Cómo es el plan de reinserción en la naturaleza de ranas y caracoles que perdieron su hábitat y viven en peceras

Un tipo de rana patagónica y una especie de caracol del río Paraná sufrieron la destrucción de sus ambientes originales. Un programa que lidera la Fundación Temaikèn los está preservando en acuarios controlados y busca regresarlos a su lugar

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La introducción de peces invasores
La introducción de peces invasores provocó la extinción de la principal población de ranitas patagónicas en la Laguna Blanca (Fundación Temaikèn)

¿Qué tienen en común las ranas y los caracoles? Mucho. Sobre todo las dos especies de las que hablará esta nota, comparten una misma circunstancia. Son habitantes de dos rincones de la naturaleza donde los seres humanos alteraron tanto su delicado equilibro que se les tornó imposible la vida y permanencia. Irónicamente, también manos humanas fueron en su rescate, evitaron su desaparición completa y hoy los mantienen con vida. Claro, ya no pueden regresar a sus hábitats porque morirían. Hay gente trabajando para que el retorno ocurra en el futuro.

Tanto la ranita patagónica (Atelognathus patagonicus) como el caracol de Apipé (Aylacostoma chloroticum) son endémicas, la primera de lagunas de Neuquén, y la segunda del Alto Paraná. Esto implica un nivel de vulnerabilidad especial, ya que cuando una especie es endémica significa que no se encuentra en otro lugar del mundo.

La principal población de ranas patagónicas resultó extinta en la Laguna Blanca, en la región central de la provincia de Neuquén, y a los caracoles les ocurrió lo mismo, pero de manera aún más drástica, ya que su casa, los Saltos de Apipé, frente a la ciudad de Ituzaingó, en Corrientes, ya no existen, fueron sumergidos bajo el lago de la represa Yacyretá.

Así, ambas especies coincidieron en enfrentarse a la casi extinción y son ahora protagonistas de un ambicioso proyecto de conservación que lidera la Fundación Temaikèn. La iniciativa consiste en la creación bajo condiciones controladas de un ambiente donde ranas y caracoles están viviendo y reproduciéndose fuera de sus ecosistemas originarios, en peceras adaptadas especialmente. El objetivo final es reintroducirlas en la naturaleza, restaurando antes el equilibrio biológico de sus hogares ancestrales.

La especie Aylacostoma chlorticum o
La especie Aylacostoma chlorticum o caracol de Apipé se reproduce por partenogénesis, no requiere intervención de un gameto masculino (Fundación Temaikèn)

Infobae visitó el recinto donde los biólogos, veterinarios y cuidadores reprodujeron las condiciones esenciales para la vida de estas ranitas y de los pequeños caracoles. Se encuentran situadas una colonia a pocos metros de la otra en un sector con grandes recipientes transparentes, en el bioparque situado en el partido bonaerense de Escobar. Cada espacio cuenta con los elementos, la temperatura, el agua y el alimento necesarios para su vida y reproducción. Ambas familias están prosperando.

Proyecto “Hacia el regreso de la ranita patagónica”

La ranita patagónica, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) de 2019, está clasificada como “En Peligro Crítico”, mientras que la Lista Roja Nacional la cataloga como “En Peligro”.

A esta situación las llevó, entre otros motivos, la introducción de peces exóticos invasores, como la perca y la trucha arcoíris, que han provocado, entre otros efectos devastadores, la extinción de la principal población de ranas en la Laguna Blanca.

Guillermo Delfino, responsable del Programa de Especies Amenazadas de Fundación Temaikèn, contó a Infobae que “entre los años 1943 y 1968, la Laguna Blanca, fue intencional e ilegalmente sembrada con truchas arco iris (Oncorhynchus mykiss) y percas (Percichthys trucha) que se convirtieron, no solo en depredadores topes que afectan la fauna nativa y, consecuentemente, todo el ecosistema, sino también generó cambios fisicoquímicos en el agua”.

Una de las profesionales alimenta
Una de las profesionales alimenta a la colonia de ranas de Laguna Blanca en el espacio especialmente acondicionado del bioparque situado en Escobar (Fundación Temaikèn)

Agregó que, “entre 2009 y 2016, el área de distribución de la especie se vio afectada a su vez por una prolongada sequía y varias de las lagunas se secaron o experimentaron una notable reducción y, en consecuencia, deterioraron los ambientes acuáticos óptimos para la especie”.

Ante la situación crítica, la Fundación Temaikèn puso en marcha un proyecto llamado “Hacia el regreso de la ranita patagónica a la Laguna Blanca”, en colaboración con la Administración de Parques Nacionales (APN). Este esfuerzo busca rescatar individuos de lagunas temporales que están en proceso de desecación, asociado al cambio climático, y están desarrollando un programa de reproducción para la posterior reintroducción en su ambiente natural.

Los expertos del bioparque situado en Escobar mantienen actualmente 42 ranitas en un acuario donde simularon las condiciones naturales de su hábitat. Allí colocaron fondos de grava, plantas tanto artificiales como naturales, refugios subacuáticos y terrestres, plataformas y rampas de acrílico para facilitar el acceso fuera del agua. Todo esto acompañado de un sistema de luz UV que imita las condiciones naturales necesarias para su supervivencia. Además, se controla rigurosamente la temperatura del agua, ajustándola entre 15 y 18°C, según la época del año, y otros parámetros químicos como el pH, la dureza, y la concentración de amonio, nitrito y nitrato.

Una de las características únicas de esta especie es que, en su hábitat natural, pueden presentar dos morfotipos: uno acuático y otro terrestre, dependiendo de las condiciones del ambiente. Esta capacidad de cambiar de morfología incluso puede presentarla un mismo individuo, según las condiciones a las que se enfrente, lo que les permite adaptarse a fluctuaciones en sus ecosistemas.

Dos de los cuidadores de
Dos de los cuidadores de las ranas patagónica en pleno chequeo general de cada individuo (Fundación Temaikèn)

Las dietas, aunque ambas carnívoras, varían según habiten en el agua o en la tierra. “En las lagunas permanentes de su hábitat natural, esta rana exhibe principalmente el morfotipo acuático”, dijo Delfino, en tanto en las lagunas temporales los individuos pueden adaptarse a “ambientes acuáticos y terrestres en respuesta a cambios ambiental”, indicó.

En el bioparque, estos pequeños anfibios son alimentadas con una variedad de artrópodos —esto es moscas, cucarachas, arañas, etc— y anfípodos —pequeños crustáceos—. Las ranitas tienen un tamaño que varía entre 35 mm, los machos, y 44 mm, las hembras, con una coloración que puede ser parda o amarillenta con manchas oscuras y ocasionalmente un punto rojo en el centro.

Cuando Infobae visitó el espacio acondicionado para su conservación y reproducción en el bioparque el equipo a cargo se encontraba en plena tarea de pesaje y medición de cada pequeño individuo mediante el uso de instrumentos de precisión.

La introducción de peces invasores
La introducción de peces invasores provocó la extinción de la principal población de ranitas patagónicas en la Laguna Blanca (Fundación Temaikèn)

“Se requiere un seguimiento y especial control sobre la nutrición de los ejemplares. En este caso, se cuenta con cuidadores expertos en el manejo de ranas, quienes se encargan de verificar su correcta alimentación, basada principalmente en tenebrios [NdeR: gusanos], micro cucarachas, micro grillos, anfípodos y artemias salinas”, explicó el especialista a cargo. El desafío consiste en que “no hay registros de nutrición de esta especie bajo cuidado humano”, por lo tanto, “la frecuencia y distribución de la dieta se ajusta con base en las observaciones que se realizan semana a semana, sumado al pesaje y toma de mediciones corporales mensuales, que determinan si es necesario modificar el protocolo de alimentación”.

Dentro del acuario cada ranita recibe, además, cuidados para evitar enfermedades. “Es por esto que dentro del trabajo de monitoreo se lleva un registro de la salud de cada individuo (como la inspección de úlceras provocadas por quitridio) y se cuenta con un equipo de profesionales veterinarios equipados para llevar a cabo los tratamientos que sean necesarios”, subrayó.

El objetivo de este programa es el regreso de la especie a su hábitat natural en la Laguna Blanca, lo que ayudaría a reducir significativamente el riesgo de extinción. La Administración de Parques Nacionales trabaja simultáneamente en la restauración de su espacio. Las estrategias de recuperación del hábitat implica la “extracción de predadores exóticos, exclusión de ganado, restauración del ambiente natural, seguimiento de interacciones con otras especies y monitoreo de la calidad del agua”, subrayó Delfino.

Una de las cuidadoras del
Una de las cuidadoras del bioparque alimenta a las ranas patagónicas (Fundación Temaikèn)

El proyecto cuenta con la colaboración de instituciones académicas y científicas como la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata-CONICET.

La ranita patagónica representa una pieza clave en su ecosistema y su supervivencia es vital para mantener el equilibrio ecológico de las lagunas neuquinas. Delfino destacó la importancia de los anfibios en sus hábitats ya que “son indicadores del bienestar de los ecosistemas. Esto se debe a que son organismos altamente susceptibles a la contaminación ambiental, dada las características de su piel y sus hábitos de vida”.

“Como en todo ambiente natural, cada grupo taxonómico cumple un rol en la cadena alimenticia y de recuperación de nutrientes, lo que permite que se lleven a cabo los ciclos naturales del ecosistema, ayudando a preservar la calidad del ambiente”.

Las ranas patagónicas son cuidadosamente
Las ranas patagónicas son cuidadosamente monitoreadas tanto su nutrición como el peso y sus medidas corporales (Fundación Temaikèn)

Proyecto Caracoles de Apipé

Del mismo modo que las ranitas, la especie Aylacostoma chloroticum, conocida como el caracol de Apipé, enfrenta un severo riesgo de extinción y está catalogada como “extinta en vida silvestre” por la UICN desde enero de 2000.

