OPINIÓN: Cuidado con la avalancha

La adaptabilidad que tenemos en algunas situaciones puede resultar peligrosa para nuestra salud mental

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(Foto: cortesía)
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Nos acostumbramos a lo bueno y a lo malo sin demasiada dificultad. Esta adaptabilidad que tenemos los seres humanos tiene sus ventajas y desventajas.

La ventaja es que acostumbrarnos rápido nos permite sufrir menos. Si, por ejemplo, vivimos en una casa espaciosa y confortable, pero tenemos que mudarnos a un lugar más pequeño, durante las primeras semanas sentiremos un fuerte impacto, pero con el correr de los días nos iremos acostumbrando y llegará un momento en que este nuevo lugar no nos resulte incómodo y nos parezca natural vivir en esos pocos metros cuadrados.

Esta adaptación que experimentamos en las situaciones donde las condiciones externas se modifican (cambios de casa, de trabajo, viajes, etc.), también se aplica cuando se trata de nuestro mundo interno. Nos acomodamos con bastante facilidad al dolor y el malestar, y este es el aspecto más desfavorable que tiene el acostumbramiento.

La adaptabilidad que tenemos en algunas situaciones puede resultar peligrosa para nuestra salud mental. Han venido a mi consultorio personas que llevaban más de una década sintiéndose mal y cuando le preguntaba por qué había tardado tanto tiempo en consultar, las respuestas eran similares: “Se ha vuelto insoportable, ya no aguanto más”, “hasta ahora lo podía manejar”, “creí que se iría en algún momento”. Y a mi pregunta de: “¿No sufriste durante todos esos años? La respuesta de todos fue la misma. “Claro que sufría, pero se podía aguantar. Ahora ya se ha vuelto insoportable”.

La mayoría de nosotros actuamos de esa forma. Reaccionamos ante lo insoportable, pero mientras el malestar se pueda aguantar tendemos a no hacer nada, hasta que llega un momento que, por acumulación, por desgaste, por cansancio o por un significativo aumento de dolor comenzamos a sentir que no podemos más, que nos resulta insostenible mantener ese nivel de malestar y es entonces cuando empezamos a buscar una solución.

Transformamos con muchísima facilidad lo incomodo en una situación habitual y esperable. Así como todos los días no nos sorprendemos al abrir la puerta de nuestra casa porque sabemos lo que vamos a encontrar, así tampoco nos sorprendemos cuando cada mañana nos encontramos con los mismos problemas, dolores, molestias, broncas y frustraciones. Conviven con nosotros. Son los mismos de ayer, del mes pasado, al igual que los sillones del living, que las toallas de baño o las cacerolas que tenemos en la cocina. Así de normales y habituales también son las situaciones que padecemos día tras día.

Ese acostumbramiento es el que nos permite mantener durante años y años una relación destructiva de pareja, o trabajar en un lugar donde no nos gusta. Hasta el malestar más pequeño mantenido en el tiempo deja de ser pequeño, así los malestares se acomodan en nosotros y nosotros nos acomodamos a ellos.

Haga una lista de las cosas que hoy le molestan en su vida y pregúntese cuánto tiempo llevan ahí, cuántos meses o años hace que lo acompañan sin que usted accione para modificar la situación, problema o malestar que tiene.

Se sorprenderá del tiempo que llevan con usted y de su capacidad para sostener y soportar tanto sus incomodidades internas como las situaciones pendientes de resolución.

No deje que sus problemas y sus malestares con el tiempo se conviertan en una avalancha.

*Escritora y psicóloga

Lo aquí publicado es responsabilidad de autor y no representa la postura

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