Las enfermedades infecciosas emergentes son una amenaza para las plantas naturales y los cultivos. Definidas como aquellas que en las últimas décadas han ampliado su alcance geográfico, aumentado su gravedad o han sido recientemente descubiertas, reconocidas o resurgidas, estas patologías ponen en riesgo a la flora presente en distintas regiones del planeta.
Lo cierto es que, en las últimas décadas, las enfermedades infecciosas emergentes se han convertido en particularmente dañinas, ya que han amenazado con la caducidad de las poblaciones de plantas nativas y han reducido el rendimiento y el vigor de las no autóctonas cultivadas con fines estéticos, agrícolas o forestales.
Los impactos en las poblaciones han dado lugar a que numerosas enfermedades infecciosas emergentes remodelen los bosques en todo el mundo, de hecho se encuentran entre las principales causas de mortalidad de árboles tanto en la vida silvestre como en las zonas urbanas. Incluso, continuamente se introducen nuevas enfermedades y los patógenos saltan a nuevos huéspedes, amenazando cada vez a más especies de árboles que, cuando se exponen a ellos, pueden causar una mortalidad nunca antes vista en su área de distribución nativa.
Aunque no todas las enfermedades matan, algunas pueden afectar dramáticamente a las poblaciones de huéspedes. En el siglo XX, la plaga del castaño, quizás la enfermedad de los árboles más conocida en América del Norte, eliminó efectivamente a este árbol en su área de distribución nativa en las Montañas Apalaches.
Más recientemente, se ha registrado la muerte repentina de los robles en California, la muerte regresiva del fresno en Europa y el cancro del nogal en el este de Estados Unidos, cada uno de los cuales tiene el potencial de eliminar las poblaciones de árboles hospedantes y alterar los ecosistemas donde se encuentran.
La continua aparición y acumulación de nuevas enfermedades aumenta la probabilidad de que surja una particularmente perjudicial y dañe las poblaciones de árboles huéspedes. A fin de cuentas, esta información podría ayudar a los investigadores y administradores de tierras a predecir mejor dónde es más probable que surjan nuevas enfermedades.
Pérdida global
El estudio, publicado en NeoBiota, analiza más de 900 nuevos informes de enfermedades en 284 especies de árboles en 88 países y cuantifica cómo las enfermedades infecciosas emergentes se han acumulado geográficamente y en diferentes huéspedes.
El enfoque de grandes datos utilizado en este estudio ayuda a caracterizar la creciente amenaza que plantean las enfermedades infecciosas emergentes y cómo su efecto se distribuye de manera desigual a nivel regional e individualmente por especie huésped, siendo que, a nivel mundial, el número de enfermedades emergentes se ha acumulado rápidamente durante las últimas dos décadas.
La acumulación es evidente tanto donde las especies de árboles son nativas como donde no lo son. Además, se encontró que el número de nuevas enfermedades que surgen a nivel mundial se duplica cada aproximadamente 11 años. Entre los árboles que se evaluaron, los pinos acumularon la mayor cantidad de enfermedades nuevas, seguidos de los robles y los eucaliptos.
Esto, probablemente se deba a su amplia distribución nativa en el hemisferio norte y a la plantación de bosques de pinos en todo el mundo. Europa, en conjunto, tuvo la mayor acumulación total de nuevas enfermedades, pero América del Norte y Asia le siguieron de cerca.
Además, hay más enfermedades de árboles emergentes en áreas donde las especies eran nativas, en comparación de las no nativas, con la excepción de América Latina y el Caribe, probablemente porque la mayoría de los árboles que se evaluó no eran nativos de esta región.
Desafortunadamente, hay poca evidencia de saturación en la acumulación de enfermedades emergentes de los árboles. Las tendencias globales muestran pocos signos de desaceleración, lo que sugiere que este impacto probablemente continúe agravando y amenazando las poblaciones de árboles a nivel mundial y en el futuro. Es posible que el cambio climático también influya, al crear condiciones más favorables para los patógenos y al estresar a las plantas hospedantes.
*Andrew Gougherty, investigador ecologista del paisaje en el Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos