Los seres humanos y las otras especies de seres vivos que habitan en la Tierra ya están sufriendo los efectos del calentamiento de las temperaturas promedio del planeta por las emisiones de gases de efecto invernadero. En este contexto, también se ha pronosticado que los glaciares del mundo podrían perder hasta el 40% de su masa en el año 2100, debido al aumento de 1,5 grados Celsius en el globo.
Mientras se llevan a cabo negociaciones para que se reduzcan las emisiones contaminantes, hay científicos que impulsan soluciones que despiertan polémica. Proponen la llamada “geoingeniería glaciar” como una estrategia diseñada para frenar el aumento del nivel del mar.
Un grupo de investigadores en glaciares organizaron una serie de talleres y asambleas públicas a lo largo de 10 meses y ahora publicaron un “reporte blanco”. Piden que se impulse la investigación sobre planes audaces que protegerían las capas de hielo vulnerables, al construir barreras flexibles a su alrededor o al perforar profundamente en ellas para frenar su deslizamiento hacia el mar.
“Todos los que somos científicos esperamos no tener que hacer esta investigación”, dijo Douglas MacAyeal, profesor de ciencias geofísicas de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, que ha estudiado los glaciares durante casi 50 años y es coautor del reporte. “Pero también sabemos que si no pensamos en ello, podríamos estar perdiendo una oportunidad de ayudar al mundo en el futuro”, consideró en un comunicado.
Pero las ideas que proponen no han sido probadas y ya están provocando una reacción tajante entre los glaciólogos. Algunos consideran que no solo son extravagantemente caras y logísticamente defectuosas, sino también una distracción del problema de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Sinceramente, creo que esto va a acabar siendo una guerra civil en la comunidad -sostuvo Jeremy Bassis, glaciólogo de la Universidad de Michigan, de los Estados Unidos, al ser entrevistado por la revista Science-. No veo mucho margen para el compromiso”.
Qué va a pasar en el año 2100
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, al ritmo actual, el calentamiento global obligará a las ciudades costeras a hacer frente a una subida del nivel del mar de un metro en el año 2100.
Pero algunos investigadores predicen cosas peores, advirtiendo de que las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, que en conjunto almacenan agua suficiente para provocar muchos más metros de subida del nivel del mar, ya han sobrepasado el punto de inflexión. Incluso, si la humanidad frena las emisiones y el calentamiento se ralentiza, estas capas de hielo podrían colapsarse en los próximos siglos.
Los partidarios de la geoingeniería glacial afirman que sería mejor empezar a investigar ahora cómo frenar la subida del nivel del mar en su origen, en lugar de gastar miles y miles de millones de dólares en amurallar las ciudades costeras.
El glaciólogo John Moore, de la Universidad de Laponia, coautor del reporte que fue patrocinado por la Universidad de Chicago, de los Estados Unidos, impulsa una de las medidas que se mencionan. Ha propuesto construir “cortinas” flotantes, amarradas al fondo marino más allá del borde de las plataformas de hielo y los glaciares, con el objetivo de bloquear las corrientes naturales de agua caliente que erosionan las capas de hielo desde abajo.
Se sabe que en la Antártida, el calentamiento del agua del océano es una amenaza mayor para los glaciares que el aumento de la temperatura del aire.
En los primeros diseños se utilizaba plástico, pero ahora se están considerando fibras naturales como la lona y el sisal para evitar problemas de contaminación. Los primeros estudios de modelización demuestran que la altura de las cortinas puede ser superior a la de los glaciares.
Estos enormes esfuerzos de ingeniería serían, sin duda, algunos de los más caros jamás emprendidos por la humanidad. En un taller realizado en octubre de 2023, los investigadores sugirieron que podría costar 88.000 millones de dólares construir 80 kilómetros de cortinas alrededor de los glaciares antárticos. Las intervenciones también requerirían apoyo político internacional, lo que algunos glaciólogos consideran un obstáculo aún mayor que el precio.
Por qué se objetan las propuestas
Twila Moon, glacióloga del Centro Nacional de Datos sobre la Nieve y el Hielo de EE.UU., afirma que tales proyectos requerirían flotas de rompehielos, grandes necesidades de transporte marítimo y de la cadena de suministro, y un personal considerable para construir, mantener y vigilar las estructuras finales, en unas condiciones oceánicas que califica de “asombrosamente difíciles”.
Los proyectos también podrían tener consecuencias imprevistas, como alterar los patrones de circulación oceánica o poner en peligro la vida salvaje. Además, se tardarían décadas en averiguar si las intervenciones funcionan.
Incluso, si la ingeniería y la logística fueran posibles, eso “no responde a la pregunta de si debería llevarse a cabo”, señaló la científica, que se opone, además, a los estudios preliminares sobre los conceptos.
Cuando las ideas se presentaron a los investigadores el año pasado, los debates fueron a veces polémicos. En un taller celebrado en la Universidad de Stanford en diciembre de 2023, se pidió a los asistentes que llevaran cordones que representaran sus puntos de vista sobre la investigación de la geoingeniería glaciar: rojo para los contrarios, azul para los partidarios y morado para los indecisos.
Leigh Stearns, glacióloga de la Universidad de Kansas, dice que al principio era una de las únicas participantes que llevaba el rojo. Al final del taller, más gente había cambiado de cordón para unirse a ella.
En el reporte se reconocieron algunos de los argumentos habituales contra la geoingeniería glaciar, como que podría desincentivar la reducción de las emisiones de carbono. El informe, que también subraya la importancia de reducir las emisiones, se esfuerza en decir que “no aboga por la intervención; más bien, aboga por investigar si alguna intervención puede ser viable”.
Pero a algunos glaciólogos no les convence la distinción entre apoyar la geoingeniería y respaldar su investigación. “Creo que la realidad es que la mayoría de la gente que acabará dedicándose a la investigación de la geoingeniería lo hará porque aumenta la probabilidad de que la geoingeniería se haga realidad”, dijo Alex Robel, glaciólogo del Instituto de Tecnología de Georgia.
En el debate actual entre los glaciólogos, “hay un 10% fijo en cada extremo que no cambiará de opinión”, según Moore. “Pero el 80% que está en medio, creo que se muestra receptivo a las pruebas”, analizó.
Qué se ha hecho recientemente a menor escala
Consultado por Infobae, el doctor Sebastián Marinsek, jefe del Departamento de Glaciología del Instituto Antártico Argentino, comentó: “Ya existen (y existieron) metodologías para proteger secciones de un glaciar, al cubrirlos con telas o aserrín durante un período corto”. Esos ensayos se realizan para comprobar teorías, visualizar problemas, entre otros fines, en una pequeña escal; y se hacen en lugares de fácil acceso.
“Cuando el objetivo involucra grandes extensiones de miles de kilómetros cuadrados, la factibilidad es distinta. Existen grandes complicaciones de logística y climáticas para poder llevar a cabo estos proyectos gigantescos de intervención”, advirtió Marinsek.
“Por otro lado, estas intervenciones probablemente generen o disparen otros efectos, que no se desprenden de los modelos utilizados -opinó el científico argentino-. En lugar de estas acciones que se pueden intentar diseñar como solución a un problema puntual y particular, se deberían abordar las temáticas en general de cuidado del ambiente donde todos vivimos. Si cada uno trata de dejar el mundo mejor de como lo encontró, estoy seguro de que contribuiremos más a mitigar alguno de estos problemas que se mencionan”.