Tocumbo es un pueblo ubicado al oeste del estado de Michoacán, que ronda los 12.000 habitantes. En México, es conocido como la cuna de la "paleta de hielo" (helado de palito) y de La Michoacana, la marca de paleterías que tiene como emblema una muñequita indígena (la guare, que significa mujer en lengua purépecha), que suma aproximadamente 12.000 locales en todo el país y se ha extendido también hacia Estados Unidos.
De la paleta helada que a finales de los años 30 comenzó a elaborar el paletero Rafael Malfavón Andrade, conocido en el pueblo como "El Arrapato", vino la prosperidad a Tocumbo, una de las pocas poblaciones alejadas de la pobreza en este estado donde la migración y el narcotráfico parecen las únicas salidas.
Allí hasta las casas más humildes son de ladrillo y concreto, y en sus principales calles, todas pavimentadas, hay fincas de extensos jardines –alguna incluso con una cancha propia de futbol–, que exhiben autos y camionetas de lujo.
Hasta su iglesia del Sagrado Corazón es distinta: es una construcción moderna que se levanta en el centro del pueblo, entre jardines bien cuidados, que proyectó el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, el mismo que diseñó el Estadio Azteca de futbol y el moderno recinto de la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México.
El visitante sabe que llegó a Tocumbo cuando topa a la entrada del pueblo con una enorme escultura de paleta helada, que tiene incrustado un mundo como la fruta fresca que las distingue. Así reciben a los turistas que arribarán a este lugar, entre el 25 y el 30 de diciembre, para celebrar con ellos la Feria de la Paleta que nació en 1989.
De la venta en burro a los locales urbanos
La historia de las paleterías La Michoacana se remonta a finales de los años 30. La gente del pueblo atribuye la elaboración de las primeras paletas a Rafael Malfavón Andrade, quien salía a vender su nieve en cajas de madera y a bordo de burros las distribuía a las poblaciones cercanas a Tocumbo, de acuerdo con el historiador moreliano Arturo Herrera .
Malfavón enseñó el oficio a jóvenes del lugar. Entre ellos a uno que recuerdan como El Sardo. Dicen que él fue de los primeros que salió del pueblo para instalar una paletería. Pero esta es una historia incierta como el origen del nombre de La Michoacana.
En Tocumbo afirman que primero fue el emblema y luego el nombre. Cuentan que un joven a quien llamaban "El Pinabete", dibujó la guare, la llamó La Michoacana y comenzó a utilizarla en su negocio. Después un joven que había estudiado mercadotecnia, dicen, se la llevó a Guadalajara, capital de Julisco, y comenzó a explotarla en un pequeña paletería que instaló en aquella ciudad. Otra versión asegura que Agustín Andrade y sus primos Ignacio y Luis Alcázar fueron los primeros en abrir expendios de paletas heladas en la capital del país.
Ubicadas en locales pequeños y humildes, donde sólo ofrecían paletas de algunos sabores, así como refrescos y dulces, las paleterías de los primos Andrade y Alcázar muy pronto se extendieron hacia distintos barrios de la ciudad, donde comenzaron a ganar fama por su original elaboración con frutas naturales. "Andrade llegó a sumar 177 establecimientos", dice la página oficial de La Michoacana.
En el pueblo suman a ellos los apellidos de las familias Barragán, Sánchez, González, Guerrero, Godínez y por supuesto los Malfavón, como los principales promotores de las paleterías en el país al financiar después a otros pobladores de Tocumbo.
Así nació este singular modelo de negocio familiar combinado con franquicia, en el que cada propietario administraba a su modo su propia peletería. No había una contabilidad central ni planes estratégicos de crecimiento. Simplemente se prestaban dinero por vínculos familiares, amistad o palabra, y compartían el nombre sin propiedad. La gente del pueblo dice que en "épocas de vacas flacas", es decir, de crisis económica, las deudas a veces se perdonaban o se posponían, pero siempre se pagaron. Esta extensa red de negocio ancló a la gente de Tocumbo y evitó que se convirtiera en un pueblo más de migrantes que viajan a Estados Unidos, como ocurre en el resto de Michoacán.
Ya en la década de los 50 y 60, las paleterías La Michoacana se extendían por distintos estados del país. Pero su método de elaboración todavía era muy rústico. Hasta que irrumpió en el negocio Rafael Abarca, un hombre originario de la comunidad de Rodeo, vecina de Tocumbo, que había vivido en Estados Unidos y volvió a México para instalar su primera paletería en la colonia Santa María, de la capital del país.
A él atribuyen nuevos métodos de elaboración de las paletas, más higiénicos por el uso de moldes de acero inoxidable, y su exhibición en refrigeradores para que la gente pudiera elegir el sabor de su preferencia.
Poco a poco todas las paleterías retomaron sus técnicas y agregaron nuevos sabores a su oferta con frutas como guanábana, mango, papaya, coco y plátano, y sustituyeron la venta de refrescos por aguas frescas.
Un emporio que no se enfría.
Hacia los años 80 los dueños de paleterías de Tocumbo formaron sociedades y buscaron nuevas plazas, introduciendo el negocio en otros pueblos donde compartieron el oficio. Pero su imagen corporativa sólo fue oficial casi 50 años después de que aparecieron sus primeros locales.
El historiador moreliano Arturo Herrera afirma que Eleuterio Oseguera Mendoza, uno paletero que abrió su primer local en 1965, registró la marca de La Michoacana en 1989 y un año después Alejandro Andrade registró el logotipo. Modificó un poco el original y agregó el eslógan: "La Michoacana es natural".
Oseguera se instaló en Monterrey y se convirtió en un importante empresario. Andrade, por su parte, hizo de su marca una especie de franquicia, que vende a los paleteros la imagen y el equipo necesario para instalar una peletería, donde ahora venden también palomitas de maíz o nachos con queso.
Aunque ahora el modelo de negocio es otro, los paleteros de Tocumbo siguen siendo una comunidad unida. Por iniciativa suya, en 1989, impulsaron la Feria de la Paleta para reunir los recursos necesarios para pagar la construcción de su iglesia del Sagrado Corazón y son fuente de apoyo financiero en el municipio, donde contribuyen a la construcción y mantenimiento de obras públicas, escuelas y áreas verdes.
De La Michoacana derivaron posteriormente otros nombres, como La Flor de Tocumbo, La Fuente y La Flor de Michoacán. Pero uno es su origen y está en este pueblo próspero llamado Tocumbo.
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