Crisis de biodiversidad en el Reino Unido: desafíos ambientales alarmantes y el dilema entre conservación y economía

En medio de un intenso debate sobre cómo abordar esta problemática, algunos esfuerzos han logrado recuperar ciertas especies, mientras que los agricultores y las políticas públicas se encuentran en el ojo del huracán

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La rica historia de interacción
La rica historia de interacción entre humanos y naturaleza en el Reino Unido ofrece tanto retos como oportunidades para su recuperación ambiental. (Freepik)

Un análisis reciente describe un panorama alarmante sobre la salud del entorno natural en el Reino Unido. Este documento, basado en el “State of Nature” de 2023, sostiene que el país figura entre los más afectados por la pérdida de biodiversidad a nivel global. Y las cifras son preocupantes.

El 16 % de las especies en el Reino Unido se encuentra en peligro de extinción, situando al territorio en el 10 % inferior del índice de integridad de biodiversidad (Biodiversity Intactness Index). Asimismo, organizaciones como la RSPB, Wildlife Trusts y National Trust reforzaron estas conclusiones al señalar la pérdida de 38 millones de aves en las últimas cinco décadas y el deterioro de hábitats esenciales.

El informe y los datos asociados buscan priorizar áreas críticas como calidad del aire, recursos hídricos y gestión de residuos. De igual manera, la biodiversidad destaca como el foco central de las preocupaciones, por el ritmo acelerado de extinción de especies y la precariedad de los ecosistemas.

“Más de la mitad de
“Más de la mitad de las plantas con flores del Reino Unido han desaparecido desde 1970”, subraya la National Trust, en una declaración que evidencia la magnitud del problema. (Christin Klose/dpa)

El Reino Unido cuestiona las métricas de su crisis ambiental

Henrietta Appleton, asesora política de la Game and Wildlife Conservation Trust (GWCT), señalo que el índice de integridad de biodiversidad (BII), ofrece una visión distorsionada debido a su enfoque exclusivo en la pérdida de naturaleza por acción humana.

El BII mide la biodiversidad actual comparándola con un estado de referencia “casi virgen”, lo que penaliza especialmente a países con largos historiales de uso agrícola e industrial. Appleton argumenta que esta métrica ignora el contexto histórico y geográfico del territorio; las islas británicas, con una densa red de hedgerows (cercas vivas introducidas por la actividad agrícola hace más de 4.500 años), reflejan un paisaje profundamente alterado, pero también rico en hábitats gestionados que sustentan biodiversidad.

Un enfoque alternativo

En contraste, el Environmental Performance Index (EPI), desarrollado por la Universidad de Yale, evalúa una gama más amplia de indicadores, incluyendo la salud ambiental y la vitalidad de los ecosistemas. Según este índice, el Reino Unido se posiciona en el 23º lugar de 180 países, un resultado mucho más favorable. Este sistema, que tiene en cuenta factores como la gestión de hábitats y la sostenibilidad de los recursos, sugiere que el país tiene fortalezas que el BII no logra capturar.

La controversia sobre estas metodologías pone en evidencia la necesidad de indicadores ambientales que reflejen con precisión los desafíos y las oportunidades de cada región. Mientras tanto, el Parlamento británico enfrenta una decisión crítica: si adoptar una narrativa que refuerza la percepción de crisis, o utilizar herramientas que permitan destacar los avances y guiar una recuperación más equilibrada.

La fragmentación de bosques amenaza
La fragmentación de bosques amenaza su capacidad de albergar vida silvestre y mantener redes ecológicas saludables. (Freepik)

Los logros recientes en la recuperación de la biodiversidad británica

Pese a las críticas sobre las narrativas de crisis hechas por algunas ONG ambientales, el Reino Unido registró avances significativos en la recuperación de especies y la gestión de hábitats, gracias a iniciativas agroambientales y la colaboración entre sectores público y privado. Estos logros, aunque insuficientes para revertir completamente la pérdida de biodiversidad, son una prueba de que los esfuerzos coordinados pueden generar resultados positivos.

Entre los casos más destacados, se encuentra el milano real, un ave rapaz emblemática que había sido llevada al borde de la extinción a mediados del siglo XX. Las iniciativas de reintroducción y conservación, respaldadas por esquemas como el Countryside Stewardship, permitieron que la población de esta especie se recupere de manera notable. Se estima que hay más de 1.800 parejas reproductoras en Inglaterra y Gales, un logro celebrado como uno de los mayores éxitos de conservación en Europa.

Milano Real: el icónico depredador
Milano Real: el icónico depredador aéreo vuelve a dominar los cielos rurales tras décadas de declive. (Freepik)

Otra especie que muestra signos de recuperación es el búho común. Su presencia en tierras agrícolas aumentó gracias a la mejora de los hábitats gestionados. Este progreso está directamente vinculado a las políticas de manejo sostenible de recursos, como la protección de zonas húmedas y la promoción de praderas ricas en flores.

Retos y próximos pasos

Aunque estos logros son significativos, los desafíos siguen existiendo. La sostenibilidad de los esquemas agroambientales depende de un financiamiento constante y de una mayor integración de políticas que equilibren la producción alimentaria con la conservación. Además, la recuperación de especies emblemáticas aún no alcanza los niveles previos a la Segunda Guerra Mundial, y muchos hábitats siguen siendo vulnerables.

La transición hacia prácticas agrícolas sostenibles tiene un impacto directo en las comunidades rurales, tanto en términos de oportunidades como de costos. Estos esquemas enfrentan críticas por su complejidad administrativa y la insuficiencia de fondos en comparación con las necesidades del sector.

La reducción del uso de pesticidas o la creación de márgenes florales, pueden ser prohibitivos para los agricultores que operan con márgenes estrechos. Esto genera un dilema, aunque las políticas agroambientales son esenciales para preservar la biodiversidad, no pueden imponerse a expensas de la viabilidad económica de las comunidades rurales.

La simplificación de los esquemas agroambientales, junto con un financiamiento adecuado y la integración de métricas más precisas, podría maximizar el impacto de estos programas. Además, reforzar las redes de cooperación entre agricultores, ONG y gobiernos permitiría enfrentar los desafíos más urgentes y consolidar los logros ya alcanzados.

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