Medio siglo de batalla política fue zanjada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en enero de 2018, cuando abandonó uno de los grandes proyectos de desarrollo del oeste francés: el aeropuerto de Notre-Dame-de-Landes.
No importó el apoyo de los principales cargos electos locales al proyecto ni su ratificación hace dos años en una consulta popular. El aeropuerto no se construyó.
La decisión se trató de una victoria para los activistas que ocupan los terrenos donde debía construirse la infraestructura y para los oponentes en todo Francia.
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El primer ministro, Édouard Philippe aseguró que el apoyo popular era insuficiente ante la fuerte oposición.
La renuncia del aeropuerto se dio acompañada, primero, de la decisión de remodelar el actual aeropuerto de la región en Nantes, y segundo, de los planes de evacuar, como mínimo, la zona de bosques y prados donde unos 300 activistas querían construir un espacio alternativo, fuera del control de las autoridades.
Notre-Dame-des-Landes era más que un aeropuerto. Se había convertido en un símbolo. Para unos era un emblema de la capacidad de la región occidental de Francia para conectarse al mundo con un aeropuerto moderno.
Para otros, los ocupantes de los terrenos, era un símbolo de realizar un experimento utópico en un territorio de 1,600 hectáreas.
La construcción de la nueva base aérea estaba en discusión desde los años sesenta, cuando notables locales consideraron que el nuevo aeropuerto, en zona rural y más lejos de la ciudad, era necesario para una región atrapada de las grandes rutas de comunicación que conectan Francia con el resto de Europa.
Pese a que en 1974 se declaró la zona de planificación prioritaria al sur del pueblo de Notre-Dame-des Landes, el proyecto quedó en suspenso hasta principios de la década pasada.
En 2012, el territorio fue escenario de enfrentamientos con la policía. Ninguno de los gobierno logró imponer una decisión.
Emmanuel Macron, que fue elegido presidente en mayo de 2017, pidió un informe a un grupo de expertos que en diciembre presentaron dos opciones: construir el aeropuerto o remodelar el viejo. Ésta última fue elegida.
México "juega" a repetir la historia
Al igual que en Francia, en México un aeropuerto se convirtió en una "piedra en el zapato" de los dos últimos gobiernos.
Entre los tres proyectos estrella del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se encuentra la nueva base aérea de Santa Lucía; sin embargo, éste se ha visto paralizado por diversos amparos que han presentado un grupo de ciudadanos, entre otros motivos, por la falta de información sobre la incidencia medioambiental.
Texcoco y Santa Lucía son dos proyectos que se enfrentaban: El primero, un plan del expresidente Enrique Peña Nieto y el segundo la opción del nuevo gobierno.
Llamado Nuevo Aeropuerto Internacional de México, la base aérea de la pasada administración empezó a construirse en 2014 en Texcoco, Estado de México.
En su momento se consideró una de las mayores obras de infraestructura reciente del país. Pero el pasado 27 de diciembre el proyecto murió.
El gobierno entrante de López Obrador anunció la cancelación definitiva del NAIM, debido al impacto ambiental y los altos costos que consistía su construcción.
En octubre pasado, los mexicanos participaron en una Consulta Ciudadana donde votaron a favor de cancelar el proyecto de Peña Nieto y ampliar la Base Aérea Militar de Santa Lucía, situada en Estado de México.
El plan maestro de López Obrador consistía en que a 40 kilómetros de la capital de México, como alternativa al ya existente Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se construyera una nueva base.
Pero el proyecto se vio limitado por una serie de amparos que alegaban que la construcción impactaria negativamente en el ambiente.
Durante la mañanera del viernes 23 de agosto, AMLO advirtió que hará uso de facultades del Estado para llevar adelante las obras de Santa Lucía.