Hace casi siete años, 197 países se pusieron de acuerdo en París para intentar frenar el aumento promedio global de la temperatura en 1.5ºC. Es decir, intentar detener el calentamiento global para que el planeta Tierra siga siendo habitable.
Aquel compromiso incluyó objetivos voluntarios que cada uno de los países presentó ante las Naciones Unidas para intentar conseguirlo. Esos escenarios que implican cambios en las matrices de consumo y producción de los estados se llaman Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés).
¿Cómo se hizo para poder medir si los países cumplen? El Acuerdo de París estableció en su artículo 14 que debe hacerse periódicamente lo que se conoce como Balance Global o Global Sotcktake. La primera conclusión de este trabajo indica que todavía falta. Las primeras estimaciones del trabajo dan cuenta que si los países cumplen con lo que prometieron estaríamos frente a una suba promedio de 2,6ºC, es decir casi el doble de lo que se planteó como meta. El reporte no identifica malos y buenos. Hace recomendaciones en base a las acciones técnicas y financieras presentadas por los países.
“Más de 160 líderes mundiales se reúnen en Dubái, ya que sólo la cooperación entre naciones puede reorientar a la humanidad en esta carrera. Pero la COP28 no puede ser una sesión fotográfica. Las y los líderes deben cumplir lo prometido: el mensaje es claro”, dijo Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de ONU Cambio Climático. “Y cuando los líderes abandonen Dubái tras la cumbre inaugural, su mensaje a sus negociadores debe ser igualmente claro: no regresen a casa sin un acuerdo que marque una verdadera diferencia en la lucha contra el cambio climático”.
El financiamiento de la lucha contra el cambio climático está en el centro de esta transformación. La reposición del Fondo Verde para el Clima, la duplicación de los recursos financieros para la adaptación y la puesta en marcha del fondo para pérdidas y daños son fundamentales para limitar el aumento de la temperatura a menos de 1,5 °C, sin dejar a nadie atrás.
“La realidad es que, sin una financiación mucho mayor para los países en desarrollo, la revolución de las energías renovables seguirá siendo un espejismo en el desierto. La COP28 debe convertirlo en realidad”, añadió Stiell.
El informe, que se conoció en octubre pasado, incluyó 17 conclusiones respecto de la evolución de los países en la lucha contra el cambio climático. Aquí las más importantes:
En 2010, el aumento previsto de la temperatura mundial para 2100 era de 3,7 a 4,8°C. Según los anuncios realizados por los países en 2022, estamos rumbo a un incremento de entre 2,4 y 2,6°C. Todavía no se alcanzó el pico máximo de emisiones de gases de efecto invernadero, pero se espera que esto ocurra antes de 2025.
Lograr cero emisiones netas de CO2 en todo el mundo a mediados de siglo exige una descarbonización radical de todos los sectores de la economía y frenar la deforestación. Entre 2010 y 2019, las tendencias de las energías renovables han sido muy prometedoras, con notables reducciones en los costes unitarios de la solar (85%), la eólica (55%) y las baterías de iones de litio (85%). Una rápida reducción de la dependencia de la economía global de los combustibles fósiles en favor de las fuentes limpias es fundamental para alcanzar el objetivo mundial de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero.
En contraste, y a pesar de su disminución desde el año 2000, la tasa de deforestación en el mundo sigue siendo alta. El 95% se produce en los trópicos, pero incentivada por los consumidores a nivel global.
Como se dijo, es clave el financiamiento: desde la adopción del Acuerdo de París, en 2015, hasta 2019, los flujos de financiación climática pública de las naciones desarrolladas a las en desarrollo pasaron de los 30.000 millones de dólares a los 40.100 millones. Esto es, muy por debajo de los 100.000 millones de dólares que, en 2009, los países desarrollados prometieron recaudar para 2020 y anualmente a partir de entonces para compensar las necesidades de mitigación y adaptación de los países en desarrollo. Entretanto, los bancos multilaterales de desarrollo proporcionaron 45.900 millones de dólares en 2019.
¿Qué puede pasar entonces en esta cumbre? Para Enrique Maurtua Konstantinidis, consultor internacional de política climática quien trabajó en este proyecto en América latina, son tres los escenarios que le esperan a este informe en la COP28.
“Un primer escenario es que se añada como un anexo a la decisión final que tomen los países, con el riesgo de que alguno prefiera bloquearlo (recordemos que, en estas cumbres sobre el clima, todas las decisiones se toman por consenso). Un segundo escenario sería que las conclusiones sirvan para nutrir y construir esa decisión política en temas de mitigación, adaptación y finanzas. Y el tercero que se reduzca su importancia a una breve mención muy modesta, lo cual sería menos deseable porque bajaría la importancia de este trabajo de dos años”.
Para el experto la intención de este trabajo es que se pueda trabajar hacia adelante ya que en 2025 los países deben presentar los nuevos compromisos para llegar a emisiones netas cero en 2050. “Lo bueno que tiene el Acuerdo de París es que ningún objetivo que cada país presente puede ser menos ambicioso que el anterior. Es por eso que es importante que se analice el estado de situación para ver dónde estamos parados. Aún hay una ventana de oportunidad para conseguir frenar el aumento global de la temperatura, pero hay que ponerse a trabajar ya mismo”, agregó Maurtua Konstantinidis.
Pa’olelei Luteru, presidente de la Alianza de Pequeños Estados Insulares, opinó: “Somos pequeñas islas enfrentadas a una enorme crisis. El informe nos asesta otro golpe devastador. Confirma que el mundo está lamentablemente atrasado en la acción climática. Nuestros pequeños Estados insulares en desarrollo seguirán pagando el precio de la inercia de los países más grandes”.
Al final del día es el flujo de dinero el que siempre queda como el mayor desafío a alcanzar. Especialmente para determinar cuánto, quién y a quiénes deben ir esos fondos: “Lo ideal sería que empiecen a destrabarse las ayudas financieras y que pueda haber disponibilidad para todos. No es bueno que se presente un escenario de los juegos del hambre en los que los países peleen por quién es el que peor está para recibir dinero. Debería haber lo suficiente como para que todos tengan lo que necesitan”, explicó Maurtua Konstantinidis.
El borrador del mensaje de ese balance global que se conoció el primer día de la COP28 no parece muy alentador. Para la ONG internacional World Wildlife Fund (WWF) “los próximos borradores deben incluir un objetivo colectivo de reducción de emisiones del 60% para 2035 que sirva de guía para el próximo ciclo de planes climáticos nacionales. La naturaleza es una aliada del clima y eso también debe reconocerse plenamente en este texto, con orientaciones para la conservación del 30-50% de la tierra, los océanos y ecosistemas acuáticos”.
“El balance global es un ejercicio de ambición. Es un ejercicio de rendición de cuentas. Es un ejercicio de aceleración: es un ejercicio que tiene como objetivo garantizar que cada parte cumpla su parte del trato, sepa hacia dónde debe ir a continuación y con qué rapidez debe avanzar para cumplir los objetivos del Acuerdo de París”, explicó Stiell.
Sara Shaw, de Amigos de la Tierra dijo: “Vemos un verdadero esfuerzo por parte de países desarrollados de borrar algunas de las bases de la Convención Climática para hacer retroceder temas como la responsabilidad histórica, que consiste en determinar quién es responsable de la crisis climática, quién actúa primero, quién hace qué. Y que pone mucha más responsabilidad de actuar sobre los países desarrollados; y también los responsabiliza de financiar, apoyar y transferir tecnología”.
Apenas han pasado tres días desde el inicio de la cumbre, es muy pronto para poder saber cómo va a terminar este debate. Sin embargo, es claro que será una de las varas que medirá el éxito o el fracaso de las futuras acciones de los países.