El accionar del ser humano sobre la naturaleza aún no frena su avance y las especies en peligro de extinción siguen en aumento. En la Argentina, un ciervo autóctono se encuentra en esta condición.
Se trata del huemul, cuyo nombre científico es Hippocamelus bisulcus, y es el cérvido más austral del mundo, que hace muchos años su presencia se extendía desde los Andes hasta el Atlántico e incluso islas de Tierra del Fuego.
Pero por la sobrecacería y otros factores que impidieron su hábito de migrar de las montañas a las praderas de acuerdo a las estaciones del año, su población se redujo en un 99%.
Hoy en día, en Argentina, solo quedan entre 300 y 500 ejemplares fragmentados en unos sesenta grupos y confinados en las zonas altas (algunas situadas en áreas protegidas) de las montañas andinas a lo largo de 1800 kilómetros.
“Las estrategias actuales para la conservación de los huemules no están logrando revertir su disminución demográfica”, advierte Werner Flueck, investigador del CONICET en el Parque Nacional “Nahuel Huapi”, que depende de la Administración de Parques Nacionales, y principal autor de un reciente artículo, publicado en Conservation.
El autor allí presenta evidencias científicas que indican que la recuperación de esa especie herbívora – catalogada como “cérvido en peligro de extinción” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) – tendría lugar si es reintroducida en sitios históricos considerados representativos de su hábitat de origen.
Evidencias arqueológicas, ecológicas e históricas
En tiempos modernos se consideró al huemul de forma errónea como una especie adaptada al bosque y exclusivamente a la alta montaña, con ambientes rocosos y fuertes pendientes.
“Pero observaciones de naturalistas en expediciones y viajeros desde 1521 en adelante, así como hallazgos arqueológicos, de restos óseos y otras evidencias determinan la presencia de huemules no solo en los Andes sino también cerca de la costa atlántica en lugares como la Península Valdés, Puerto Deseado y hasta el Estrecho de Magallanes”, indica Flueck, también integrante y creador de la Fundación Shoonem cuyo objetivo es colaborar con el estado en la preservación y conservación de la naturaleza en la cuenca hídrica del Río Senguer, en la Provincia del Chubut.
En 1898 el naturalista argentino Francisco Pascasio Moreno (1852-1919) avistó huemules en zonas no boscosas de la Patagonia. Testimonios similares dieron los exploradores Hesketh Prichard (1876-1922) y Clemente Onelli (1864-1924), y el geógrafo Hans Steffen (1865-1937), entre muchos otros.
Múltiples evidencias demuestran que en el pasado los huemules migraban estacionalmente pasando de zonas andinas boscosas, clasificadas como veranadas, a regiones no boscosas (praderas y estepas) de la península patagónica durante los inviernos.
“En esta zona de invernadas, se estima que muchos grupos de huemules se comportaban como residentes anuales, compartiendo hábitat con guanacos y choiques y otros animales esteparios. En tal sentido su comportamiento es muy similar al de otros cérvidos”, destaca Flueck, también investigador del Instituto Suizo de Salud Tropical y Pública, con sede en Basilea, Suiza.
Sobrecacería y confinamiento en las altas montañas
Un tema central es el grado de confianza que exhiben los huemules. No tienen miedo a la presencia de humanos, lo que facilita su caza. Los pueblos indígenas cazaban sistemáticamente huemules por su alimento y materiales. Las pieles se utilizaban para ropa, tiendas de campaña y utensilios.
“La sobrecacería de los huemules se intensificó con la llegada de los primeros europeos en el siglo XVI en adelante hasta comienzos del siglo XX”, afirma Flueck. Y subraya que “ya en 1883 el huemul fue clasificado como una de las especies comercialmente importantes en el listado de un libro inglés sobre las importaciones a Europa, que ocurrieron tanto desde puertos en Chile como de Argentina”.
La pérdida de las tradiciones migratorias del huemul, a raíz de la sobrecacería en el pasado y el establecimiento de poblaciones humanas en zonas habitadas por estos animales, confinó a la gran mayoría en las zonas altas de los Andes. “Esto disminuyó sus tasas de reproducción, alteró de manera perjudicial su salud y los puso en peligro de extinción”, puntualiza Flueck.
En zonas de veranadas de alta montaña, como los Andes, la calidad nutricional del forraje es menor comparado con el de las zonas de invernadas a las cuales los huemules no tienen acceso por la presencia humana y la pérdida de la costumbre de migrar.
“Por la falta de minerales, los huemules desarrollan osteopatologías, problemas estructurales en sus esqueleto y pérdida de dientes lo que reduce aún más su eficiencia para alimentarse”, puntualiza Flueck.
En noviembre de 2022 nació el primer huemul en la “Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem” que funciona bajo la supervisión de la Fundación Shoonem en la Provincia del Chubut, y en la que Flueck se desempeña como director científico. Otro miembro de la alianza es la Fundación Temaikèn que aporta el trabajo y el conocimiento de profesionales y técnicos en el manejo, la nutrición, el cuidado y el seguimiento general de los ejemplares que hoy se alojan en esta primera Estación, en el suroeste de la provincia de Chubut.
“Nos alegra informar que principios de diciembre de 2023 nació una segunda cría, el 15 de enero 2024 una tercera cría, y que otra hembra está ahora preñada, así que pronto habrá otro nacimiento”, afirmó el investigador del CONICET.
“El objetivo de esta estación es rehabilitar huemules que no están en buen estado de salud, pero esto no es suficiente para salvar a esta especie”, explica Flueck. Y continúa: “Otro propósito del proyecto es generar grupos de huemules para reintroducirlos en ambientes de alta calidad nutricional que históricamente fueron ocupados por sus antepasados”.
Para el investigador del CONICET las áreas donde los huemules podrían ser reintroducidos “podrían ser parques nacionales o provinciales, y también campos privados que reciban incentivos para apoyar a una futura convivencia con los huemules. Poder habitar en esas regiones permitirá a los huemules vivir de manera más saludable y por más tiempo, lo que se traduciría en un aumento de las tasas de su reproducción y crecimiento poblacional”.
Como herbívoro nativo principal de ciertos ambientes, el huemul tiene un rol importante en estos ecosistemas y esa es otra razón para prevenir su extinción, destaca el investigador del CONICET.
Y concluye: “Rastrear el pasado de la distribución geográfica de los huemules a través de muchas evidencias revela claramente que la conservación de esta especie en extinción depende de su reintroducción en zonas a las que accedían sus antepasados cuando gozaban de salud y de una apropiada demografía”.