Hace 35 años, el cielo de San Juan Ixhuatepec o San Juanico, una colonia del Estado de México, se iluminó súbitamente. La causa fue un incendio que inició cerca de las seis de la mañana en una planta de gas de Petróleos Mexicanos (Pemex). Esto comenzó una cadena de explosiones. El fuego de la primera, según reportes, alcanzó los dos kilómetros de altura. En medio de la oscuridad de la madrugada, una luz parecida a la del sol despertó a las familias de la localidad.
El fuego devastó la zona, la desapareció de la tierra. En el momento, según la cronología que Eduardo Barceló hizo en el texto “El infierno tiene nombre... San Juanico”, en muchas casas, los habitantes murieron en el instante. Otros tantos, huyeron despavoridos en busca de un lugar en donde el calor no fuera extremo, un sitio en donde los tanques de más de 300 toneladas convertidos a proyectiles que caían del cielo rojo no representaran un peligro.
Durante los 50 minutos posteriores a la primera explosión, más de 10 estallidos cimbraron el área y a las siete de la mañana, en la radio se informaba acerca de la destrucción de 600 casas en la colonia. Sobre este hecho, el escritor y periodista, Carlos Monsiváis, recogió el testimonio que Hermelinda Gómez Cruz, una secretaria de 19 años, dio para una estación después de ese momento:
“Toda la colonia parecía un gran infierno. Yo me había dado cuenta de cuatro o cinco explosiones. En mi casa todo se había sacudido; escuché gritos de mi mamá, de mi papá, de mis hermanos y mis tíos, éramos nueve en total. No podía darme cuenta de nada, sólo veía que que todo el mundo corría; era de madrugada pero la luz del fuego era tan intensa que parecía como si fuera el mediodía", relató.
Posteriormente, y ante el contexto desolador, decidió salir: "Me tapé como pude con una cobija y salí a la calle; afuera todo era correderos y alaridos; entre las explosiones y el fuego se escuchaba algo así como el ruido de un avión, creo que era el gas que se salía; comencé a caminar porque no se me ocurría otra cosa, tropecé con algo que casi me hizo caer cuando advertí que era un cuerpo en la banqueta y sentía que olía a carne quemada, me sacudí de miedo y me volví loca”.
Caminó durante mucho tiempo. Las sofocantes llamas y el peligro se convirtieron en sus acompañantes hasta que unos “ambulantes” la encontraron y la llevaron a la Villa de Guadalupe. Sobre su familia, la joven declaró que jamás los encontró. Los buscó en las listas de heridos que las autoridades puso a disposición de la población, pero no dio con ellos: “Yo creo que todos murieron. Después quise ir a la casa, pero unos soldados no me dejaron acercarme”.
Después de 48 horas, cerca de 200,000 personas fueron desalojadas del área, no obstante, detrás de ellos dejaron sus hogares devastados, hechos ceniza. En las fotografías que se publicaron posterior a la tragedia, las escenas son aterradoras. En todas ellas, los cadáveres calcinados de niños, mujeres y hombres se confunden con los grises panoramas.
Según los recuentos vecinales, el número de víctimas mortales fue de entre 800 y mil personas, pero las cifras oficiales declararon que habían sido únicamente 500, así como algunos lesionados. En este sentido, un sector afectado que no suele tomarse en cuenta fueron los miles de damnificados que se vieron en la obligación de reubicarse en el Valle de Anáhuac.
El siniestro se originó debido a la ruptura de una tubería que transportaba gas LP con dirección a la planta de almacenamiento que estaba cerca de los parques de tanques compuestos por seis esferas y 48 cilindros, todos ellos de diferentes capacidades. Pero el problema no inició el 19 de noviembre de 1984, ese día únicamente fue el momento en que la tragedia estalló.
De acuerdo con Heriberto Soriano, quien durante diez años dirigió la organización Unión Popular Ixhuatepec, surgida poco después de la explosión con el fin de solicitar mejores medidas de seguridad para los habitantes, la problemática con la planta de Pemex se originó desde meses antes, pues los vecinos denunciaron en muchas ocasiones que percibían fugas de gas, pero nunca fueron escuchados.
La misma fuente también ha mencionado, siempre con tristeza, pues recuerda aquellos momentos, que la devastación pudo haberse evitado ya que desde su punto de vista, todo se ocasionó a partir de un error humano, pues las tuberías carecían de mantenimiento.
En la actualidad, las condiciones para San Juanico no parecen ser las ideales si se toma en cuenta la experiencia que sucedió en la zona. Seis gaseras, una empresa de químicos peligrosos y una alcoholera operan en el pueblo. Además, los ductos de Pemex atraviesan la zona y no existe un polígono de seguridad, no hay rutas de evacuación y según el presidente de la Comisión de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil del Congreso Loca, San Juanico “es una bomba de tiempo”.
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