La crisis de biodiversidad está íntimamente ligada a la crisis climática. Esta es la premisa que expertos, gobiernos y representantes de la sociedad civil buscarán validar en la cumbre sobre el tema que se realizará en Cali, Colombia las dos últimas semanas de octubre.
Allí, a pocos kilómetros de la Amazonia, los negociadores quieren concientizar sobre la urgencia de que ese bioma, fundamental para la humanidad, puede alcanzar un punto de no retorno. Esto último significa que, de continuar con el modo actual de producción y consumo, ese ecosistema no solo se transformaría en sabana, sino que perdería cualquier posibilidad de regenerarse.
Según los estudios de los expertos Thomas E. Lovejoy y Carlos Nobre el punto de no retorno ocurre cuando la deforestación y degradación combinadas superan el umbral de entre el 20% y 25%, cifra que los científicos consideraron para la Amazonía este, sur y central.
“Estamos destruyendo el agua, la biodiversidad, los alimentos. El ser humano, las empresas extractivas y los gobiernos continúan con una economía de combustibles fósiles y están destruyendo nuestro presente y nuestro futuro. Este es un llamado de emergencia”, dijo José Gregorio Díaz Mirabal, coordinador general de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), durante la presentación del informe La Amazonía contra reloj.
Manuel Jaramillo, de la Fundación Vida Silvestre Argentina, explica el concepto: “La naturaleza tiene la capacidad de recuperarse luego de los impactos negativos que sufre. Esto le permite y ha permitido adaptarse y genera las oportunidades de evolución. Lo que ocurre cuando se alcanza el punto de no retorno (tipping point, en inglés) es tan grande que compromete plenamente la resiliencia y la capacidad de recuperación. Es por eso que hay que evitar llegar a ese punto porque, aunque se quitara el disturbio que ha generado la degradación de la especie, del hábitat o el clima, la naturaleza no tendría ya la capacidad de recuperarse”.
Y agregó: “Es por eso que hay que mantener el aumento promedio de la temperatura global en 1.5ºC para evitar que esto sea un efecto que luego no pueda ser revertido”.
Las cifras de deforestación y degradación de los bosques amazónicos ha llegado al 26% en todo el territorio de la Amazonia que cubre 847 millones de hectáreas: 20% ha sufrido una pérdida irreversible y 6 % presenta alta degradación.
“El punto de no retorno de la Amazonía ya no es un escenario futuro, sino del presente en algunas zonas de la región. Además, de los nueve países que conforman la cuenca amazónica, Brasil y Bolivia tienen las mayores cantidades de destrucción”, indica el informe presentado hace un año.
“Todos los bosques del mundo remueven una gran cantidad de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera que equivalen a 12 mil o 14 mil millones de toneladas de CO2. La Amazonia, por ejemplo, en la década de los 90, removía más de 2 mil millones de toneladas de ese gas. Ahora esa capacidad ha disminuido mucho y captura menos de mil millones y ya hay zonas que son fuente de emisiones carbono”, advierte el científico brasileño Nobre.
¿Por qué la Amazonia es tan importante para la región?
Un hallazgo científico indica que “la deforestación del Amazonas calienta la superficie terrestre a 100 kilómetros de distancia. Los bosques tropicales desempeñan un papel fundamental en el enfriamiento de la superficie terrestre, y ese efecto puede extenderse a distancias considerables”.
Se sabe que cuando se talan los bosques tropicales, el clima en las inmediaciones se calienta. Al analizar los datos, los científicos descubrieron que en las zonas con escasa deforestación tanto local como regional, el cambio medio de la temperatura terrestre entre 2001 y 2021 fue de 0,3°C. Las localidades con una deforestación local de entre el 40% y el 50%, pero con poca deforestación regional, se calentaron una media de 1,3 °C. En comparación, en las zonas con deforestación local y regional, el aumento medio de la temperatura fue de 4,4 °C.
