El Océano Austral, que rodea la Antártida, es un ecosistema esencial para la regulación del clima del planeta, pero también para la preservación de la biodiversidad. Sus aguas, que absorben alrededor del 40% de las emisiones de dióxido de carbono generadas por la actividad humana y entre el 60% y el 90% del exceso de calor provocado por el cambio climático, actúan como una suerte de amortiguador frente a los impactos ambientales.
Sin embargo, este frágil ecosistema hasta ahora ha logrado mantenerse relativamente intacto frente a las “extinciones masivas”, como califican los expertos, que afectan a otras regiones del planeta. Pero esta situación, lamentablemente, está por cambiar, ya que enfrenta crecientes amenazas debido al cambio climático y al aumento de la actividad humana.
Un reciente estudio publicado en la revista Conservation Biology y realizado por un equipo de científicos de la Universidad de Colorado en Boulder, identificó 30 nuevas áreas críticas en el Océano Austral que son esenciales para la conservación de la biodiversidad. Estas regiones, definidas como Áreas Clave para la Biodiversidad (KBA), son vitales para la supervivencia de diversas especies que habitan la región, incluidas algunas emblemáticas, como son: los pingüinos Adelia, las focas de Weddell y las ballenas jorobadas. Los investigadores advierten que, sin una mayor protección que limite las actividades humanas, la fauna autóctona podría experimentar un drástico declive poblacional.
Cassandra Brooks, profesora asociada del Departamento de Estudios Ambientales y miembro del Instituto de Investigación Ártica y Alpina de la Universidad de Colorado en Boulder, y autora principal del estudio, destacó la relevancia de la conservación del Océano Austral en un comunicado de prensa emitido por la casa de altos estudios.
“Muchos animales solo se encuentran en el Océano Austral y todos ellos desempeñan un papel importante en su ecosistema”, dijo la experta, quien también subrayó la importancia global de esta región al señalar que, “aunque la Antártida y el Océano Austral parecen estar muy lejos, ellos (y la vida que hay en ellos) son fundamentales para el funcionamiento de los sistemas de la Tierra”.
Mediante esta afirmación, Brooks indicó cómo los cambios en la región antártica están íntimamente ligados a fenómenos climáticos extremos en otras partes del mundo, como los incendios forestales en Colorado, que, según la experta, están relacionados con las alteraciones en el Océano Austral.
Lo cierto es que, a pesar de la importancia crítica de esta región, el calentamiento global provoca el deshielo de las capas de hielo marino, lo que ha permitido un mayor acceso a áreas previamente inaccesibles para actividades como la pesca y el turismo.
La investigadora Sarah Becker, estudiante de doctorado en el Departamento de Estudios Ambientales y primera autora del artículo, advirtió sobre los riesgos que estas acciones suponen para la biodiversidad: “Estas actividades humanas no solo compiten con la vida silvestre por los recursos, sino que también podrían causar estrés e introducir especies invasoras y enfermedades contra las que la vida silvestre nativa tiene pocos o ningún mecanismo de defensa”.
El estudio, llevado a cabo por Brooks, Becker y su equipo, se enfocó en identificar las áreas clave en el Océano Austral que son esenciales para la supervivencia de varias especies de aves marinas y focas antárticas y subantárticas. Utilizando datos de seguimiento de 13 especies, como los pingüinos Adelia, los albatros fuliginosos y los elefantes marinos del sur, los investigadores lograron identificar 30 áreas de actividad clave en el océano Austral, que representan hábitats esenciales donde estas especies se alimentan, se reproducen y migran.
Uno de los aspectos innovadores del estudio es su enfoque específico en las necesidades de cada especie, lo que contrasta con investigaciones previas que tendían a agrupar diferentes especies en un único conjunto de datos. Este enfoque, aunque útil para la planificación de la conservación a gran escala, podría pasar por alto áreas cruciales para ciertas especies debido a sus etapas de vida y patrones de migración únicos.
Por ejemplo, según explicaron los científicos, el equipo descubrió dos grandes sitios en las aguas cercanas a la bahía Amanda, en la Antártida oriental, que son zonas clave de alimentación para los pingüinos emperador durante su recuperación tras la reproducción. Asimismo, se identificaron varios sitios en las aguas cercanas a la isla Campbell, al sur de Nueva Zelanda, donde se alimenta una población reproductora de albatros de cabeza gris, una especie en peligro de extinción.
Estos hallazgos proporcionan una nueva capa de detalle crucial para la planificación de la conservación en el Océano Austral. Becker destacó la importancia de esta investigación al señalar que “nuestro estudio cierra la brecha entre la perspectiva a gran escala y las necesidades específicas de las poblaciones individuales, agregando una importante capa de detalle”. Esta mirada detallada es fundamental para garantizar que las estrategias de conservación aborden de manera efectiva las necesidades específicas de cada especie.
Ahora, los investigadores esperan que estos resultados sean considerados por organismos internacionales y gobiernos con el objetivo de desarrollar estrategias de conservación y determinar áreas donde se debería restringir la pesca y otras actividades humanas.
Es por ello que Brooks enfatizó la importancia de disminuir estas acciones en regiones específicas: “Al reducir las interacciones de la pesca o el turismo en estas áreas clave de biodiversidad, potencialmente podemos darles a estos animales la mejor oportunidad de adaptarse y volverse resilientes al cambio climático”.
Además, la conservación del Océano Austral tiene implicaciones más allá de la biodiversidad local. La protección de esta región es vital para la mitigación del cambio climático a nivel global, ya que lo que sucede en la Antártida tiene repercusiones en todo el planeta.
Al proteger mejor el Océano Austral y la Antártida, no solo se preservan especies únicas, sino que también se contribuye a crear un entorno más habitable para todos, como señaló Brooks. Quien, además, aseguró que “si hacemos más para proteger la Antártida, en realidad podemos crear un mundo más habitable para todos”.
En tanto, los expertos resaltaron que este enfoque integral y detallado hacia la conservación del Océano Austral no solo es un paso vital para proteger la biodiversidad de la región, sino también para combatir el cambio climático y sus efectos a nivel global.
Es por eso que subrayaron la necesidad de acciones concretas y la implementación de medidas de protección, las cuales se vuelven cada vez más urgente a medida que el calentamiento global continúa afectando a este ecosistema crítico, el cual juega un papel fundamental en la estabilidad climática del planeta.