En diciembre de 2022, la Fundación Temaikèn trasladó a más de 200 ejemplares desde el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN), en la Ciudad de Buenos Aires, al acuario del bioparque con el propósito de establecer nuevas colonias ex situ y trabajar en su reintroducción al medio natural. Actualmente, el programa ya cuenta con unos 800 ejemplares.

Pero la historia de rescate de estos pequeños caracoles comenzó mucho antes. La especie es endémica del Alto Paraná, una región que abarca partes de Argentina y Paraguay. Su hábitat natural, caracterizado por rápidos y correderas, sufrió alteraciones irreversibles debido a la construcción de complejos hidroeléctricos y otros cambios ambientales.

La construcción de la represa
La construcción de la represa Yacyretá sumergió el hábitat natural de los caracoles de Apipé, ahora considerados extintos en vida silvestre (Fundación Temaikèn)

El esfuerzo de conservación comenzó en 1990 cuando el Museo de Ciencias Naturales porteño inició trabajos con la supervisión del investigador Manuel G. Quintana. Durante este periodo, se mantuvieron y reprodujeron ejemplares en acuarios diseñados especialmente. En el museo, el equipo científico realizó estudios genéticos, fisiológicos, ecológicos y parasitológicos esenciales para comprender mejor las necesidades de la especie y ensayar su liberación en áreas cercanas.

En una carrera contra el tiempo, mientras avanzaba la construcción y llenado del embalse del complejo hidroeléctrico Yacyretá-Apipé, Quintana diseñó y realizó un operativo de salvataje de esta especie. En 1994 finalizó el llenado de la represa y los caracoles perdieron para siempre su hábitat.

Quintana, sin cuyo trabajo los pequeños caracoles hubieran desaparecido, aun sin contar con mayores datos sobre estas colonias, logró mantenerlos con vida a través de la reproducción de las condiciones naturales de los rápidos de Apipé en los acuarios del Museo.

El científico Manuel Quintana, fue
El científico Manuel Quintana, fue el pionero en el rescate de los caracoles de Apipé. Una colonia de esa especie fue preservada en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (Fundación Azara)

El experto llegó a ensayar la liberación de colonias con microchips en áreas cercanas y logró replicar los planteles de caracoles ex situ en otras instituciones, como la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), en Posadas, y el Ecoparque de Buenos Aires.

Pero ese ángel guardián de los caracoles murió de manera prematura en 2022, a los 64 años. Ante esto, la Fundación Temaikèn tomó la posta y trasladó a los caracoles del Museo al bioparque.

Jerónimo Torresín, Coordinador del Programa Selva y Pastizal de la entidad de Escobar, explicó a Infobae que, además de la construcción de complejos hidroeléctricos, “otra amenaza para la especie es la actividad de extracción de sustratos del río, como la arena, en sitios puntuales donde aún subsiste la especie. Otra amenaza es una especie exótica invasora de amplia distribución en nuestros ríos, el mejillón dorado (Limnopermna fortunei), originaria del sur de Asia, cuyo comportamiento y alta tasa reproductiva termina por rodear o cubrir los individuos de Aylacostoma hasta postrarlos, limitando así su capacidad de alimentación, reproducción, etc”. A esto se suma “la contaminación de nuestros ríos que es otro de los factores que claramente afectan tanto a esta especie como a otras”.

Relevamiento de caracoles de Apipé
Relevamiento de caracoles de Apipé en Misiones (Fundación Temaikèn)

El papel de estos caracoles en su ecosistema es de una importancia máxima, ya que “regulan la proliferación de algas verdes y son buenos indicadores de la calidad del agua donde habitan,” explicó Torresín. Se trata de un caracol herbívoro cuya presencia “es un indicador de salud del ecosistema”, dijo.

Además de sus roles ecológicos, tienen características que los distingue de otros caracoles de agua dulce y los hace únicos: “Posee solo ejemplares hembras, es decir, no se conocen machos para la especie y su reproducción se realiza por partenogénesis, una estrategia donde los óvulos se dividen y generan un nuevo organismo también hembra, sin intervención de gameta masculina”, dijo el especialista.

Además, agregó, poseen un caparazón o conchilla en espiral, como si fuera un cucurucho” y tienen “detrás de la cabeza, una especie de marsupio o bolsa de incubación, en donde van desarrollándose nuevos caracoles de diversos estadios de crecimiento y de manera simultánea. Cuando uno llega a su estado ideal de madurez, sale del marsupio y migra hasta la conchilla de su progenitora, en donde crecen algas particulares que constituirán los primeros alimentos de estos nuevos ejemplares, hasta independizarse definitivamente”. La longevidad de estos caracoles puede superar los siete años en condiciones de acuario.

Ingreso de caracoles al acuario
Ingreso de caracoles al acuario de la Fundación Temaikèn (Fundación Temaikèn)

Otros actores clave en la preservación del Aylacostoma chloroticum son el Ecoparque de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) y la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), quienes unen esfuerzos para lograr la conservación de este molusco, incrementar el número y tamaño de las poblaciones y reducir su riesgo de extinción, con la esperanza de devolverlo algún día a su hábitat natural.

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