los descubrió en la cueva, ya que los seguidores de su secta se negaron a declarar.
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