Hace 66 millones de años el planeta estaba dominado por grandes reptiles, hasta que el impacto fortuito de un meteorito envío una cantidad destructiva de cenizas y desechos a la atmósfera, provocando un cambio climático drástico que le puso fin a una era: la extinción masiva tres cuartos de la vida sobre la tierra, incluidos los dinosaurios no aves.
Los ciclos de cambio climático existen desde el origen de la Tierra y algunos de ellos han provocado extinciones masivas. En la actualidad, la vida se enfrenta a un nuevo evento de cambio climático. El calentamiento global tiene su origen en la liberación desproporcionada de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano. Esta afirmación se basa en décadas de investigaciones de diferentes laboratorios del mundo, abarcando distintas disciplinas, como la química, la biología, la geología y la meteorología, donde todos apuntan a los mismos resultados: no es un fenómeno natural, sino que la tasa exacerbada de calentamiento sólo puede explicarse por la actividad humana.
Los combustibles fósiles son los principales responsables del calentamiento global, porque compuestos químicos que se encontraban bajo la superficie terrestre y asilados de la atmósfera, se liberan para sumarse a un ciclo que era estable en la transformación de la materia. Los gases de efecto invernadero en la atmósfera atrapan la radiación infrarroja emitida por la Tierra y la convierte en calor, en un proceso que ya fue identificado por científicos en el siglo XIX. La cantidad de dióxido de carbono que se mantenía entre 200-280 partes por millón hace 800 mil años, hoy supera las 400 partes por millón.
Crisis climática
El cambio climático tiene dimensiones y escalas sin precedentes en la historia de la humanidad. Se ha detectado un aumento en el nivel del mar, el hielo marino en el Ártico presenta el nivel más bajo en los últimos mil años, los glaciares retroceden, se presentan eventos de calor extremos, lluvias torrenciales más frecuentes e intensas, sequías incrementadas en algunas regiones, aumento de incendios, y calentamiento y aumento de la acidificación de los océanos y cuencas de agua dulce.
En nuestro país entre 2009 y 2020, sólo en producción de soja y trigo, las pérdidas estimadas ascienden a más de 17 mil millones de dólares, según el Sistema de Evaluación de Pérdidas por Sequías e Inundaciones (SEPSI), Pruvol, UBA.
Las predicciones de estudios científicos indican que gran parte de las especies no tienen tiempo evolutivo para poder responder a la tasa de cambio, y por ello, el calentamiento global es uno de los mayores promotores que nos lleva a transitar una de las extinciones en masa más grande de la historia de la vida. Mientras más especies se extinguen, hay un efecto directo en el bienestar de la humanidad que depende de la biodiversidad. Necesitamos agua limpia y abundante, tierras sanas para cultivar y atmósferas con aire puro para respirar. Enfrentar una extinción masiva nos impone un escenario catastrófico para la humanidad.
Desarrollo sustentable y la necesidad de Estados comprometidos
Los Estados deben actuar de manera urgente, abarcando diferentes aristas que van desde reducir emisiones de gases de efecto invernadero, hasta desarrollar estrategias eficientes para asegurar la preservación de la biodiversidad. Más de 27 mil científicos de 180 países hemos avalado la iniciativa de Alianza de Científicos del Mundo que proponen un conjunto de medidas claves que los Estados deben tomar ante la crisis climática:
1- Disminuir hasta eliminar el uso de combustibles fósiles avanzando hacia energías limpias (como eólica y solar)
2- Reducir los contaminantes climáticos de vida corta (metano, carbón negro e hidrofluorocarbonos), para bajar la tendencia en más del 50% en las próximas décadas
3- Proteger regiones estratégicas del planeta, y para identificar estas regiones claves se debe invertir en estudios científicos para conocer la biodiversidad.
4- Motivar el cambio de dieta de la población a alimentos cuya producción sea de bajo impacto ambiental
5- Llevar adelante un crecimiento económico que sea acorde a las políticas libre de carbono
6- Abordar el control del crecimiento poblacional humano, favoreciendo el acceso a métodos de control de fertilidad, con equidad de género, e incluida la educación sexual durante toda la educación primaria y secundaria como norma global
En el 2015 se concretó el Acuerdo de París, un pacto histórico agrupando a 195 países en una causa común: el compromiso de implementar políticas de Estado que lleven a no superar los 2 °C de aumento de temperatura global promedio, un límite que los estudios científicos muestran como decisivo. Los avances son todavía escasos y muy probablemente la meta no llegue a cumplirse en su totalidad. Pero las acciones hacia un cambio permanente ya comenzaron.
La Unión Europea se encuentra implementando el plan “Fit for 55″ que reducirá las emisiones en al menos 55%. Estados Unidos volvió a firmar la adherencia al Acuerdo de Paris con el presidente Joe Biden y presentó la Ley de Reducción de la Inflación. La Ley está movilizando inversiones históricas en soluciones de energías limpias, impulsando olas de proyectos, y fomentando la creación de cientos de miles de nuevos empleos.
En Argentina, la migración a energías limpias ya alcanza el 9,5% de la matriz de generación eléctrica, según el Informe Anual 2020 de Cammesa. Si bien Argentina emite apenas el 0,5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero a nivel global, es imperante continuar generando energías limpias, para cumplir con los compromisos tomados y asegurar el bienestar de las generaciones futuras, pero también para que el crecimiento productivo sea competitivo a largo plazo en un mundo que ya está virando a priorizar la explotación sostenida del medio ambiente.
Por ejemplo, la Unión Europea, uno de los destinos de exportación más importantes para la Argentina (9 mil millones de dólares al año en promedio), anunció este año que varios de sus productos importados deben incorporar datos sobre las emisiones —Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM)— y aplicará impuestos al carbono sobre los bienes importados, para obligar a los terceros a optar por líneas de producción en concordancia con el Acuerdo de París.
Por otro lado, la Argentina debe anticiparse al daño ambiental que impone la crisis climática a fin de desarrollar estrategias de mitigación del impacto socio-económico local. Para ello, es necesario que el Estado continúe apoyado económicamente los numerosos proyectos de investigación, en su mayoría liderados por investigadores de CONICET, que permiten conocer las causas y consecuencias del cambio climático sobre la biodiversidad, el ambiente y la sociedad. Estos estudios nos permiten tener las bases científicas necesarias y urgentes para poder desarrollar estrategias eficientes y seguras de un crecimiento sostenido a largo plazo.
Por último, tenemos avances legales como, por ejemplo, la ley 27.520 que establece presupuestos mínimos de adaptación y mitigación al cambio climático, y la ley 26.150 que creó el programa de Educación Sexual Integral que contribuye al control del crecimiento poblacional.
La crisis climática, con sus desafíos innegables, también brinda la oportunidad de estimular la innovación en el sector productivo y de nuestros científicos. Estamos en un momento decisivo. No debemos perder tiempo.
*Melisa Olave es doctora en Ciencias Biológicas, Investigadora Adjunta del Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas de CONICET (CCT Mendoza), Profesora en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo, recientemente reconocida por L’Oreal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” por sus estudios sobre el impacto del calentamiento global en la biodiversidad.