Y no solo la Amazonia está amenazada. América Latina es una región rica en biodiversidad. Algunos datos: 6 de los 17 países megadiversos están en la región: Brasil, Colombia, Ecuador, México, Perú y Venezuela. Y cuenta con biomas únicos:
- Baja California
- Cinco Bosques
- Sistema Arrecifal Mesoamericano
- Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (Isla del Coco, Malpelo, Galápagos y Coiba)
- Amazonas: Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), la región amazónica contribuye a estabilizar el clima mundial, ya que almacena unos 123.000 millones de toneladas de carbono en la superficie y bajo tierra.
- Pantanal (humedal más grande del mundo)
- Páramo
- Gran Chaco
- Patagonia
Cumbre en Cali
Es precisamente acerca de estos biomas y otros biomas del mundo el debate de la cumbre de biodiversidad (COP16) que se realizará en Colombia. El año pasado, en Montreal, se llegó a un acuerdo (comparable con el Acuerdo de París) en el que se establecen metas, algunas muy ambiciosas para cumplir a 2030. Este año, con el lema “Paz con la Naturaleza”, la reunión buscará avanzar en la implementación de esas premisas.
Algunas de ellas, por ejemplo, son: sumar áreas protegidas. Hoy solo el 15% de la superficie terrestre y el 7,5% de los océanos están protegidos. Los expertos recomiendan que la protección debería alcanzar del 30% al 50%, tanto en la tierra como en el mar. Las medidas de conservación deberían ir más allá con la creación de corredores para las migraciones, conectividad entres espacios naturales y una mejor integración de la gente en la naturaleza.
Restaurar los ecosistemas: la ONU ha establecido el decenio 2021-2030 como “la década de la restauración”. La regeneración de los ecosistemas no es solo una medida efectiva de mitigación y de resiliencia, que beneficia al conjunto de las especies, sino también un modo efectivo de crear empleo en tareas como la protección de las costas, la prevención de inundaciones, la reducción de la erosión o la mejora de la calidad de los suelos.
Agricultura sostenible: la eliminación de subsidios a la agricultura y la ganadería intensivas, la drástica reducción en el uso de fertilizantes y pesticidas, y el apoyo de prácticas como la diversificación de cultivos, la agroforestería o la agroecología podrían tener un efecto de mitigación del cambio climático equivalente de 3 a 6 gigatoneladas de CO2 al año, calculan los expertos.
Infraestructura verde en las ciudades: casi el 75% de la población mundial vive en áreas urbanas, donde deberían ponerse en marcha en la próxima década proyectos de “infraestructura verde” para amortiguar el efecto de “isla de calor” y prevenir inundaciones, con la creación de tejados verdes, aumento de la superficie arbolada y granjas verticales para el consumo local.
“Luego de un proceso demorado por la pandemia, Montreal fue un hito significativo para definir el nuevo marco de diversidad biológica y es por eso que es importante esta COP16 aquí en Latinoamérica. Se va a poder poner en valor el trabajo que hay que hacer en los próximos 6 años para asegurar el cumplimiento de las nuevas metas.”, dijo Jaramillo.
Respecto de la Argentina, en particular, el experto indicó que el país debe adaptar su estrategia nacional de biodiversidad. “Esta gestión de gobierno tiene el mandato de hacerlo de una forma participativa, incluyendo toda la ciencia y la información disponible en nuestro país. Y desarrollando una clara hoja de ruta para alcanzar las metas establecidas para 2030.”, indicó.
Según las ONGs, esa agenda debería contener más y mejores áreas protegidas; más y mejoras de estrategias de manejo sustentable; mejor estado de conservación para las especies amenazadas; mayor articulación federal sobre la gestión de los recursos naturales que son jurisdicción de las provincias y, una articulación que permita no solo acceder al financiamiento y la concientización, sino también al compromiso de un desarrollo que no se dé de espaldas a la naturaleza.