(Desde COP28, Dubai).- Primero fueron los meses récord. Mes tras mes los organismos meteorológicos del mundo daban cuenta de lo que las personas sienten en el cuerpo: el mundo está cada vez más caliente. Hace una semana se confirmó que 2023 fue el año con temperaturas más elevadas en 125.000 años.
Hoy, la Organización Meteorológica Mundial mostró un nuevo registro, también récord: la década 2011-2022 fue la más ardiente y el ritmo de aceleración del calentamiento es evidente.
“Es muy importante para nosotros tener una perspectiva temporal de lo que está pasando. Podemos ver claramente cómo van aumentando los récords y acelerándose el cambio climático”, comenzó Elena Manaenkova, Secretaria General Adjunta de la OMM durante la conferencia de prensa en la que se presentó la investigación en el predio donde se desarrolla la cumbre de cambio climático (COP28) en Dubai.
“El ritmo del cambio climático aumentó de forma alarmante entre 2011 y 2020, siendo la década más cálida desde que hay registros”, agregaron los expertos.
Entre los efectos que señala el reporte están el continuo aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero que dio lugar a temperaturas terrestres y oceánicas sin precedentes, que potenció una aceleración drástica de la fusión de los hielos así como el aumento del nivel del mar. Manaenkova destacó que la investigación refleja los escenarios y datos que fueron presentados el año pasado en el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
“Desde los años noventa del siglo pasado, cada década ha sido más cálida que la anterior y no vemos señales inmediatas de que esta tendencia vaya a revertirse. El número de países que registraron temperaturas máximas sin precedentes fue mayor que en cualquier otra década. Nuestros océanos se calientan cada vez más y más rápido y el ritmo de aumento del nivel del mar casi se ha duplicado en menos de una generación. Estamos perdiendo la carrera para salvar nuestros glaciares y mantos de hielo que se derriten”, declaró el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas.
A pesar del mensaje pesimista del último reporte, los científicos señalan que el agujero en la capa de ozono de la Antártida fue menor en el período 2011-2020 que durante las dos décadas anteriores, gracias al éxito de las medidas internacionales concertadas para suprimir progresivamente las sustancias químicas que agotan la capa de ozono, lo que demuestra el éxito del Protocolo de Montreal.
Los meteorólogos señalan esto como un éxito del multilateralismo a la hora de abordar políticas que incluyan acciones como fue la de disminuir hasta prohibir los gases CFC que aceleraban y agrandaban el agujero de ozono.
“Tenemos que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como prioridad máxima y absoluta para el planeta, a fin de evitar que el cambio climático se descontrole. Nuestro clima es cada vez más extremo y tiene un impacto claro y demostrable en el desarrollo socioeconómico. Las sequías, las olas de calor, las crecidas, los ciclones tropicales y los incendios forestales dañan las infraestructuras, destruyen las cosechas, limitan el abastecimiento de agua y provocan desplazamientos masivos”, afirmó Taalas.
El informe indica que durante aproximadamente los 10.000 años anteriores al inicio de la era industrial, el dióxido de carbono atmosférico se mantuvo a un nivel casi constante, situándose en torno a 280 ppm (número de moléculas del gas por millón de moléculas de aire seco).
Desde entonces, el CO2 ha aumentado casi un 50% hasta alcanzar 413,2 ppm en 2020, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles, la deforestación y los cambios en el uso del suelo. “Vemos además, que seguirán aumentando estos gases. Lo alarmante de esta tendencia es el crecimiento de emisiones del metano, casi el doble (un gas 75 veces más potente que el CO2)”, aseguró Manaenkova.
Para el océano también hay consecuencias: alrededor del 90% del calor acumulado en el sistema Tierra se almacena en el océano. Las tasas de calentamiento de los océanos muestran un aumento especialmente marcado en las dos últimas décadas. “Una consecuencia de la acumulación de CO2 en el océano es su acidificación, es decir, el descenso del pH oceánico, lo cual plantea dificultades a los organismos marinos para desarrollar y mantener sus conchas, caparazones y esqueletos. Pero también se produce un aumento en el nivel del mar. Se está acelerando, casi duplicando”, sostuvo la experta.
Para los glaciares el escenario también es catastrófico: “El espesor de los glaciares que se midieron en todo el mundo se redujo aproximadamente un metro al año de media entre 2011 y 2020. La evaluación más reciente basada en 42 glaciares de referencia con mediciones a largo plazo revela que en el período comprendido entre 2011 y 2020 se registraron los balances de masa medios más bajos de cualquier década en que se hayan realizado observaciones”.
Los mantos de hielo continentales de Groenlandia y la Antártida son los mayores depósitos de agua dulce de la Tierra, ya que almacenan un volumen de 29,5 millones de km3 de agua congelada. “Cuando los mantos de hielo pierden masa, contribuyen directamente a elevar el nivel medio del mar a escala mundial y, por tanto, monitorear el volumen de hielo que ganan o pierden es fundamental para evaluar el cambio del nivel del mar.”, agrega el reporte.
En el análisis de la década también se ve cómo las mejoras en las predicciones, las alertas tempranas y la coordinación de la gestión y respuesta en materia de desastres están dando resultado. “El número de víctimas como consecuencia de fenómenos extremos ha disminuido, lo cual está asociado a la mejora de los sistemas de alerta temprana, si bien las pérdidas económicas han aumentado. La financiación pública y privada para el clima casi se duplicó entre 2011 y 2020. No obstante, es necesario que sea al menos siete veces mayor de aquí a finales de la presente década para alcanzar los objetivos climáticos.”, indica el reporte.